PEDRO ZEROLO, UN CÁNCER: LA TRISTEZA DE SU SUFRIMIENTO
Varios medios de comunicación han publicado que un determinado sacerdote había dicho que es un castigo divino el cáncer que padece el famoso político socialista homosexual Pedro Zerolo.
Hoy, varios días después, he visto el vídeo original donde ese cura hacía las declaraciones. Lo primero que hay que aclarar, en honor a la verdad, es que ese sacerdote no decía exactamente lo que los medios de comunicación han puesto en su boca.
Sin entrar en el tema de la persona de este sacerdote y sus declaraciones, pues ya tiene su obispo que es el que se encargará de hacerle las correcciones que considere oportunas, sí que me parece interesante reflexionar sobre el tema del castigo divino.
Los que creemos en la Biblia, creemos que Dios castiga. Ahora bien, es muy delicado decir que alguien en concreto ha sido castigado por Dios. Una cosa es creer de forma genérica en el castigo divino, y otra muy distinta es afirmar: esta persona ha sido castigada.
Tal cosa, y veces no sin riesgo, se puede afirmar de grandes genocidas y opresores de pueblos. Uno puede reflexionar acerca de que el fin de la vida de personas como Hitler, Himmler, Mussolini y otros, tiene rasgos que hacen pensar que se cumplen las palabras de la Escritura acerca del castigo del mal en la tierra hacia este tipo de personas que son ejemplos consumados e indubitables del mal.
Ahora bien, estoy convencido de que el quebrantamiento de la moral sexual que enseña la Iglesia, en la mayor parte de los casos no provoca ningún castigo divino en la tierra. Digo en la mayor parte de los casos, y no siempre, porque, por ejemplo, la traición a una esposa amorosa y abnegada sí que puede suponer un castigo divino para que un esposo infiel comprenda y cambie su conducta. Pero, incluso en un caso así, hay que hablar de posibilidad, no de certeza.
Pero fuera de casos especiales, el mero quebrantamiento de la moral sexual es algo que se hace por debilidad (si uno cree en la Iglesia) o con convencimiento de que eso no es incorrecto. No suele haber una gran malicia en esos pecados.
Hay que pensar en castigos divinos terrenos, cuando se trata de otros pecados. De pecados tan terribles que la conciencia humana (incluso de los no creyentes), siente que debería existir una Justicia Divina.
Esto no excluye otros pequeños castigos divinos en la vida de cada ser humano, castigos entendidos como corrección. Como un padre que trata de mostrar el camino a su hijo. En ese sentido, todo en la vida, todo, forma parte de una pedagogía amorosa de Dios.
Pero, volviendo al tema inicial, no tengo ninguna razón para pensar que ese político haya sufrido un castigo divino. Por el contrario, juzgar a la ligera sobre un tema tan serio como quién es o no castigado por Dios, sí que puede ser un pecado.
Nosotros los creyentes debemos amar a todos. No condenamos a nadie. Recordamos cuál es la Ley de Dios. Pero cada uno después toma su decisión. Nosotros no somos tiranos de las conciencias. No somos dictadores de la moral. Somos lectores de la Palabra. Recordamos a nuestros hermanos qué dice la Palabra. Pero nuestra labor no es condenar, sino amar, tratar de comprender, ser padres con todos.
No, en mi modesta opinión, los pecados sexuales no provocan castigos divinos en la tierra. Provocan castigos cuando esa conducta sexual produce grave sufrimiento en otra persona por la traición, la crueldad o el frío egoísmo del que, a sabiendas, jugó con los sentimientos de otro.
Desde aquí, le deseo a Pedro Zerolo que se recupere, y que tenga una larga y dichosa vida. Le deseo eso, incluso aunque esa vida se sitúe fuera de la fe de la Iglesia. Yo no le juzgo. Veo en él un hermano, un hijo de Dios. Y estas ideas que expongo no son mis ideas, sino las de todos mis hermanos sacerdotes, y también las de los obispos, aunque los medios siempre den una impresión diferente.
P. FORTEA
DE CASTIGOS DIVINOS
Siguiendo el hilo de las reflexiones de ayer, me gustaría añadir algunos pensamientos más.
Normalmente, cuánto menor es la inteligencia y el entendimiento de alguien, más proclive es uno a adjudicar castigos divinos a todo el mundo. Resulta llamativo esa tendencia a pedir el castigo para los demás, quedando uno mismo a salvo de esa justicia estricta.
Este tipo de personas se suelen mostrar muy insatisfechas con Dios. Les parece que Él tarda mucho en dar a cada uno su merecido.
Sin embargo, lo dicho ayer no significa que cada acción no tenga consecuencias. Cada acto, bueno o malo, siempre tiene consecuencias. El castigo del mal suele ser tener que sufrir las consecuencias de nuestras malas acciones.
Pero Dios es tan bueno que si le pedimos con arrepentimiento, muchas veces hace que no tengamos que sufrir esas consecuencias en toda su dureza. E incluso aunque el malvado no se lo pida, Dios a veces hace que se amortigue la dureza de esas consecuencias.
Así es Dios. Más bueno que nosotros.
P. FORTEA
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