domingo, 16 de junio de 2013

¡NOS LA HAN ROBADO!


Semanas atrás dediqué tres artículos para acercarnos a la figura del militar Francisco de Paula Romero y Palomeque, al que llamaban “Mil Hombres”. Al final del relato referíamos como el brigadier al quedar viudo, tras diez años de matrimonio, casó en segundas nupcias con María de los Ángeles Balmaseda y Gómez-Bravo (+1867), con quien tuvo cuatro hijos, la última se llamaba Jacinta, a la que conoceremos como Madre Teresa de Jesús Romero. Vamos a viajar hasta la provincia de Córdoba.

HINOJOSA DEL DUQUE (CÓRDOBA)

Hinojosa del Duque se halla situada en la comarca de Los Pedroches (Córdoba), en el límite de Andalucía con las comunidades de Extremadura y Castilla-La Mancha. Hinojosa del Duque cuenta en la actualidad con aproximadamente unos 7.800 habitantes, habiendo logrado frenar el proceso de emigración de muchos de sus habitantes que tuvo lugar hace unas décadas. Junto a la agricultura y ganadería, centrada esta última en los sectores ovino, porcino y vacuno, el municipio también alberga otro tipo de actividades económicas de gran proyección.

En esta localidad se encuentra el Monasterio de la Purísima Concepción de la Orden de la Inmaculada Concepción, conocidas también como Concepcionistas Franciscanas, orden que fundó Santa Beatriz de Silva.

Según la historia esta es una de las muchas fundaciones religiosas que realizó la familia Condal de los Sotomayor. El Papa Gregorio XIII en Breve otorgada el 15 de septiembre de 1573 concedió que: “los dos Monasterios de monjas de la villa de Hinojosa del Duque, que es de este Condado de Belalcázar el uno de la advocación de la Madre de Dios y el otro de la Concepción se juntasen y hagan unión en el Monasterio que mandó fundar y hacer el muy ilustre señor don Luis de Sotomayor”. La iglesia fue consagrada el 28 de abril de 1693.

Es un edificio de airosa planta con lujo y de espectaculares contrafuertes en la fachada donde se abren dos portadas. La más antigua y artística es la flanqueada por esbeltas columnas. En el friso destacan los escudos de Sotomayor y Zúñiga. En el interior del Convento se conserva un gran patio de 27 metros de lado con arcos sobre columnas de granito.

Así que cuando nuestra protagonista de hoy, la Sierva de Dios Teresa de Jesús Romero, llamó a las puertas del Convento de las Concepcionistas un 15 de octubre de 1879, las monjas llevaban más de trescientos años en la Villa para gloria y honra de María Inmaculada.

MADRE MARÍA TERESA DE JESÚS

Jacinta Romero y Balmaseda nació en Cabeza del Buey (Badajoz) en 1861, entró en el Monasterio de Concepcionistas Franciscanas de Hinojosa del Duque (Córdoba) en 1879, recibiendo el nombre de María Teresa de Jesús, y allí murió santamente en 1910. Muy dotada humana y sobrenaturalmente, además de Abadesa durante veintitrés años, fue la impulsora del movimiento que culminó con la canonización de Beatriz de Silva, fundadora de las Concepcionistas, el 3 de octubre de 1976. Madre Teresa hizo que la Orden despertara y se pusiese a trabajar para lograr la beatificación, que tuvo lugar en 1926. Su vida fue escrita por Monseñor Alberto José González Chaves, con el título “Madre Teresa de Jesús Romero. Un fruto de la Inmaculada” (Madrid 2009).

LA PROFANACIÓN DEL SEPULCRO DE LA ABADESA

Supongo que, tras este titular, ya estarán echando cuentas. Si nuestra protagonista murió en 1910… Sí, efectivamente, este es un nuevo templo devastado en los días de la persecución religiosa, esta vez en la diócesis de Córdoba, y su sepulcro otro más de los profanados por los milicianos.

El episodio comienza con motivo del traslado del brigadier Romero, padre de la Abadesa, al cementerio nuevo por estar en ruinas el que se usaba. Fue entonces cuando el reverendo Francisco de Paula Romero y Belloqui, hermano de Madre María Teresa de Jesús, solicita a la Comunidad poder recoger los restos de toda su familia en un sepulcro dentro de la iglesia. La Comunidad no puso inconveniente porque siempre habían tenido a dicha familia como insignes bienhechores. Conseguidas las licencias necesarias, el 17 de mayo de 1908, todos fueron trasladados a la iglesia del Monasterio de las Madres Concepcionistas de Hinojosa.

Dos años después moría la Abadesa. El 19 de enero de 1918 moría su hermano sacerdote.

Dando un salto de dieciocho años y medio, llegamos a la luctuosa jornada del 27 de julio de 1936. Hinojosa parecía el infierno.

El motivo, si es que lo hubieran necesitado, que alegaron los izquierdistas en esas jornadas de violencia sistemática y de odio religioso, para profanar la tumba de la familia de “Mil Hombres”, fue que buscaban la espada que le había pertenecido y que tanta gloria dio a España…

La primera biografía de Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda fue escrita por Madre Espíritu Santo Gil Díaz (1873-1962), Abadesa de las Concepcionistas de Hinojosa del Duque (Córdoba) durante 50 años, quien inició y desarrolló el proceso de canonización de Madre Teresa. En la página 483 de “La margarita escondida” (nombre de la biografía, citamos la cuarta edición de 1989), Madre Espíritu Santo narra de esta manera los sucesos del verano de 1936:

“Pena, inmensa pena nos causa tener que finalizar, cubriendo con un negro crespón, la biografía de nuestra queridísima Madre. Pero ¡ay! la más profunda tristeza llenó de luto nuestros corazones…”

Tras estallar la Guerra Civil continúa la religiosa: “aunque en medio de temores y zozobras, el Convento de la Hinojosa se conservó libre de terrible tempestad. Por eso conservábamos algunas esperanzas de que por aquí nunca se vieran los sucesos horrorosos que estaban ocurriendo en casi toda España. Tomamos, sin embargo, todas las precauciones necesarias para defender y salvar todo lo concerniente a la Comunidad. Por esta razón todo se retiró del Convento con mucha anticipación. Pero… de nuestra Madre querida, ¿qué habíamos de pensar? Solo acercarnos a su tumba para rogarle que nos alcanzara misericordia del Señor. Otra idea nos era imposible admitirla. Mas no faltaba quien con el mayor interés se preocupaba de ella y nos avisara del peligro que podía presentarse.

El Muy Ilustre Señor don Constantino Montilla López del Moral, promotor y fiscal de su Proceso, nos avisó que, para evitar una profanación, si por desgracia llegara a presentarse el caso, se podía trasladar el cuerpo de nuestra Madre a otro lugar que estuviera secreto. El amor a nuestra Madre querida no podía ni siquiera admitir esta idea. Consultamos con otras personas y nos decían que esa fuerte ola no alcanzaría con furia a Hinojosa. Pero… qué ciegas estábamos y estaban todos… El 12 de julio de 1936, con la muerte de Calvo Sotelo, ya aparecía en el pueblo la atmósfera más cargada, y ya los rumores eran pésimos…

-¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!...

-Pero, ¿quién viene?, preguntábamos.

No hay que intranquilizarse, nos decían otras personas; para que eso llegue a Hinojosa, tiene que haber mucho en otras partes.

Un anciano, Francisco Muñoz Romero, hortelano de nuestra hermosa huerta, era quien solamente se preocupaba por la Comunidad y nos decía con el mayor interés:

-La cosa está mu negra, la cosa viene mu mala; lo dice don Gabriel que entiende mucho; jagan ustés una puertecilla oculta pa salir cuando llegue el caso; porque si no… o las matan aquí dentro o tienen que salir por los tejaos.

-¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!...

-Pero, ¿quién viene?, le decíamos.

-¿Quién ha de venir?, los demonios de los mineros del Terrible.

-No podemos hacer puerta sin licencia del señor Obispo, porque estamos bajo obediencia.

-¿Qué obediencia?, ahora no hay obediencia.

-Pues, no podemos, le contestábamos.

-Po, se verán ustés perdías.

El buen hombre, sin decir nada, abrió un boquete en la pared del patio de la casa del Convento y lo tapó con leña.

A partir de ese día, ya eran todo temores y zozobras; preparamos vestidos de seglares, pero sin tomar ninguna determinación.

El 27 de julio, a las diez de la mañana, Hinojosa parecía el infierno. Gritos… tiros… petardos… camiones… Un ejército infernal… con fusiles… bieldos… horcas… palas… hachas… leñas… cordeles… sogas… y otros inventos satánicos; recogiendo todos los hombres por delante, se emprendió una lucha terrible. La Iglesia y el Convento estaban rodeados de aquellas fieras, que arrojaban piedras, petardos y tiros, gritando furiosos:

-¡Al Convento! ¡A las Monjas!

-¡Al Convento, no!... –gritó una voz-; a la vuelta las recogeremos.

En medio de estas angustias, corrimos al Sagrario, para sacar el Sagrado Copón que contenía unas trescientas Sagradas Formas. Acompañadas de nuestro amantísimo Esposo nos acercamos a la puerta del Convento, pero sin determinarnos a salir hasta que aquellas terribles fieras empezaron a dar hachazos en la puerta del compás y a levantar con palancas la puerta del locutorio que daba a la calle. Entonces, con la más honda pena, abrimos a la puerta y, con el Sagrado Copón en la mano, salimos a la casa del Convento, vestidas con el hábito. Mientras el buen don Francisco nos decía:

-Por aquí, por aquí -conduciéndonos al patio donde tenía preparado el agujero. Por allí empezamos a salir con trabajo, porque era más bien pequeño. Con el Sagrado Copón en la mano, y con una religiosa paralítica, que costó indecible poder pasarla.

-¡Ay! –decía el buen Francisco- bien decía yo que la cosa no estaba ya ni pa Obispo ni pa obediencia, sino pa juí ca uno pa ande pudiese!

Salimos por el agujero al patio de una señora y de allí al campo por una puerta falsa que tenía aquella casa. El buen Francisco, nos condujo a unas tapias que había por allí; con indecible trabajo las saltamos y caímos en un pajar. A fuerza de ruegos nos admitieron; aunque no querían, porque decían que los comprometíamos. Allí nos despojamos de nuestro santo hábito, y vestidas de seglares aunque muy comprometidas, pasamos a una casa contigua, que no estaban allí los dueños; y entrando en una habitación, consumimos las Sagradas Formas… ¡Ay, Jesús del alma! ¡Qué momentos tan emocionantes aquellos!... ¡Terribles amarguras! ¡Bendito seas!...

Una tropa de forajidos llegó al Convento, y al no encontrarnos allí, buscaron al buen Francisco, preguntándole con grande rabia por las ¡¡monjas!!

-¿Y qué me icíis a mí? ¡Yo no estaba con ellas! Habrán juío como haigan podío. Tos queremo salvar la pellica, a ande quiera que sea se habrán metío; y no me preguntéi má que no lo sé.

Y el buen hortelano se quedó diciendo:

-No tenéi vosotros la curpa, sino lo que han dío po vosotros.

Es cierto que Hinojosa obró en perjuicio propio porque los obreros de Hinojosa fueron por los mineros del Terrible para armar la revolución. ¡Y qué horrible la formaron!

Nosotras salimos de aquella casa repartiéndonos entre las familias y personas conocidas. Había un pánico horroroso…".

En el año 2010, con motivo del centenario de su muerte se inauguró en el museo Etnográfico de Hinojosa del Duque (Córdoba) una exposición sobre su figura.

Así continúa narrando Madre Espíritu Santo Gil Díaz (1873-1962), Abadesa de las Concepcionistas de Hinojosa del Duque (Córdoba) los sucesos del verano de 1936:

“Nosotras salimos de aquella casa repartiéndonos entre las familias y personas conocidas. Había un pánico horroroso… No se podía andar por las calles… Al paso, encontrábamos hogueras… quemando ropas, libros y ornamentos de sacerdotes… Momentos antes de pasar nosotras, llevaba aquella turba infernal a un sacerdote atado (se trataba de don Francisco Márquez), dándole cruel martirio; los cadáveres se encontraban tirados en las calles; ¿qué será el infierno?

Eran las siete de la tarde, no podíamos olvidar nuestro amadísimo Convento; deseábamos ver qué habían hecho en él aquellas terribles fieras, y quizás aturdidas y atolondradas por aquel desquiciamiento y aquellas amarguras, dos de nosotras tuvimos el valor de ir a verlo, y ver si podíamos recoger las llaves de la puerta reglar. Entramos por la iglesia, tuvimos que pasar por la tumba de nuestra Madre del alma (se refiere a Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda, protagonista de estos artículos)… le echamos una mirada de esas… que por lo expresivas y amorosas nada pueden decir sino quedar ahogadas en el corazón… ¡adiós!... ¡Adiós Madre del alma!... ¡adiós!... Ignorábamos que hubiéramos podido añadir ¡para siempre!... porque de haberlo sabido, tal vez no hubiéramos podido resistir la fuerza del dolor…

Nos vio, dese su casa, donde estaba oculto, don Ángel de Tena, párroco de San Isidro, que era un verdadero padre para la Comunidad, y a pesar del grandísimo peligro, salió a ponerse a nuestro lado.

-¿A dónde vais?... ¿tenéis valor?...

-¡Padre!... ¡Padre, a ver qué han hecho en el Convento!

-Yo os acompañaré.

Entró con nosotros, y vimos que aquellas fieras no habían tenido tiempo de desahogar su furia. Fuimos a la cocina, retiramos la comida que estaba dispuesta para la Comunidad; cerramos algunas puertas y, con un miedo horroroso, nos apresuramos a salir. Como la Clausura había que cerrarla por dentro, rogamos a don Ángel que cerrara la puerta del Convento y saliera por la iglesia, que en la calle le esperábamos, para que nos entregara las llaves. Así lo hicimos, pero al tiempo de salir se oyeron gritos de alarma:

-¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!...

No tenían que venir, pues estaban aquí, recogiendo hombres en camiones para matarlos. ¡Qué terror!... Unos corriendo… otros saltando por los tejados…; aquello era una horrible confusión… Nosotras dos corrimos precipitadamente, para entrarnos en una casa y… ya no pudimos ver a nuestro bondadoso don Ángel… ni él pudo entregarnos las llaves del Convento. ¡Qué días tan horrorosos!...

Desde aquel día el Convento quedó en poder de aquellas hordas satánicas…

SIERVO DE DIOS ÁNGEL DE TENA Y MARTÍN

Había nacido en Benquerencia (Badajoz) el nueve de septiembre de 1883. Tenía 53 años cuando sufrió el martirio. Después de tenerlo encarcelado, haciéndole sufrir terribles tormentos, fue martirizado junto a otros 38, en Hinojosa del Duque (Córdoba) el 25 de agosto de 1936. Se les llevó a campo abierto, para fusilarlos y meterlos en una zanja. Como don Ángel levantara el brazo para absolverlos a todos, le dieron un tiro en el brazo derecho, y él con grande firmeza, contestó:

-Me queda el izquierdo para poder absolver.

Lo sepultaron en aquella zanja, y para completar el número de 40, echaron también un perro, según declararan los mismos criminales; y cuando los echaron, aún tenía vida, como dijeron personas buenas que andaban por aquellos campos y oían los alaridos de los moribundos.

http://www.testigosdecristo.org/testigosdecristo4.php?tc=221&indice=fechamartirio&pos=75

Respecto a las grandísimas penas y amarguras de las religiosas, sólo diremos que fueron terribles, perseguidas de día y de noche, amenazadas de muerte, llevadas al Comité rojo, etc. Durante las evacuaciones en los campos murieron nueve religiosas, teniendo la grandísima pena de ver caer a una bajo la metralla de las bombas y sufriendo amarguras de ver que, estando agonizante, se la llevaron los rusos en una ambulancia al pueblo de Belalcázar, y allí murió, aunque por alguna influencia con gente roja, pudimos conseguir que, ya difunta, la trajeran al cementerio de esta población. Era una joven de Córdoba, muy útil y necesaria para la Comunidad…

EL CUERPO FUE QUEMADO

En una mañana de aquellos días infernales y revoltosos, los chicos salieron a la calle gritando:

-Están quemando una monja que está entera.

Por las ventanas de la sacristía de la iglesia salía humo, y la vecindad olía a carne quemada… El Convento estaba ocupado por la Caballería roja…

Por más investigaciones que se quisieron hacer, nada se supo con seguridad. Los que podían saber algo, no se atrevían a decir nada, por miedo y por temor. Luego las monjas lo verían con sus propios ojos.

Se deduce que el cuerpo enterrado en 1910 estaba incorrupto y por eso, al quemar el cuerpo de Madre Teresa, olía a carne quemada…

Cómo fue no se supo. Que sucedió está más que probado.

Para terminar una notas de las circulares escritas por la Abadesa de Hinojosa.

DICIEMBRE DE 1937

Madre Espíritu Santo Gil Díaz desde Ciudad Real, con fecha del 16 de julio de 1939, escribe una circular en la que puede leerse:

“… después de estar once meses detenida e incomunicada, aprovechando la coincidencia de un bombardeo, pude escapar y venir a Ciudad Real con mi familia que reside aquí, gracias a la Abadesa de esta Comunidad de Ciudad Real, que tuvo el valor de hacer un viaje a Hinojosa para sacarme de aquellos peligros, en la forma y modo que con la ayuda de Dios le fue posible. He permanecido aquí varios meses sin poder olvidar el querido Convento de Hinojosa (hoy todavía Cuartel de Caballería). El edificio se conserva, pero muy destrozado y lo mismo la iglesia, se necesita mucho para ir arreglando siquiera lo más necesario para poder habitar en él. El mes de junio, lo he pasado en Hinojosa y… ¡cuántas lágrimas he vertido cada vez que los militares con indecible bondad me introducen en él y veía el estado en que se encuentra! ¡Qué lástima! ¡Cuánta destrucción ha hecho la barbarie roja!... ¿Y vuestra Margarita?... Comprendo el anhelo que tenéis en saber de ella, pues veo el interés con que casi todas me habéis preguntado. ¡Qué pena me da el decíroslo hermanas de mi alma…! ¡Nos la han robado!

La Capilla preciosa donde se encontraba el sepulcro toda destrozada y el sepulcro vacío, sin señales de cajas de zinc, ni de madera, ni de nada. ¡Qué pena!... A pesar del interés y diligencia del Sr. Juez militar, solo se ha podido averiguar, que la vecindad vio salir humo por las puertas y ventanas de la iglesia y los chicos decían en la calle: están quemando a una monja que está entera. Un joven dice que vio echar restos en el sepulcro de su hermano, nuestro padre don Francisco Romero. Se procedió a la apertura de dicho sepulcro y se encontraron la caja de zinc y madera violadas y los restos carbonizados. Solo el bonete con la borla de canónigo se encuentra ileso, es cuestión de un detenido examen para averiguar si los restos de Nuestra Madre Teresa se encuentran allí revueltos. Única esperanza que nos queda. Desde luego al Cementerio de la población no los llevaron, esto según dicen, fue en diciembre de 1937.

No quiero contaros más penas, hermanas de mi alma… La Comunidad se encuentra dispersa. Cada religiosa con su respectiva familia, hasta que Dios quiera… Ya sabréis que nuestra Casa Madre también fue destruida y la Comunidad dispersa…”.

En otra circular, del 26 de abril de 1941, Madre Espíritu Santo comunica que:

“Ahora os diré que, para la investigación y reconocimiento de los restos de M. Teresa, que con tanto interés deseáis y deseamos, se ha designado el 20 de junio, víspera del Sagrado Corazón. Ahora se verán si fueron hechos cenizas, o fueron echados en el sepulcro de su hermano don Francisco, como se deduce de algunas declaraciones”.

Nunca se pudo aclarar. Sólo quedó el relato verbal de que “se había quemado a una monja” y que al regreso de la Comunidad todo había sido profanado. Se conservase o no con mayor o menor grado de incorrupción, se trata, de otro cuerpo más profanado en los días de la persecución religiosa española.

Jorge López Teulón

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