Hoy, cuando escribo esto, es el IV domingo de Pascua, y esta mañana al oír la misa…, he puesto mucha atención al evangelio que corresponde a todos los domingos de la cuarta semana de Pascua, es evangelio llamado del Buen Pastor. Y este pasaje oído y releído un sinfín de veces, hoy me ha impactado de forma especial. Luego explicaré porqué; el caso es que una vez más, compruebo y me asombro, de la absoluta previsión que el Señor hizo acerca de todos los problemas del mundo su origen y los caminos que hemos de recorrer, si es que queremos pasar por este mundo, sin apegarnos a él y encontrando el camino adecuado, que nos lleve de cabeza a su inmenso Amor.
Bueno, en definitiva lo que me impactó, es el ver la relación que tiene, la actual crisis económica que estamos pasando, con este evangelio y… ¿qué tiene que ver la parábola del Buen Pastor, con la crisis que estamos viviendo? Pues bien, tiene que ver mucho ya ahora lo analizaremos. Primeramente veamos que lo que nos pasa, vemos y vivimos, no es solo una crisis económica sino también una crisis social y en definitiva política, pues es la política, es la que mueve las aguas de la economía y de la sociedad. Si miramos para atrás, vemos que nunca en la historia de la humanidad, esta había creado y acumulado tanta riqueza como la que ahora existe y sin embargo, ¡estamos en crisis! Es decir estamos en ¡estado de carencia!
Desde luego, que existe un desigual reparto de la riqueza de la humanidad, hay países pobres y países ricos, y este desigual reparto también se da en el interior de los miembros de todos los países, sean estos países ricos o pobres, en todos existe un desequilibrio entre lo que tienen los ricos y lo que tienen los pobres. Desde luego, que esto siempre ha sido así y una igualdad a ultranza es una injusticia, pues en toda sociedad hay gente emprendedor y trabajadora, y muchos caraduras que quieren vivir de su vagancia. San Pablo ya escribía: “Además, cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada, pero metiéndose en todo. A ésos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan”. (Ts 3,10-12).
Pero es el caso, que desde San Pablo, las cosas se han complicado mucho. Ni la economía ni la política son lo que eran. Se han creado unas grandes estructuras económicas, gobernadas por un presidente y un consejo de administración y todo el orden político ha cambiado también, pero al final si analizamos detenidamente, veremos que en el caso, de las estructuras económicas, además de haber un pastor o varios que las gobiernan, llamados estos consejo de administración, hay una masa de accionistas y empleados que forman el rebaño y en el orden político, el rebaño está formado por lo que voluntariamente votaron al pastor y sus acólitos e involuntariamente, por los que a la fuerza, aunque no le votaron, tienen que someterse y sufrir la consecuencias de la ineficiencia que ya veían antes de votar, en el pastor y sus acólitos que la mayoría escogió. Maravillosas consecuencias de ese sistema que llaman democracia y que dicen que es perfecto, como si la mayoría nunca se equivocase y la única Verdad que es Dios, pudiese ser decidida su existencia o inexistencia por votación.
La parábola del Buen Pastor no la recogen los tres sinópticos, sino solamente San Juan y en parte este nos dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo y deja las oveja, y huye, y el lobo arrebata y dispersa las ovejas porque es asalariado y no le da cuidado de las ovejas Yo soy el buen pastor y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y pongo mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor”. (Jn 10,11-16)
Aunque personalmente ningún administrador de sociedad me ha perjudicado, si sé de mucha gente que han sido perjudicadas y estafadas, leída esta parábola uno se pregunta ¿Es bueno el sistema? Que es mejor administrarse uno o que le administren a uno. Desde que luego es mejor que honestamente le administren a uno, pero es el caso que desde que el mundo es mundo, la honestidad brilla por su ausencia, en la mayoría de los administradores, por ello dice el refrán: Administrador que administra y enfermo que enjuaga, algo traga. Es por ello que el Señor en la parábola del Buen pastor, nos previene frente a los administradores deshonestos que son la mayoría, porque lo que suele ocurrir, es que el que administra lo ajeno, llega un momento en que se siente propietario delo que administra y también que está mal retribuido y entonces comienza a retribuirse por su cuenta.
Tomemos un botón de muestra. Se puede considerar un buen pastor, el administrador o los administradores de una sociedad, que dando pérdidas y abocada a un concurso de acreedores, el presidente se aumenta su sueldo y retiran hasta 8 MM de € de sueldo anual. Al menos esto es lo que he leído en la prensa ¿Es lícito esos escandalosos blindajes de sueldos y pensiones, que diariamente leemos en la prensa? ¡Cuánto sufrimiento en el orden económico! Pero mucho más importante de la que ocurre en la economía, es la protección de la vida y de la familia, y estamos viendo, lo que estamos viendo. ¿Cómo es que los gobernantes políticos, pastores al fin al cabo, no cuidan el bien del rebaño?
Indudablemente está claro que el Reino de Dios aún no ha llegado y no quiero continuar, porque frente a todas estas situaciones, económicas y políticas, siento una indignación que me puede llevar a la ira, y como no soy comentarista político, porque ese no es mi camino, sino el de fomentar el amoral Señor, pienso en sus palabras, cuando nos dijo: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es suave y mi carga ligera”,(Mt 11,29-30). Y me trago mi indignación y mi ira, procurando cambiarla por una plegaria al Señor para que arregle esta situación.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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