viernes, 2 de agosto de 2013

AQUÍ ESTOY SEÑOR...

"Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad"

Esa voluntad donde para cumplirla y acatarla hay que poner el corazón adolorido en sus manos y poco a poco el dolor se va suavizando.

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD - DEL SALMO 39

Esperé en el Señor con gran confianza.

El se inclinó hacia mi y escuchó mis plegarias.

El me puso en la boca un canto, un himno a nuestro Dios.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Hoy la mañana tiene un olor nuevo, está fresca y el cielo es de un azul purísimo. El aire es más tibio, los pájaros pían gozosos durante el verano y mí alma se me queda en suspenso al llegar hasta tí, Señor, para este nuevo encuentro, porque hay algo que me turba...hay un gran contraste en el nuevo despertar de este hermoso día con el velo de tristeza que cubre mi corazón.

Me parecía que los nublados, los días con lluvia y sin sol estaban más acordes con mi pena... y ahora que todo tiene más luz, más alegría, me cuesta más ofrecerte mi corazón adolorido y decirte: - Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad...

Porque hacer tu voluntad implica hacer y ser como tu quieres y permanecer en Ti pase lo que pase... y así decimos en la oración del Padrenuestro y así se lo dijiste Tu a tu amado Padre en el Huerto de los Olivos, que se haga Tu voluntad y no la mía.

Muchas veces en el silencio de la Capilla quise atravesar la puerta del Sagrario con mis ojos llenos de lágrimas y poder ver tu rostro amoroso y rogarte en una súplica desesperada: -¡Jesús, ten piedad, Señor ten piedad!.

Tú me mirabas y sentías pena por mí... lo se Jesús, porque te dolía mi dolor porque me veías con la esperanza puesta en Ti... ¡En quién sino, Señor!, pero... sabías que las cosas no iban a ser así.... y no fueron.

Fueron como Tú sabías desde siempre, que iban a ser... Tu que nunca te equivocas, nosotros sí, Tú que siempre hiciste la voluntad del Padre sabías, que la voluntad del Padre, en sus designios misteriosos, eran... y aquí estoy hoy Señor, de rodillas, para decirte: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad, esa voluntad tuya que a veces nos cuesta tanto entender y hacer.

Esa voluntad donde para cumplirla y acatarla hay que poner el corazón adolorido en sus manos y poco a poco el dolor se va suavizando, se va aquietando, va llegando el bálsamo de la paz,... ya en los ojos solo queda el temblor de las lágrimas que han cesado de correr y los labios repiten una y otra vez: Aquí estoy , Señor, para hacer tu voluntad, y se muy bien cual fue tu voluntad y solo quiero pedirte fuerza y ánimo para seguir alabándote, y amándote por siempre. Amén

Autor: María Esther de Ariño

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