La metáfora de la noche oscura de
Juan de la Cruz nos recuerda que la experiencia del amor de Dios no es siempre
una experiencia punta de la unión de toda la creación.
En el final de nuestras vidas,
nos enfrentamos a Revivir el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, en
toda su Verdad...
En la noche oscura el amor de
Dios se acerca de una manera que parece negarnos.
En la noche parece que Dios está contra nosotros. Pero Juan sostiene que nada en el amor es
oscuro o destructivo, pero por
quienes somos y por la purificación que necesitamos se experimenta el amor como
oscuro.
En algunos momentos de la vida
cuando se desvanecen las consolaciones y Orar es imposible.
El deseo está aún presente pero
se ha agotado buscando liberarse de los ídolos. Todas las sinfonías de la vida permanecen
inconclusas. En cada relación, en cada posesión en algún momento surgirá esa sensación de carencia.
Esta frustración del deseo y la atracción por algo
más allá, es la inquietud que causa la continua invitación de Dios a una unión
más profunda.
Cuando los dioses mueren durante la noche, se
eclipsa la personalidad. No se puede distinguir los símbolos de dioses de los
símbolos que representan al ser humano.
Cuando una persona pierde su Dios-símbolo la personalidad comienza
a desintegrarse. Esta afección oscura permanece hasta que emerge un nuevo símbolo-Dios o se establece
una nueva relación con el símbolo-Dios
antiguo.
El consejo que da Juan de la Cruz
durante estas crisis en la vida es de
mucha ayuda. Nos asegura que el amor de
Dios está en algún lugar presente en medio de los desechos de la vida,
pero que inicialmente no será experimentado como amor.
Se aconseja mucha paciencia,
confianza y perseverancia.
Esta actividad amorosa de Dios
nos libera de los ídolos y restablece la salud de nuestras almas
Los "dioses"
se mueren en la noche y el alma
necesita pasar por un proceso de sufrimiento.
El camino incorrecto sería
solucionar o sanar esta condición artificialmente, o negarla totalmente.
Se aconseja enfrentar la condición, entrar en ella con paciencia, y allí donde el
corazón esté luchando con más fuerza estar atentos a la llegada del amor.
Juan de la Cruz, nos invita a una "atención amorosa" en la oscuridad; es tiempo de ser un
guardián en la noche.
La contemplación es una apertura al amor
transformante de Dios, especialmente cuando éste aparece disfrazado.
La intensa experiencia que Juan de la Cruz, llama la noche
del espíritu, es simultáneamente
una fuerte experiencia de nuestro pecado, de la finitud de nuestra condición humana, y la siempre emergente trascendencia de Dios.
Mientras se está en esta condición las palabras carecen de significado. Es
tiempo de "moler el polvo".
Todo lo que uno puede hacer es realizar el próximo acto de amor que se
presente.
En el desierto el peregrino continúa su viaje
existencial, apoyado en una verdadera fe bíblica. Sólo esta fe purificada es el
contexto en el que se puede dar una relación con Dios.
Como le pasó a Teresa de Lisieux que su pensamiento
sobre el cielo se le desvaneció, al peregrino que ya no posee el objeto de su
esperanza, se le recuerda que la esperanza es aquello que aún no posee.
La noche se ha convertido en una experiencia
iluminadora y en una guía más veraz que el día. La llama que una vez ardió
ahora es cauterizada y sanada. Y la
ausencia que lo llevó a la búsqueda del Amado se revela como una Presencia
compasiva escondida en su anhelo.
UNA NUEVA ESPIRITUALIDAD.
Debemos empezar una "nueva espiritualidad" para complementar la "nueva evangelización".
¿Surgirá esa nueva espiritualidad del creciente
conocimiento que va teniendo de las realidades que la gente experimenta
alrededor del mundo?
Nuestra época
ha conocido tiempos de sufrimiento que nos han hecho comprender mejor
esta expresión y darle un cierto carácter colectivo.
Nuestra época habla del silencio o de la ausencia de Dios. Ha conocido tantas
calamidades, tantos sufrimientos infligidos por las guerras y por las matanzas
de tantos seres inocentes.
El término noche oscura ahora lo
usamos para todo lo de la vida y no sólo para una fase del viaje espiritual.
Se recurre a la doctrina del santo como respuesta a
este misterio insondable del sufrimiento humano.
Me refiero al
mundo específico del sufrimiento....Sufrimiento físico, moral, espiritual, como la enfermedad- como las
plagas del hambre, la guerra, la injusticia, la soledad, la falta de sentido de
la vida, la fragilidad de la existencia humana, el doloroso conocimiento del
pecado, la aparente ausencia de Dios, y son para el creyente experiencias
purificadoras a las que se les puede llamar noche de la fe.
A esta experiencia San Juan de la Cruz le ha dado
el nombre simbólico y evocador de noche
oscura, y la refiere explícitamente a la inquietante oscuridad del misterio de la fe.
Él no intenta darle respuesta al terrible problema
del sufrimiento en el orden especulativo pero a la luz de las Escrituras y de
la experiencia descubre algo de la maravillosa transformación que Dios efectúa
en la oscuridad, puesto que, "...cómo sabe él tan sabia y hermosamente
sacar de los males bienes..." Cant. B 23: 5).
En el final de nuestras vidas,
nos enfrentamos a vivir el misterio de la muerte y resurrección de Jesús en
toda su verdad.
No tenemos respuesta para el
misterio del mal. Hemos recorrido el camino
difícil y ofrecemos una palabra de
esperanza para el peregrino que sufre.
El sufrimiento profundo y las experiencias de lo trágico en la vida son parte de la experiencia
de cada persona.
Las limitaciones de nuestra
condición humana y las fuerzas destructivas
presentes en el mundo con frecuencia
atacan nuestra fe.
A pesar de la evidencia contraria, el Amor de Dios
está siempre presente aún en los desechos de nuestras vidas.
Brindamos un análisis particular y poderoso del impacto del amor de Dios en el espíritu
humano y en la personalidad.
Invitamos a una relación más profunda, al
peregrino, se le desafía a dejar todos los apoyos y a caminar confiadamente
hacia el futuro de Dios.
Un cristiano con frecuencia
experimenta ataques tanto en el espíritu como en la sigue mientras se va haciendo
al ambiente divino.
Ofrecemos un lenguaje y unas imágenes expresivas
para estos sufrimientos, y es muy elocuente en recomendar una vigilia
silenciosa para esperar la llegada de Dios.
Todos los Santos confiaron en el
sufrimiento, y con frecuencia expresaron su anhelo de llevar la cruz en su
discipulado.
Sin embargo, este deseo de
sufrimiento, tiene significado en el contexto de respuesta amorosa a las iniciativas
del amor de Dios.
El sufrimiento de Jesús en la
cruz nació del amor y no del amor al sufrimiento.
¿Cuál ha sido mi experiencia de
caminar por el camino oscuro? ¿He dejado otros caminos conocidos para ser
conducido por un camino no elegido por mí?
¿Qué fue aquello que más me
ayudó?
¿Cómo procedo cuando el camino no
está claro?
¿Qué consuelo ofrezco a la gente
que vive situaciones dolorosas?
¿Cómo debo responder a la "noche
oscura" que sufre tanta gente en el mundo?
¿Podría ser esto parte de la "nueva espiritualidad" a que estamos llamados todos los hombres en el Mundo?
Un corazón puro - La
transformación del deseo.
Unión con Dios.
La espiritualidad carmelita con frecuencia ha sido
presentada como una "alta"
y rara espiritualidad sólo para unos pocos elegidos.
A veces, también se presenta como uniones elevadas y extáticas, o como
fuertes sufrimientos más intensos que los problemas normales de la vida.
Los senderos de posesiones materiales y
espirituales no llegan a la cima, sólo son el sendero en medio de las nadas se
abre a la cima donde Dios es nada y todo.
Además de viajar a través de la noche o subir una
montaña, Juan utiliza otra imagen para describir el viaje. Escribe que "el centro del alma es Dios" y
que nuestro viaje en la vida es hacia ese centro.
Pero en lugar de concebir un centro distante que requiere
un arduo viaje, Juan dice que aún con el primer grado del amor estamos en ese
centro.
Con un grado de deseo, de anhelo, de esperanza,
aunque sea difícil expresarlos.
Lo que existe es un mundo lleno de gracia, desde el
comienzo, creación y redención van juntas de la mano.
En otras palabras, nuestras vidas están impregnadas
de la presencia amorosa, vivificante y sanadora de Dios, es decir, de la gracia
increada. En lugar de buscar un centro escondido y distante, ese centro se ha acercado a nosotros.
Entonces, ¿qué
es el viaje?, El viaje es entrar en la profundidad de Dios.
Pero estamos unidos con Dios a lo largo de todo el
camino porque la divinización es un
proceso continuo. Así, la meta d es una que se va realizando en cada alma que desea más.
"Y ahora te despiertas en mi
corazón, donde en secreto moras", Pero sé
que no fuiste "tú" quien
se despertó, sino que fui yo quien despertó al amor siempre presente y siempre
a mi alcance.
Este despertar, y el cambio que
se produce en la vida de la persona, es un
llamado por Dios. Podemos llegar a la conclusión de que muchos y tantos otros
han llegado a la "cima"
de la Santidad de Vida.
Y se llega a la cima, no sólo
cuando una persona se extasía en la iglesia, sino cuando una vida expresa más y
más la voluntad de Dios.
Querer lo que Dios quiere de Mí....
... El propósito de la oración es
conformarse con la Voluntad de Dios, escribió Teresa de Ávila.
La persona orante
está cada vez más en unión con Dios y esta unión se expresa en que la persona más y más desea lo que Dios
desea.
Nosotros no nos hacemos más fuertes a través de la
ascética y por tanto luchando por someter nuestra voluntad a la voluntad de
Dios.
No, el amor de Dios nos invita a
la transformación de nuestro deseo para que nosotros deseemos lo que Dios
desea; queremos lo que Dios quiere, "donde lo que tú quieres que pida
pido, y lo que no quieres no quiero, ni aun puedo, ni me pasa por pensamiento
querer."
La divinización es la participación gradual en el conocimiento y el amor de Dios.
El hombre queda así transformado que
todos sus modos de vivir se convierten en expresión de la voluntad de Dios.
Si podemos interpretar lo que Jesús dijo, que la
voluntad de Dios es el bienestar de la humanidad, entonces la persona orante
vive más allá de ese bienestar.
En otras palabras, la persona
transformada y divinizada vive de una forma que coopera con el reino presente y
venidero de Dios.
Estas personas son difíciles de
identificar. Una persona que vive desde su
centro, vive en la voluntad de Dios. Dice que mientras otros ayunan, ellos
comen; mientras otros están en vigilia, ellos duermen; mientras otros oran
ellos están en silencio.
Después de todo, cuál es el propósito de la vigilia, de la oración, del ayuno, si no es vivir del centro del alma que es
Dios. Nuestro peregrinar nunca acaba de este lado de la muerte. El tema
es, la absoluta humanización de la persona transformada.
Teresa de Ávila, nos dice que
estas personas no están continuamente conscientes de su vida espiritual.
La interioridad se convierte cada vez menos en un punto de enfoque.
Ni Dios les preocupa, porque del modo que viven expresan su relación con
Dios. La meta nunca fue llegar a ser un contemplativo, o un santo, o
tener una vida espiritual. La meta
siempre fue querer lo que Dios quiere, en una consonancia de deseo.
"Estas breves indicaciones las he escrito con
el fin de establecer para todos
nosotros la fórmula de vida, según la cual habréis de conduciros.
Si alguno está dispuesto a dar
más, el Señor mismo, cuando vuelva, se lo recompensará."
Debemos ser como el Buen Samaritano. Debemos asumir
también el papel del posadero, cuando un forastero trae un hombre apaleado para
que lo cuide. El forastero le pide al posadero que cuide de aquel hombre
apaleado y si gasta algo más, esto es, si hace más, el forastero se lo pagará
cuando vuelva.
El forastero, Cristo, nos pide que cuidemos de Su gente durante su
ausencia. Aunque el huésped no es esperado y el orden de la casa es alterado,
el posadero obedientemente se ocupa del hombre herido, quizás sin envolverse
emocional o personalmente, y con muy poca satisfacción.
Toda entrega auténtica es
esencialmente oscura. La Presencia que se encuentra en
lo profundo del corazón de todos nosotros es una noche que guía, una llama que
sana, una ausencia reveladora.
Nuestra espiritualidad no debe ser de un ascetismo
heroico pero sí del Amor de Dios que conquista y toca cada corazón y lo ha hace
adolecer, de otro modo no estaríamos aquí.
Asumiendo que cumpliendo la voluntad de Dios, nos sentimos como en casa, es decir, en los
brazos de Dios, y a la vez
siempre necesitados de su misericordia, nuestro deber es hacer asequible
todas cosas materiales y espirituales para ayudar a nuestros hermanos y
hermanas a "ver" y "oír" la presencia de Dios en sus vidas, con Visión
sobrenatural.
Para mantener viva esta llama en los otros,
parecería correcto que nosotros primero
la hayamos aceptado en nuestras vidas.
Si escuchamos nuestros corazones, conoceremos los
corazones de la gente con la que trabajamos y le serviremos mejor.
Desempolvemos cualquier vocación de servicio de
trabajo y efecto esperando convertirnos en una llama, una llama que anhela la totalidad, la paz, la seguridad, el gozo, la
unidad y que encuentra su mejor expresión en el servicio a nuestros hermanos y
hermanas.
Para eso vinimos. Para eso
estamos aquí.
Debemos ser exploradores del lugar secreto donde
Dios habita, ese lugar del espíritu humano donde el Misterio se dirige al
espíritu. Debemos honrar esa
privilegiada relación entre criatura y Creador.
Los místicos de todos los tiempos, han usado las
imágenes de los desposorios y, con frecuencia, la historia de amor del Cantar
de los Cantares para captar la intimidad del encuentro. El paisaje del Cantar
comienza a darle forma a la "tierra
del Carmelo."
El propósito de la oración es la
conformidad con la voluntad de Dios nos dice Teresa de Ávila. En esta
relación los deseos del peregrino son transformados de tal manera que cada vez
más el cristiano exprese en su vida aquellos deseos que están conformes con los
deseos de Dios.
Si decimos que la meta del amor de
Dios es el bienestar de la humanidad, entonces el cristiano transformado vive
de una manera que naturalmente coopera con el reino de Dios.
¿Quiénes son las personas
verdaderamente santas en mi experiencia?
¿Cómo son?
¿Entiendo la vida espiritual como
un ascenso heroico, o como un despertar a un amor que brota del centro de mi
ser?
¿Estoy dispuesto a confiar, de un
modo práctico, que el amor de Dios es gratuito, imposible de ser ganado?
¿Existen maneras sutiles en que
intento asegurar mi valía?
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