domingo, 2 de junio de 2013

DADLES VOSOTROS DE COMER


"Pero cuando la gente lo supo, le siguieron; y Jesús los recibió, les habló del reino de Dios y sanó a los enfermos.

Cuando ya comenzaba a hacerse tarde, se acercaron a Jesús los doce discípulos y le dijeron:

– Despide a la gente, para que vayan a descansar y a buscar comida por las aldeas y los campos cercanos, porque en este lugar no hay nada.

Jesús les dijo:

– Dadles vosotros de comer.

Contestaron:

– No tenemos más que cinco panes y dos peces, a menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente.

Eran unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos:

– Haced que se sienten en grupos, como de cincuenta en cincuenta.

Así lo hicieron, y se sentaron todos. Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo dio gracias a Dios, los partió y los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía llenaron doce canastas con los trozos que sobraron."

La gente había seguido a Jesús. Él les había hablado, y como siempre, había sanado a los enfermos. Los discípulos quieren despedirlos para que coman. La respuesta de Jesús es:

- Dadles vosotros de comer.

No es encontramos ante un texto que habla de la Eucaristía. Una Eucaristía que no es sólo oración personal, acoger a Jesús en nuestro interior, sino que es también compartir. Una Eucaristía que se alarga a toda la jornada. Una Eucaristía que no sólo está en el pan y el vino, sino en todas las cosas, cuando sabemos ver la presencia de Dios en ellas.

La Eucaristía nos pide compartir, cuidarnos de todos, amar. Desgraciadamente la hemos reducido a un rito o a una devoción personal. Un rito que es estéril si luego, a lo largo del día, no se hace presente en cada momento de nuestra vida. La Eucaristía es el memorial de la entrega de amor de Jesús a todos los hombres y lo transformamos en mera hipocresía si luego no se transforma en una vida de caridad y de justicia. La orden de "dadles vosotros de comer", a la vista de lo que tenían los apóstoles, cinco panes y dos paces, parece ilógica. Sin embargo, repartidos bastaron para que comiera la multitud. En esta época de crisis, ante las necesidades de tanta gente, podemos decir que sólo tenemos cinco panes y dos peces. Quizá si nos decidimos a compartir, descubriremos que hay para todos. Porque no sólo hay que repartir alimento. Sobre todo hay que repartir amor. Así, seguro que nadie quedará sin nada.

 
Joan Josep Tamburini

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