Ayer, mientras acompañaba a un enfermo en las urgencias del Hospital del Mar (por cierto, ¿alguien puede decirme dónde he de sugerir que pongan una silla para el acompañante y no lo condenen a pasarse todo el día de pié?), leí esta frase:
"Envejecer es renunciar a que lo imprevisto se introduzca en la vida de nuestras personas."
Y es cierto, con los años, nos molestan cada vez más los cambios. Los que cuidamos ancianos hacemos todo lo posible para que en su vida surjan los menos imprevistos posibles. Pero el huir de los cambios tiene el peligro de sumirnos en la monotonía; de hacer de nuestra vida una pura rutina sin aliciente alguno. El anciano que cada mañana al levantarse, espera con alegría y esperanza lo nuevo que le deparará la jornada, es joven de espíritu.
Tengo una amiga, que les está entrando en este problema. Le cuesta salir de casa. Aunque sus amistades vengan a buscarla, encuentra mil excusas para no moverse. Pero es que ya ni sus libros, ni internet, ni nada de lo que antes le gustaba le atraen ya. Es peligroso caer en esta dinámica. Porque aboca directamente en perder las ganas de vivir. Acaba uno esperando la muerte sentado en un sillón. Y a los 65 años todavía queda mucho por hacer y muchos imprevistos por disfrutar.
Espero que mi amiga hoy tenga fuerzas para abrir el ordenador...
Joan Josep Tamburini
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