Soledad...y silencio. Los discípulos se han
escondido y se sienten solos. Han perdido su razón de vivir...Lo han dejado
perder. No han sabido defenderlo.
El Sábado Santo es el día de la soledad. El
sagrario de las iglesias está vacío...Es el día del silencio de Dios. El día de
todos aquellos que buscan un sentido a sus vidas y no lo encuentran.
El día de todos aquellos que han perdido la razón
para vivir.
El día de todos aquellos que se sienten cobardes,
incapaces de luchar por un mundo mejor.
El día de todos aquellos que sienten abandonados,
perdidos, rechazados...
María abrazó al bajar de la cruz, por última vez el
cuerpo de su Hijo. Aquel cuerpo que tuvo por primera vez entre tus brazos en
Belén. Aquel Hijo que amamantó tantas veces, que lavó, que vistió...María
representa a todas las madres que han perdido un hijo. A todas las madres de
hijos incomprendidos, rechazados, condenados por la sociedad...
Pero María guardaba todas las cosas en su corazón.
No acababa de comprender...pero ella estaba segura de que allí no acababa todo.
María esperaba el alba...
Cuando nos sintamos solos, perdidos, abandonados,
será bueno recordar el Sábado Santo. Y, como María, esperar el alba que ya se
acerca, que despunta en el horizonte...El alba que nos traerá la Vida, el Amor,
el gozo de vivir para los demás. El alba que nos indica, que tras la cruz,
viene siempre la Vida...
Enviat per Joan Josep Tamburini
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