Son
palabras del Señor…: "24* Entonces
dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame. 25* Pues el que quiera salvar su vida, la
perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallara. 26* Y ¿que aprovecha al
hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O que podrá dar el hombre a
cambio de su alma? 27* Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su
Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras”. (Mt 16, 24-27). En otras palabras: ¿De que le vale al
hombre conquistar el mundo si pierde su alma?
San
Ignacio de Loyola, tenía siempre muy presente esta aseveración del Señor y
debió de meditarla más de una vez, pues la enjundia de estas divinas palabras,
conquistaron en la universidad de París a San Francisco Javier que allí estaba
y allí se hicieron los dos amigos en este mundo y santos en el otro, canonizados
los dos el mismo día el 24 de abril del año de 1662 juntos con Santa Teresa de
Jesús, San Felipe Neri y San Isidro labrador. Cuatro grandes santos españoles,
pues San Felipe Neri era italiano, nacido en Florencia.
El valor
de un alma, de una sola alma, está muy por encima de todas las riquezas
materiales de este mundo, dado que el cuerpo humano y el mundo son pura
materia, que podrá durar solo un tiempo determinado pero al final se
descompondrá. Este mundo tan bello que tanto nos subyuga y nos ata, hasta el
punto de que rara es la persona que no quiere atarse a él, terminará todo él
convertido en un agujero negro como han terminado otros muchos astros, según
nos aseguran los astrónomos.
Y es que
la materia a diferencia de todo aquello que pertenece al orden espiritual es
caduca mientras que todo lo que pertenece al superior orden del espíritu es
eterno y nuestras almas son pura espiritualidad, redimidas con la sangre de
Dios vivo crucificado en una cruz de madrea y muerto por amor a nosotros.
Escribía San Pedro y nos decía: "18
considerando que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la
tradición de vuestros padres, no con plata y oro, corruptibles 19 sino con la
sangre preciosa de Cristo, como Cordero sin defecto ni mancha, 20 ya conocido
antes de la creación del mundo y manifestado al fin de los tiempos por amor
vuestro”. (1Pd 1,18-20).
El
profeta Isaías, bastante antes del Nacimiento, Vida, Pasión y Muerte de Nuestro
Señor Jesucristo, escribía así: “1 Ahora,
así dice Yahvéh tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel. No Temas, que yo te he
rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. 2 Si pasas por las aguas,
yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te
quemarás, ni la llama prenderá en ti. 3 Porque yo soy Yahvé tu Dios, el Santo
de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en
tu lugar 4 dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo.
Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu vida. 5 No Temas,
que yo estoy contigo; desde Oriente haré volver tu raza, y desde Poniente te
reuniré”. (Is 43,1-5). Y estas proféticas palabras de Isaías, siguen siendo
una realidad actual.
En el
calor de su fuego de amor al Señor, Henry Nouwen, escribe estas bellas palabras
poniéndolas en la boca del Señor: “Desde el principio te he
llamado por tu nombre. Eres mío y yo soy tuyo. Eres mi amado y en Ti me
complazco. Te he formado en las entrañas de la tierra y entretejido en el
vientre de tu madre.…. Me conoces como propiedad tuya, y te conozco como
propiedad mía. Me perteneces. Yo soy tu padre, tu hermano, tu hermana, tu
amante y tu esposo. Hasta tu hijo. Seré todo lo que seas tú. Nada nos separará,
somos uno “. El Señor nos ama de una forma inimaginable, para nuestras pobres,
ignorantes y soberbias mentes. En Él todo es ilimitado y desde luego lo es el
amor a nosotros, que le llevó voluntariamente a revestirse de carne mortal,
rebajándose a nuestra humana condición para elevarnos a su gloriosa divinidad.
No se
trata de suposiciones sino de realidades que se testimonian por las
innumerables frases del Señor recogidas en los Evangelios, que nos dan fe de
este incomprensible amor que Dios nos tiene: “16 Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para
todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna; 17 pues Dios
no ha enviado a Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por El”. (Jn 3,16-17). También San Juan, recogió en su evangelio
estas otras palabras del Señor: “9 Como
el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si
guardareis mis preceptos, permaneceréis en mi amor, como yo guardé los
preceptos de mi Padre y permanezco en su amor”. (Jn 15,9-10).
Esto son
unas breves pinceladas para que tomemos conciencia del valor de nuestras almas.
Nuestra alma es nuestra eternidad, seremos lo que sea nuestra alma, amaremos
como ame nuestra alma, porque es ella la esencia de nuestro ser, no es nuestro
cuerpo que perecerá tarde o temprano, la gloria de la inmortalidad le pertenece
a nuestra alma n a nuestro cuerpo. San Mateo en su evangelio recogía estas
palabras: “28 No tengáis miedo a los que
matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que
pueda perder el alma y el cuerpo en la Gehenna”. (Mt 10,28). Lo importante es nuestra alma no las riquezas
que pueda llegar a atesorar nuestro cuerpo, que es el que nos incita a prestar
pleitesía al Dios dinero, porque él tiene ansia de felicidad humana, n de
felicidad celestial eterna, que nunca conocerá. Nuestro cuerpo busca el placer
pero tal como escribe el obispo Sheen: “La
enfermedad rompe ese hechizo de la creencia de que el placer lo es todo, o que
debemos seguir construyendo, como fin exclusivo cobertizos de grano cada vez
mayores, o de que la vida no vale nada a no ser que haya algo especial que la
electrice. La enfermedad nos capacita para ajustar nuestro sentido de valores,
como una gracia actual, ilumina la futilidad y vacío de muchas ambiciones. ¿De
que aprovecha a un hombre ganar todo el mundo, si pierde el alma?”. “El pagano
teme la pérdida del cuerpo, y el cristiano teme la pérdida del alma, conocedor
de que el destino del cuerpo ha de ser el mismo que el del alma. Para un
pagano, este mundo lo es todo y la muerte le priva de todo lo que hay aquí. En
cambio para un cristiano, este mundo es solo una estructura que escalamos para
subir al Reino de Dios”.
Mi más cordial saludo lector y el
deseo de que Dios te bendiga.
Juan del
Carmelo
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