Para unos significa pedir ciertas “cosas” – salud o
éxito –.
Para otros
significa arrepentimiento, implorar la misericordia de Dios por sus pecados e
infidelidades. La oración es alabanza y acción de gracias para muchos y para la
mayoría es un llanto en momentos de angustia.
La oración
es todas estas cosas, pero es más que eso. Es una unión de amor: el amor de
Dios y tu amor; es un recordatorio del amor de Dios por ti, su amor personal.
Para entender este amor, dedica unos momentos a los siguientes pensamientos:
1. Dios me ama como si nadie más
existiera.
2. Su amor por mí está más allá de lo descriptivo.
3. Él me conocía y me amó antes de la creación.
4. Soy importante para Dios; por ello, Él envió a su Hijo para vivir y morir por mí.
5. En el Bautismo Él me hizo su
morada en la tierra.2. Su amor por mí está más allá de lo descriptivo.
3. Él me conocía y me amó antes de la creación.
4. Soy importante para Dios; por ello, Él envió a su Hijo para vivir y morir por mí.
6. Él alimenta mi alma con su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía.
7. Dios mora en mí y espera con ansias mis expresiones de amor.
Lecturas de
la Escritura: (Léelo piadosamente)
«Con amor
eterno te he amado; por eso he reservado gracia para ti» (Jer. 31,3)
«Antes de
haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te
tenía consagrado... No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte»
(Jer. 1,1)
«¿Acaso
olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas?
Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de
mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente».
(Isaías 49,15)
(Isaías 49,15)
«Hasta
vuestra vejez, yo seré el mismo, hasta que se os vuelva el pelo blanco, yo os
llevaré. Ya lo tengo hecho, yo me encargaré, yo me encargo de ello, yo os
salvaré». (Isaías 46, 4)
ARREPENTIMIENTO
Mientras
comienzo a comprender el inmenso amor de Dios, siento una necesidad de devolver
ese amor – un deseo de ser limpiado de todo lo que hay dentro de mí que no se
parezca a Dios. Miro la imagen perfecta del Padre, Cristo, y me doy cuenta de
que no me parezco a Él. La semejanza es débil y quiero que sea cada vez más
perfecta.
¿Qué hago, qué se interpone en el
camino para hacerme otro Cristo? Cristo está dentro de mí, esperando que lo
deje iluminar mi camino. ¿Qué nubes oscuras están entre Cristo y yo, impidiendo
a mi prójimo ver al Hijo de Dios?
POR UNOS MOMENTOS COMPARÉMONOS CON
CRISTO.
Estoy
orgulloso, atribuyo todo lo que hago a mí mismo, a mis talentos, mi éxito, mis
trabajos, pero Jesús dio todo el crédito al Padre. Él dijo: «El Hijo no puede
hacer nada por su cuenta» (Juan 5,19), entonces yo irradiaré a Cristo
reconociendo que todo lo bueno en mí viene de Jesús. (Pausa)
Soy crítico,
encuentro culpa en mi prójimo, juzgando sus motivos, pero Jesús dijo «si hay
uno entre vosotros que no tenga pecado, que tire la primera piedra» (Juan 8,7).
Soy
temeroso: temo a la muerte, la soledad, la enfermedad, el fracaso y el futuro.
Pero Jesús dijo «No se turbe vuestro corazón, pues yo voy a prepararles un
lugar» (Juan 14,1). «Vengan a mí... y yo os daré descanso» (Mt. 11, 28),
entonces irradiaré a Cristo actuando según su Palabra y teniendo la seguridad
de que Él cuidará de mí. (Pausa)
Encuentro
difícil perdonar y olvidar, pero Jesús dijo «Que si vosotros perdonáis a los
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras
ofensas» (Mat. 6, 14-16), entonces irradiaré a Cristo, siendo el primero en
perdonar y mostrar con un gesto de reconciliación que he perdonado. (Pausa)
Reflexión
Acabas de
comparar tus acciones con las acciones de Jesús. Ahora durante unos momentos
dale al Espíritu la oportunidad de llevarse tus cargas interiores y memorias
inquietantes, aquellos sentimientos que te impiden irradiar totalmente a
Cristo. Cierra tus ojos y toma a Jesús de la mano. Mira qué te molesta, pero
míralo con los ojos de Jesús. Mira con Sus ojos; ama con Su Corazón; y perdona
con Su Misericordia.
LECTURAS DE
LA ESCRITURA (LÉELO PIADOSAMENTE)
«Venid,
pues, y disputemos -dice Yahveh-: Así fueren vuestros pecados como la grana,
cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana
quedarán» (Isaías 1,18).
«Yo enseñé a
Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo
cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para
ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y
le daba de comer. ¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? ¿Voy a
dejarte como a Admá, y hacerte semejante a Seboyim? Mi corazón está en mí
trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas» (Oseas 11, 3-4.8)
Con llanto
vienen y con súplicas los devuelvo, los llevo a arroyos de agua por camino
llano, en que no tropiecen (...) y será su alma como huerto empapado, no
volverán a estar ya macilentos (...). Y cambiaré su duelo en regocijo, y les
consolaré y alegraré de su tristeza; empaparé el alma de los sacerdotes de
grasa, y mi pueblo de mi regalo se hartará» (Jeremías 31, 9ss)
«En un
arranque de furor te oculté mi rostro por un instante, pero con amor eterno te
he compadecido - dice Yahveh tu Redentor» (Isaías 54, 8).
ESPERANZA
En el Cielo
veremos a Dios cara a cara –y la fe entonces desaparecerá. En el Cielo
poseeremos a Dios –entonces la esperanza desaparecerá. En el Cielo amaremos a
Dios como Él se ama a sí mismo –entonces el amor permanecerá. La fe, la
esperanza y el amor en la tierra –y la Visión, la Posesión y la Unión con Dios
en el Cielo –no son dos vidas separadas que vivimos, simplemente dos etapas de
la misma vida.
En la tierra
se nos da la Fe —para ver a Dios ahora. En la tierra se nos da la Esperanza —para
poseer a Dios ahora. En la tierra se nos da el Amor —para crecer en la unión
con Dios ahora. El Reino de los Cielos comienza ahora —y varía sólo en grado.
REFLEXIONA
UNOS MOMENTOS SOBRE CADA UNO DE LOS SIGUIENTES
PENSAMIENTOS:
La Santísima
Trinidad hizo su morada en mí en el Bautismo, debo ser consciente de su
Presencia.
Por los
dones del Espíritu Santo, recibidos en la Confirmación, se me dio el poder de
atestiguar, por la santidad de vida, Su Presencia entre nosotros.
Debo aceptar
el poder sanador de la Penitencia, el Sacramento de la Reconciliación, como el
ungüento para mis arraigadas faltas.
¿Soy
consciente de la Presencia Duradera de Jesús en mi alma después de que la
Especie Sagrada de la Eucaristía se ha ido?
Debo
escuchar cuando Dios le habla a mi alma a través de pensamientos buenos,
inspiraciones e intuiciones.
He sido
escogido por Dios para ser Santo; esa es Su Voluntad.
Estoy
destinado a ser feliz para siempre. Debo comenzar ahora –para que todo el Cielo
viva en mí.
LECTURAS DE
LA ESCRITURA: (LÉELO PIADOSAMENTE)
«Pero
llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza
tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros» (2 Cor. 4,7).
«Iluminando
los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que
habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en
herencia a los santos» (Ef. 1, 18).
«Estad
siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que
Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros. No extingáis el Espíritu; no
despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de
todo género de mal. Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que
todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha
hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tes. 5 16-23).
«Mas todos
nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos:
así es como actúa el Señor, que es Espíritu»
(2 Cor. 3, 18).
(2 Cor. 3, 18).
CONSIDERACIÓN:
Si debo amar
a mi prójimo como a mí mismo, primero debo comprender mi propia dignidad: mi
alma es inmortal, fue creada a la imagen y semejanza de Dios, fue redimida por
la vida y la muerte del Hijo de Dios y por la Gracia es la morada de la Santa
Trinidad. Soy un hijo de Dios, destinado a la Gloria Eterna; por lo tanto, soy
importante para Dios por todo lo que Él ha hecho por mí.
LETANÍA
Por crear mi
alma a Tu imagen y semejanza
– Te doy gracias Oh Señor.
Por cuidar de mí como una madre a su único hijo
– Te doy gracias Oh Señor.
Por mantenerme existiendo
– Te doy gracias Oh Señor.
Por darme los tesoros de la naturaleza para mi regocijo
– Te doy gracias Oh Señor.
Por amarme tanto hasta limpiarme
– Te doy gracias Oh Señor.
Por darme Tu Presencia viva en los Sacramentos
– Te doy gracias Oh Señor.
– Te doy gracias Oh Señor.
Por cuidar de mí como una madre a su único hijo
– Te doy gracias Oh Señor.
Por mantenerme existiendo
– Te doy gracias Oh Señor.
Por darme los tesoros de la naturaleza para mi regocijo
– Te doy gracias Oh Señor.
Por amarme tanto hasta limpiarme
– Te doy gracias Oh Señor.
Por darme Tu Presencia viva en los Sacramentos
– Te doy gracias Oh Señor.
MEDITACIÓN:
BAUTISMO
En el
Bautismo recibí la gracia — esa cualidad que me hace compartir la naturaleza
misma de Dios. Si yo pudiera ver un alma vestida con la gracia, sería algo de
tal belleza y esplendor que pensaría que es Dios mismo. Soy santificado con la
santidad misma de Dios. Nunca estoy solo pues poseo siempre dentro de mí a las
Tres Personas Divinas, quienes caminan conmigo y viven en mí.
Mi deber
conmigo mismo consiste en fortalecer mi Fe con un esfuerzo diario por hacerme
más consciente de la Voluntad Divina; en una mayor seguridad (Esperanza) de que
Jesús dará fruto abundante en mí; y en un entendimiento más profundo del Amor
transformante del Espíritu Santo.
Lecturas de
la Escritura: (Léelo piadosamente)
«Yo pasé
junto a ti y te vi agitándote en tu sangre. Y te dije, cuando estabas en tu
sangre: "Vive", y te hice crecer como la hierba de los campos. Tú
creciste, te desarrollaste, y llegaste a la edad núbil. Se formaron tus senos,
tu cabellera creció; pero estabas completamente desnuda. Entonces pasé yo junto
a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde
de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza
contigo - oráculo del señor Yahveh - y tú fuiste mía. Te bañé con agua, lavé la
sangre que te cubría, te ungí con óleo.
Te puse vestidos
recamados, zapatos de cuero fino, una banda de lino fino y un manto de seda. Te
adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar a tu cuello. Puse
un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas, y una espléndida diadema en tu
cabeza. Brillabas así de oro y plata, vestida de lino fino, de seda y
recamados. Flor de harina, miel y aceite era tu alimento. Te hiciste cada día
más hermosa, y llegaste al esplendor de una reina. Tu nombre se difundió entre
las naciones, debido a tu belleza, que era perfecta, gracias al esplendor de
que yo te había revestido - oráculo del Señor Yahveh» (Ezequiel 16, 6-14).
CONSIDERACIÓN:
Cuando
Cristo asumió nuestra naturaleza humana, Él se hizo carne de nuestra carne,
hueso de nuestro hueso — y entonces está en la Familia. Cada miembro de la
familia pertenece de un modo especial a los otros miembros — y a Cristo. Mi
relación con mi familia debe ser de amor y de obediencia humilde. Debo darme
generosamente y totalmente, sin escatimar y sin reserva.
Dios me ha dado
una misión especial en mi Familia, la que sólo yo puedo realizar. Debo
animarme, mantenerme, abstenerme, perdonar, amar y “estar entre ellos como el
que sirve”. No puedo transmitir a Cristo a mi prójimo y al mundo si primero no
lo he dado a mi Familia.
LETANÍA
Que pueda
apreciar lo que los miembros de mi familia hacen por mí
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda perdonar, pasar por alto o corregir según sea mi deber
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda ser una alegría y consuelo para mis seres queridos
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda ser compasivo y servicial en los momentos de enfermedad y crisis
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda ser un obediente, humilde y responsable miembro de mi familia
– Señor, muéstrame el Camino.
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda perdonar, pasar por alto o corregir según sea mi deber
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda ser una alegría y consuelo para mis seres queridos
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda ser compasivo y servicial en los momentos de enfermedad y crisis
– Señor, muéstrame el Camino.
Que pueda ser un obediente, humilde y responsable miembro de mi familia
– Señor, muéstrame el Camino.
MEDITACIÓN
Dios ha
destinado desde toda la Eternidad que pertenezca a la familia en la que Él me
ha colocado. Los necesito y ellos me necesitan. Cada uno de nosotros ayuda a
los demás a hacerse santos y así realizar su destino eterno. Debo comprender
que las diferencias de temperamento, opiniones y personalidades entre nosotros
son ocasiones para formar y desarrollar mi carácter mientras lo pongo en
práctica. Debo a mi familia mi lealtad, respeto y oración, de que juntos
podemos lograr la plenitud en Cristo.
LECTURAS DE
LA ESCRITURA: (LÉELO PIADOSAMENTE)
«Sed sumisos
los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al
Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la
Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así
también las mujeres deben serlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra,
y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef. 5, 21-27).
«Hijos,
obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre
y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: Para
que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra» (Ef. 6, 1-3).
MEDITACIÓN:
«Os doy un
Mandamiento nuevo —que os améis mutuamente como Yo os he amado»
Es fácil
guardar este Mandamiento si comprendo que el mismo principio vivificante pasa
por cada uno de nosotros y que estamos unidos en Cristo por el Amor del
Espíritu Santo –viviendo, creciendo y desarrollándonos juntos.
PENSAMIENTOS
QUE PUEDAN AYUDARME A VIVIR UN AMOR MÁS PROFUNDO POR MI PRÓJIMO.
Si no puedo
excusar sus acciones, déjenme al menos no juzgar sus motivaciones.
Debo
soportar las faltas de los otros con calma y amablemente teniendo en cuenta la
viga en mi propio ojo.
Trataré de
descubrir lo bueno en mi prójimo aun cuando esto pueda ser ensombrecido por
muchas faltas. Debo perseverar en hacer el bien incluso frente a la ingratitud.
Me adaptaré
a las mentalidades, preferencias y necesidades de mi prójimo y adquiriré el
hábito de escuchar. Imitando a Cristo me sacrificaré generosamente por el bien
de otros.
Cuando alguien despierte mi cólera, inmediatamente
rezaré por ellos y recuperaré mi paz interior.
Por:
Wilson
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