Libro «Karol Wojtyla espiado»
Incluye los
documentos secretos del régimen comunista polaco sobre el Pontífice.
“La
vigilancia sobre las acciones de Karol Wojtyla por parte de la policía secreta
comunista tuvo proporciones impresionantes…”. Marek Lasota, de 1960, licenciado
en Filología polaca y con una especialización en historia, vive entre
kilómetros de documentos acumulados durante el régimen comunista y que se
conservan en el Instituto Nacional de la Memoria, cuya sección de Cracovia
dirige. Después de muchos años de paciente investigaciones ha identificado los
expedientes relacionados con Wojtyla. Se publica en estos días la traducción
italiana de “Karol Wojtyla espiado” (Edizione Intrascienze), el libro de Lasota
que incluye los documentos secretos del régimen sobre el Pontífice que murió en
2005. Es estudioso, en entrevista con La Stampa, revela algunos nombres de
algunos sacerdotes que colaboraban y que no fueron incluidos en el libro.
“Durante el régimen, cualquier sacerdote eera considerado por las autoridades como un enemigo del pueblo y del partido – explica Lasota –, y la policía política, la ‘Bezpieka’ se encargaba de observarle. Wojtyla estaba bajo vigilancia desde 1964. Esta actividad se intensificó en 1958, cuando se vuelve obispo auxiliar de Cracovia. Durante los años sesenta, como arzobispo, es considerado como un peligroso opositor ideológico. Por ello, la vigilancia sobre todas sus acciones asumió proporciones impresionantes”.
Entre los documentos que presenta el libro, sorprende uno con las 98 preguntas a las que debían responder los espías que vigilaban al futuro Papa: un interés maniático por cualquier detalle de su vida cotidiana. Desde cuando se levantaba cada día, hasta las actividades que llevaba a cabo cada mañana; desde la frecuencia con la que se afeitaba, hasta los “cosméticos” que usaba. Se pedía información sobre sus costumbres en la oficina, sobre los documentos que llevaba a casa, si llevaba consigo las llaves del escritorio, de qué hablaba en la sobremesa, si le gustaba jugar al bridge o algún otro tipo de juego de cartas, o ajedrez, y eventualmente quién. Si fumaba, si le gustaban las bebidas alcohólicas (“Cuánto bebe y con qué frecuencia”). La policía secreta quería saber incluso “quién le facilitaba la ropa interior” y quién la lavaba, si guardaba en el armario medicinas y cuáles.
La investigación del historiador sobre los archivos de la “Bezpieka” revela las inquietantes proporciones del fenómeno: “Se estima – afirma el autor – que el 10 % del clero en Polonia colaboró de alguna manera con los comunistas. Wojtyla estaba rodeado por algunos religiosos que colaboraban con la policía secreta y que comunicaban noticias sobre él”. Algunos de estos sacerdotes eran reclutados en momentos de dificultad, porque estaban involucrados en casos de alcohol, dinero o sexo.
“Los sacerdotes que vigilaban a Wojtyla eran – revela Lasota – Wladyslaw Kulczycki, Mieczyslaw Satora, Boleslaw Sadus, Chris Michalowski, Zygmunt Siudmak, Joseph Szczotkowski. El padre Sadus, que murió en 1990, era el párroco de una parroquia de Cracovia y colaboraba con el nombre en clave de “Brodecki”. Mientras que don Szczotkowski, “Rosa”, que murió en el año 2000, era canónigo de la catedral de Cracovia y trabajaba en la curia metropolitana. Y no eran solo sacerdotes los que informaban a la policía secreta: muchas de las personas más cercanas a él terminaron colaborando con la ‘Bezpieka’”.
La vigilancia siguió incluso después del 16 de octubre de 1978, cuando el cardenal de Cracovia fue elegido sorpresivamente como Papa. “En un informe del 30 de novembre de 1984 aparecen los nombres en clave de 11 colaboradores secretos: Sylwester, Turysta, Sowa, Wolski, Pawlik, Łucjan, Janowski, Robert, Gross, Seneka y Filozof”. “Tourist – explica Lasota a La Stampa – era el sacerdote Antoni Siuda; Seneka era un empleado de la revista católica Tygodnik Powszechny”. Pero también hubo casos en los que los que colaboraban creían que estaban encontrándose con informadores de países occidentales, porque así se presentaban algunos espías del régimen; era la forma para reclutar “bajo bandera extranjera”, por ejemplo con el caso del dominico polaco Konrad Hejmo. De la avalancha de documentos, informes y expedientes sobre Wojtyla surge una imagen sin la menor mancha. No era sobornable ni manipulable o influenciable. El “check-up” cotidiano de la policía comunista confirma, pues, que durante el cónclave de octubre de 1978, los cardenales eligieron muy bien.
“Durante el régimen, cualquier sacerdote eera considerado por las autoridades como un enemigo del pueblo y del partido – explica Lasota –, y la policía política, la ‘Bezpieka’ se encargaba de observarle. Wojtyla estaba bajo vigilancia desde 1964. Esta actividad se intensificó en 1958, cuando se vuelve obispo auxiliar de Cracovia. Durante los años sesenta, como arzobispo, es considerado como un peligroso opositor ideológico. Por ello, la vigilancia sobre todas sus acciones asumió proporciones impresionantes”.
Entre los documentos que presenta el libro, sorprende uno con las 98 preguntas a las que debían responder los espías que vigilaban al futuro Papa: un interés maniático por cualquier detalle de su vida cotidiana. Desde cuando se levantaba cada día, hasta las actividades que llevaba a cabo cada mañana; desde la frecuencia con la que se afeitaba, hasta los “cosméticos” que usaba. Se pedía información sobre sus costumbres en la oficina, sobre los documentos que llevaba a casa, si llevaba consigo las llaves del escritorio, de qué hablaba en la sobremesa, si le gustaba jugar al bridge o algún otro tipo de juego de cartas, o ajedrez, y eventualmente quién. Si fumaba, si le gustaban las bebidas alcohólicas (“Cuánto bebe y con qué frecuencia”). La policía secreta quería saber incluso “quién le facilitaba la ropa interior” y quién la lavaba, si guardaba en el armario medicinas y cuáles.
La investigación del historiador sobre los archivos de la “Bezpieka” revela las inquietantes proporciones del fenómeno: “Se estima – afirma el autor – que el 10 % del clero en Polonia colaboró de alguna manera con los comunistas. Wojtyla estaba rodeado por algunos religiosos que colaboraban con la policía secreta y que comunicaban noticias sobre él”. Algunos de estos sacerdotes eran reclutados en momentos de dificultad, porque estaban involucrados en casos de alcohol, dinero o sexo.
“Los sacerdotes que vigilaban a Wojtyla eran – revela Lasota – Wladyslaw Kulczycki, Mieczyslaw Satora, Boleslaw Sadus, Chris Michalowski, Zygmunt Siudmak, Joseph Szczotkowski. El padre Sadus, que murió en 1990, era el párroco de una parroquia de Cracovia y colaboraba con el nombre en clave de “Brodecki”. Mientras que don Szczotkowski, “Rosa”, que murió en el año 2000, era canónigo de la catedral de Cracovia y trabajaba en la curia metropolitana. Y no eran solo sacerdotes los que informaban a la policía secreta: muchas de las personas más cercanas a él terminaron colaborando con la ‘Bezpieka’”.
La vigilancia siguió incluso después del 16 de octubre de 1978, cuando el cardenal de Cracovia fue elegido sorpresivamente como Papa. “En un informe del 30 de novembre de 1984 aparecen los nombres en clave de 11 colaboradores secretos: Sylwester, Turysta, Sowa, Wolski, Pawlik, Łucjan, Janowski, Robert, Gross, Seneka y Filozof”. “Tourist – explica Lasota a La Stampa – era el sacerdote Antoni Siuda; Seneka era un empleado de la revista católica Tygodnik Powszechny”. Pero también hubo casos en los que los que colaboraban creían que estaban encontrándose con informadores de países occidentales, porque así se presentaban algunos espías del régimen; era la forma para reclutar “bajo bandera extranjera”, por ejemplo con el caso del dominico polaco Konrad Hejmo. De la avalancha de documentos, informes y expedientes sobre Wojtyla surge una imagen sin la menor mancha. No era sobornable ni manipulable o influenciable. El “check-up” cotidiano de la policía comunista confirma, pues, que durante el cónclave de octubre de 1978, los cardenales eligieron muy bien.
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