martes, 12 de junio de 2012

LA OBSESIÓN


Llamamos obsesión a la influencia  acción del Enemigo sobre la mente de las personas. Si la opresión se manifiesta en lo exterior y material, la obsesión se manifiesta en el interior.

Existen personas atormentadas con tremendas obsesiones sexuales, ideas de suicidio, espíritu de blasfemia, autodestrucción, desprecio, sentirse indigno del perdón de Dios, etc. En estos casos a veces la causa no solo es física o psicológica, sino que están atormentados por una obsesión que las esclaviza, no teniendo fuerza para salir victoriosas.

Podría decir que la obsesión se parece a una tentación; pero en vez de ser pasajera es permanente, además de tener una fuerza e intensidad que va más allá de nuestras capacidades humanas para vencerla.

Un día en México me llevaron a una mujer que tenia muchos años sufriendo cosas muy extrañas. Oramos por ella y le pedimos que nos acompañara en la recitación del Padre Nuestro. Pero ella no podía decir “perdonamos como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”. Tenía un gran rencor en su corazón porque un enemigo, para vengarse, le echó un maleficio. A raíz de eso comenzó a sufrir mucho y a odiar a ese hombre. No era simple resentimiento sino una verdadera esclavitud que la tenía atada.

Oramos por su liberación de odio pero no había resultado alguno; me acorde de aquel joven al que los discípulos no habían podido liberar de las ataduras de satanás y lo llevaron donde Jesús. Entonces nos acercamos al Sagrario y le pedimos a Jesús que la liberara por sus Sangre Preciosa. El Señor actuó inmediatamente liberándola del espíritu de brujería y de rencor. Por primera vez en mucho tiempo pudo recitar completo el “Padre Nuestro”.
En la Republica Dominicana había un hombre casado con una mujer joven. Tenían dos hijitos. A pesar de todo, él no podía dejar de tener relaciones sexuales con prostitutas. Era un deseo superior a sus fuerzas que no podía dominar. Él se esforzaba pero no le daba resultado. Entonces hicimos oración  por él y no hubo resultados, hasta que comprendimos que solo estábamos ocupábamos de expulsar al espíritu impuro. Pero al evangelizarlo el Señor hizo su obra y fue liberado de esa obsesión.

En  Quebec había una religiosa que cuando iba a comulgar sucedía como si en su mente comenzara a correr una grabación llena de blasfemias. Ella lloraba y sufría mucho por eso. Hablo con su confesor y este le aconsejó que rezara mucho a la Virgen María. Ni penitencias ni ayunos le daban resultados pues todo aquello continuaba.

Un día un sacerdote carismático de Quebec fue al convento, oro por ella para que sea liberada de ese espíritu de blasfemia. Ella fue restablecida completamente gracias a esa oración.
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