DAD GRACIAS AL SEÑOR
Pero dar gracias al Señor.., ¿pero de qué? me respondía, una persona mediadamente acomodada y que se creía, ser un buen creyente. Cumplía con el precepto dominical incluso comulgando. Seguía unido a la madre de sus hijos habiéndose casado una sola vez. Vamos que para lo que hoy se estila se podría decir que es un buen cristiano y no es que yo, piense que camina hacia su condenación, pero si hacia una raquítica salvación, que desgraciadamente es hacia dónde caminan, todos aquellos que se creen que cumplen y que hacen lo suficiente.
El problema de todas estas personas, que son muchas, es que no se dan cuenta de que Dios nos lo pide todo, porque es el todo lo que Él nos ha dado y nos sigue dando, pues si careciéramos de su amor infinito y de su misericordia, nuestro destino sería el de fogoneros de las calderas de Pedro Botero.
En nuestras relaciones con Dios, carecemos casi todos, de un correcto conocimiento de quien es Dios y quienes somos nosotros. Nuestra soberbia nos ciega, hasta el punto de no sentir la necesidad de dar gracias a Dios por todo lo que tenemos, nos creemos merecedores de todo, es más, quizás alguno piense que menudo favor le hace al Señor yendo los domingos a misa. Hay un algo, que particularmente me indigna. Cuando algunas de las pocas veces que veo la TV, veo que aparecen en ella, unos anuncios de productos que para incitar a su compra utilizan un nefasto estribillo, que han puesto de moda los publicistas y que dice: Tú te lo mereces. Lo cual, me ha ce pensar que este estribillo, es indudablemente uno más de los frutos, de esta exaltación de la soberbia humana en que vivimos, porque inconscientemente, el que machaconamente oye este mensaje subliminal, llega a la conclusión en su subconsciente, que él es Superman y ella es por su belleza, la Venus de Milo. Todo lo cual margina la realidad, de que somos lo que somos y todo se lo debemos a Dios.
Pero, ¿qué narices, se puede merecer cualquier ser humano? cuando resulta que todo se lo debe a Dios. San Agustín decía: ¿Qué es lo que tú tienes, que no hayas recibido? Nada lo hemos creado ni adquirido, todo lo hemos recibido de Dios. La dichosa soberbia nos tiene dominados y nos cierra los ojos para que no veamos algo tan evidente como que: Dios es el Todo de todo y nosotros somos la nada de la nada, como el mismo Señor, en una aparición suya le manifestó, a Santa Catalina de Siena: Yo soy el Todo, tú eres la nada.
Empezando por nuestra creación, todo nos lo ha dado Dios, porque solo Dios es el Creador absoluto de todo lo visible y lo invisible. Él nos ha creado solo por amor y en razón de su amor, porque Él no tiene necesidad absoluta ninguna, ni de los ángeles ni de los seres humanos. Pero su amor, porque su esencia es el amor y Él es solo amor y nada más que amor (Jn 4,16), es tan tremendo, es como todo lo suyo de carácter ilimitado, que como todo amor, este tiene la característica de desear trasmitir la felicidad que este proporciona a los demás, en este caso a otras criaturas, como son los ángeles y nosotros.
Pero ¡ah! el amor tiene también una característica esencial que es la libertad. A nadie se le puede obligar que ame otra persona, ni siquiera Dios nos puede obligar a que le amemos, pues nos ha dado una libertad, que se denomina libre albedrío, conforme al cual tenemos la facultad de aceptar o de repudiar el amor que Dios constantemente nos está ofreciendo.
Pero Dios, sabiendo que habría seres creados por Él, fuesen ángeles o personas, que no le aceptasen ni a Él ni a su amor, nos creó a todos, proponiéndonos una prueba de amor, que es por la que ahora estamos pasando en este mundo. Conocemos nuestra prueba pero ignoramos exactamente como fue la prueba de amor de los ángeles. Lo que si sabemos por revelación en él Apocalipsis es que la prueba de los ángeles solo la superaron dos tercios del total. Porque el otro tercio por razón de pura soberbia, se reveló contra Dios, capitaneados por un ángel querubín del primer coro de los ángeles, llamado Luz bel, o Luz bella por su gran inteligencia y personalidad, este es el actual demonio.
Nosotros que somos cuerpo material y alma espiritual, sabemos que cuando abandonemos este mundo, nuestra alma es inmortal y para bien o para mal vivirá eternamente, si escoge el amor al Señor, vivirá en la felicidad celestial del Bien, del Amor y de la Luz divina, que nada tiene que ver con la luz material que aquí abajo tenemos. Si se repudia el ofrecimiento divino, la vida eterna del que esto escoja, se desarrollará en la antítesis de los tres bienes antes enunciados, es decir, vivirá en el mal, el odio y las tinieblas eternas. Dicho todo esto así no nos da una idea de lo que significa, una y otra posibilidad.
Hay que pensar que una que abandonemos este mundo, cualquiera que sea el destino que hayamos escogido, abandonaremos, definitivamente el mundo material en el que ahora vivimos, pues nuestro cuerpo material es ahora el que manda sobre nuestra alma espiritual, que vive en la mayoría de los casos sojuzgada por la materia, salvo en los supuestos de las personas que continuamente con perseverancia se ocupan del desarrollo de su alma inmortal, y aumentando su vida interior se van espiritualizando lentamente pero dominando, a los tres enemigos del alma: Demonio. Mundo y Carne, en est caso la suya propia. .
La materia es un orden inferior y subordinado al orden del espíritu, entre otras razones por una muy fundamental y es que fue Dios Espíritu puro, el creador de la materia y no solo de la materia referida a este mundo sino a la totalidad de la materia existente en el universo. Conforme al principio antròpico, enunciado esencialmente, más por físicos y astrónomos, que no por clérigos. No el mundo, sino la totalidad del inmenso universo es una creación de Dios por razón de la existencia del hombre. Para el obispo Munilla, desde el punto de vista de la fe, el principio antrópico se entiende a la perfección. El hombre es la cumbre de la creación; todo el universo fue creado a su servicio. Y cuando la evolución alcanzó el grado de desarrollo necesario, Dios sopló el aliento de vida, es decir, creó e infundió el alma espiritual para que podamos ser lo que somos: personas humanas con la dignidad de ser imagen y semejanza de Dios.
Pero siguiendo con la idea, es de tener presente, que al ser el espíritu un orden superior al de la materia, los goces y sufrimientos en el orden superior del espíritu, son con gran diferencia más acusados en el espíritu que en materia.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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