El Papa Bueno en todo y en todos descubría lo bueno
Trataba de ver el lado bueno de las cosas, de los acontecimientos, y, sobre todo, de las personas.
Estando Juan XXIII, de Nuncio en Paris, encontróse con el Rabino principal de Francia, también fornido, ante la puerta de un ascensor estrecho, en el que imposible cupiesen ambas humanidades.---“Después de usted”-le dijo cortésmente el Rabino.
-De ninguna manera -le contestó el Nuncio Roncalli- ¡Por favor, usted el primero!
Siguió el forcejeo de cortesías, hasta que lo resolvió Roncalli, con la mejor de sus sonrisas:
-Es necesario que suba usted antes que yo, ya que siempre va delante el Antiguo Testamento, y sólo después, el Nuevo Testamento.
Hay personas que están siempre de buen humor. Todo les cae bien, bendicen siempre, y sonríen; su sonrisa es acogedora y, de esta forma, todo les sonríe en la vida.
Juan XXIII era de espíritu abierto, afable, condescendiente, misericordioso y tolerante, dotado con un extraordinario sentido del humor. No se tomó a sí mismo demasiado en serio, a pesar de que su figura era bien pesada. Se reía de sus debilidades.
Observando un día una de sus fotos se dirigió a Monseñor Fulton Sheen, diciéndole: "El buen Dios, que ya sabía que yo iba a ser elegido Papa, ¿no pudo haberme hecho algo más fotogénico?
Tenía una imagen positiva, se apreciaba, estaba satisfecho con todo lo que el Señor le había dado.
El Papa Bueno en todo y en todos descubría algo bueno. Trataba de ver el lado bueno de las cosas, de los acontecimientos, y, sobre todo, de las personas. Se preocupaba de una forma especial de la gente humilde y por los que sufrían. Visitaba los enfermos, los presos. Se acercaba a los obreros del Vaticano, con ellos compartía y tomaba un trago de vino.
Jamás tomó demasiado en serio los problemas, ni el mismo cargo de Papa. Una vez le manifestó un obispo que la carga de su nueva responsabilidad le producía insomnio, el Papa le contestó: "Eso mismo me ocurría a mi durante las primeras semanas de mi pontificado. Hasta que un día se apareció en mi aposento mi ángel custodio y me dijo: "Giovanni, no te consideres tan importante". Y yo comprendí. Desde entonces duermo perfectamente todas las noches".
Vivía en paz y estas fueron sus palabras al recibir el Premio Balzan por la Paz: "Os lo decimos con toda sencillez, como lo pensamos: ninguna circunstancia, ningún acontecimiento, por honroso que sea para nuestra humilde persona, puede exaltarnos ni turbar la tranquilidad de nuestra alma".
"Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre", decía san Francisco de Sales. Angelo Giuseppe Roncalli, nuestro Papa Bueno, sembró alegría y buen humor por donde pasó. Así consiguió abrir una ventana de aire puro donde pudiera entrar libremente el Espíritu y poder renovar desde lo más profundo la Iglesia a la que tanto amó. Su alegría y su buen humor nos lo dejó en herencia.
Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD
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