miércoles, 19 de febrero de 2014

LENGUA DE SERPIENTE


«¡Nada de habladurías!», pidió en el Angelus.

Este domingo el Evangelio del día invitaba al Papa a comentar en el Angelus el Sermón de la Montaña, y en particular la afirmación de Jesucristo de no vino a "abolir la Ley y los profetas", sino a "dar pleno cumplimiento", que necesita "una justicia superior".
"¿Qué significa este pleno cumplimiento de la ley? Y esta justicia superior, ¿en qué consiste?", se preguntó Francisco. Y como el Señor "era muy práctico y hablaba con ejemplos que pudieran entenderse", acudió al quinto mandamiento ("no matarás") para expresar su sentido completo: "Todo el que esté peleado con su hermano, será reo de culpa".
¡NADA DE HABLADURÍAS!
"Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden matar", dijo el Papa a una Plaza de San Pedro abarrotada: "Cuando decimos que una persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué queremos decir? Que sus palabras matan. Por tanto, no sólo no hay que atentar contra la vida del prójimo: ni siquiera verter sobre él el veneno de la ira ni golpearlo con la calumnia. ¡Ni siquiera hablar de él! Los chismes pueden matar, porque matan la fama de las personas".
"Al principio puede parecer divertido", reprendió Francisco, "pero chismorrear nos llena el corazón de amargura y nos envenena a nosotros mismos".
Se dirigió entonces a los presentes para preguntarles si querían ser santos, primero, y si querían vivir apegados a las habladurías como un hábito, después. Ante el "sí" y el "no" respectivamente coreados por la multitud, el Papa cerró la cuestión: "Entonces estamos de acuerdo, ¡nada de habladurías!". Y añadió que para Jesús "nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no tenemos paz con el prójimo".
EL AMOR Y LA LEY
Por último, Francisco extendió esta consideración sobre el quinto mandamiento a la recta interpretación de las normas: "De todo esto se comprende que Jesús no da importancia simplemente a la observación de una disciplina o de una conducta exterior, va a la raíz de la ley, apuntando sobre todo a la intención y al corazón del hombre. Para tener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas jurídicas, hacen falta motivaciones profundas, expresiones de una sabiduría escondida, la sabiduría de Dios, que puede ser acogida gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo podemos abrirnos a la acción del Espíritu que nos hace capaces de vivir el amor divino".
"Cada precepto revela así su pleno significado como exigencia de amor y todos se reúnen de nuevo en el más grande mandamiento: ama a Dios con todo tu corazón y ama al prójimo como a ti mismo", concluyó Francisco.
ReL

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