martes, 26 de marzo de 2013

¿REALMENTE RESUCITÓ JESÚS?


La Resurrección es un hecho histórico, del cual la Iglesia es el mejor testimonio. La primera comunidad de creyentes no habría tenido fuerza ni organización sin la llegada de este acontecimiento renovador de la esperanza y del gozo.


Muy fácil es decir “¡Cristo ha resucitado!” sin aceptar confiadamente el hecho histórico de la Resurrección de Cristo. El hecho de interpretar la historia de la Resurrección como un mito o cuento pone en riesgo la creencia de que Cristo es verdadero Dios. Sin embargo, la fe de los cristianos tiene su pilar más importante en la Resurrección, que fue un hecho histórico, no un mito ni metáfora.

¿Resucitó verdaderamente Cristo? Muchos arqueólogos e historiadores de las religiones dirán que no; que la Resurrección es sólo una historia para justificar la fundación del cristianismo. Otros dirán que es sólo una imagen de renovación natural y humana, recuperada de las antiguas religiones orientales. ¿Carece entonces la Resurrección de un fundamento histórico? Parece que esta pregunta se puede resolver desde el ámbito social de la naciente Iglesia, pues la Resurrección de Cristo no es una creencia impuesta por una autoridad religiosa humana, sino que es un hecho que sorprende y da esperanza a toda una comunidad decepcionada y dispersa.

LA IGLESIA, TESTIGO DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

Parece que la Resurrección de Cristo es un mito hecho para legitimar la fundación del Cristianismo. Sin embargo, hay un problema en esta propuesta, pues si la Resurrección hubiese sido un mito formulado por una autoridad humana, la Iglesia como comunidad habría durado poco, sin dar testimonios de vida en los martirios y persecuciones.

Recordemos la actitud de los apóstoles reportada en el Evangelio luego de la Crucifixión: tenían miedo de salir de la casa donde se encontraban por miedo a los judíos y a sufrir la misma suerte que Jesús. (Cfr. Jn 20, 19-23) Los discípulos estaban confundidos y se sentían defraudados: su Mesías estaba muerto, Pedro había huido, Judas se había colgado y casi todos habían mostrado su cobardía con su ausencia ante los tormentos de Jesús. Quizás esta comunidad de hombres temerosos y angustiados pudo haber inventado la creencia de que Jesús vivía y había salido del sepulcro, a fin de dar sentido a los sufrimientos vividos y poder retomar su itinerario luego del fracaso de la cruz.

Ante esta posibilidad se presentan los testimonios de la primera Iglesia recogidos en los Hechos de los Apóstoles. La comunidad de discípulos desencantados y temerosos retoma su fuerza ante la presencia renovada de Jesús, a quien ya no sólo se le da el título de Maestro, sino de Señor. La actitud de los Apóstoles se transforma de la tristeza al gozo esperanzado, fundado en la presencia viva de Jesús. Poco habría durado una creencia fundamentada en mitos humanos: los apóstoles habrían visto que sus ideas no tenían ningún sentido si en verdad Jesús no hubiera resucitado. Igualmente los nuevos discípulos habrían pedido pruebas, pero la mayor de estas: el gozo en la verdad, se habría disipado desde los inicios.

Además resulta improbable que un grupo de hombres perseguidos se hubiera lanzado a la predicación y al riesgo de perder la propia vida por el mensaje de un hombre muerto, ya que su misma muerte sería una derrota, puesto que se había proclamado rey y había muerto como un delincuente.

Por otra parte, un reducido grupo no habría tenido seguidores si los mismos no hubiesen visto signos de una fundamentación fuerte de las creencias que iban a tomar. Sin embargo, los testimonios de los Hechos de los Apóstoles y de algunos historiadores latinos como Flavio Josefo y Plinio el Joven indican que el cristianismo se expandió rápidamente y con éxito por el Imperio Romano. Con razón decían los sacerdotes judíos sobre los apóstoles cristianos “Por tanto, en este caso os digo: no tengáis nada que ver con estos hombres y dejadlos en paz, porque si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlos; no sea que os halléis luchando contra Dios.” (Hch 5, 38-39)

Es así que, si la Resurrección ha sido propuesta por un reducido grupo para justificar el cristianismo, éste no tendría fuerzas desde su inicio, debido a la falta de testimonios fuertes y perdurables. Los testimonios se dieron, y con tal magnitud que trascendieron martirios y persecuciones. Con base en estos testimonios duros podemos creer en la resurrección de Jesús, manifestada a una comunidad viva, la cual fue trasformada desde su raíz por la presencia viva de Jesús.

Gabriel González Nares

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