“A
los que creyeren les acompañaran estas señales: en mi Nombre echarán demonios…
pondrán las manos sobre los enfermos y estos quedarán sanos” (Marcos 16, 17-18)
En
la Eucaristía está el mismo Jesús de Nazaret, que hace más de 2,000 años sanaba
a los enfermos en Palestina.
“Es
el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13, 8)
Él
es el gran médico de cuerpos y almas. Por eso, la Eucaristía es el Sacramento
por excelencia de la sanación, física, síquica y espiritual. En el Sagrario está
el consultorio divino. Allí está Dios mismo con todo su amor y su poder. Él no
cobra la consulta y atiende a toda hora del día o de la noche. Él tiene todo su
tiempo exclusivamente para ti. Y es especialista en todas las enfermedades,
especialmente en las enfermedades del corazón.
-San
Agustín nos dice que: “si te pones en manos de tan buen medico sanarás de todas
tus enfermedades, aunque sean muy grandes, pues mayor es el médico. Para el médico
omnipotente no hay enfermedad incurable, ponte en sus manos; déjate curar por
Él”
·
Vete
a Él con la fe expectante de la mujer hemorroisa del Evangelio. Ella pensó: “Si
toco siquiera su vestido seré sana” (Marcos 5, 28) Lo hizo y quedó sana.
·
Muchos
enfermos “le suplicaban que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido y,
todos los que le tocaban quedaban sanos” (Mateo 14, 36)
·
“A
todos los que se sentían mal los curaba, para que se cumpliese lo dicho por el
Profeta Isaías que dice: Él tomó sobre Sí nuestras enfermedades y cargó con
nuestras dolencias” (Mateo 8, 16-17)
·
“Y
Jesús recorría ciudades y aldeas, enseñando, predicando el Evangelio del Reino
y curando toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 9, 35)
·
“De
Él salía un poder que sanaba a todos” (Lucas 6, 18)
·
Y
este mismo poder se lo dio también a sus discípulos: les dio poder sobre los
espíritus inmundos para arrojarlos y para curar toda enfermedad y dolencia”
(Mateo 10, 1)
·
“Curen
a los enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, arrojen demonios; lo que
han recibido gratis, denlo gratis” (Mateo 10, 8)
La
Eucaristía es también poderosa para liberar a los oprimidos por el maligno.
-El
p. Emiliano Tardif – desde hace poco en la gloria de Dios – nos contaba el caso
de una mujer que adoraba a satanás en sus reuniones satánicas y fue liberada
por el poder de Jesús Eucaristía.
-El
p. Roberto Grandis escribía: “A mí
personalmente me a ayudado mucho mi fe eucarística, con una mujer que fue bruja
y se convirtió a la Iglesia Católica. Decía que nunca se hubiera soltado de
satanás, sino hubiera acudido diariamente a la Eucaristía. Afirmaba que hasta
los hechiceros creen en la presencia real de Jesús”
Como
vemos, una de las principales tareas del ministerio de Jesús, y que debe serlo
también de sus discípulos, es la de expulsar demonios y sanar a los enfermos del cuerpo y del alma.
Varias
veces, se nos dice en el Evangelio que “con sólo tocar al enfermo (leproso,
ciego, suegra de Pedro…) los sanó” (Mateo 8, 3, 8, 15; 9, 29) Entonces, ¿por
qué no vamos a recibirlo en la comunión con esa fe expectante para esperar el
milagro de nuestra salud?
Dice
el Evangelio que en Nazaret “no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de
algunos pocos dolientes a quienes impuso las manos y los curó, por su
incredulidad” (Marcos 6, 5-6; Mateo 13, 58)
-Decía
Santa Teresa de Jesús (Doctora de la Iglesia): “¿Piensan que este Santísimo
Sacramento, no es muy grande y gran medicina aun para los males corporales? Yo
lo sé y conozco personas de grandes enfermedades y estando muchas veces con
graves dolores, como con la mano se la quitaban y quedaban buenas del todo, y
esto de muy ordinario” “¿Por qué he de ir a buscarle lejos, si sabemos que,
mientras no consumen calor natural los accidentes del pan, está con nosotros el
buen Jesús? Pues, si cuando andaba en el mundo con sólo tocar su ropa sanaban
los enfermos ¿qué hay que dudar que hará milagros estando dentro de mí?
-El
día de Pascua de 1461, el joven Bertrand Leclere de 15 años, mudo desde una
caída que tuvo desde niño, fue curado en el momento de recibir la comunión.
Desde entonces hasta 1495, todos los lunes de Pascua se celebraba en la
Catedral de La Rochelle (Francia) el recuerdo del milagro del mudo de La
Rochelle.
-En
1795 la Sra. Anna Fosse se curó al paso de la procesión del Corpus Christi en
Paris. Ella de 45 años, era una mujer de fe y empezó a gritar: “Señor, si
quieres puedes sanarme” Y el Señor la sanó y pudo seguir a pie la procesión,
pues estaba paralitica desde hacia varios años. El Arzobispo de Paris, después de
las investigaciones del caso, reconoció el milagro y mandó cantar un Te Deum en
agradecimiento.
-El
beato Jean Martín Moyé, misionero de China, cuenta que en 1778, durante la gran
peste, daba la unción de los enfermos a los moribundos, pero un día se sintió
muy mal. A la mañana siguiente, se preguntó si sería una temeridad ir en ese
estado a celebrar la Misa. Pero él dice
que: “En ese momento me vino a la mente que nuestro Señor en el Santísimo
Sacramento era la medicina del cuerpo y del alma. Celebré la Misa y me sentí
curado. Dios en su misericordia me había sanado para el bien de mis fieles”
-En
Lourdes, llamada Ciudad Inmaculada y Ciudad de la Eucaristía se recogen cada
año unos 5,500 casos de curaciones extraordinarias.
-El
p. Emiliano Tardif (Q.E.P.D), que tenía un poderoso ministerio de sanación a
través del mundo, refiere en su libro “Jesús está vivo” (en este blog he
reproducido todos sus artículos) muchos milagros realizados en las Misas de
sanación. En Tahití, había un hombre completamente ciego de un ojo y que con el
otro veía muy poco. Durante la Misa de los enfermos, precisamente en el momento
de la elevación de la Hostia, vio una gran luz y sus ojos se abrieron, ¡había
sanado!
-La
Madre Briege Mckena, que también tiene un extraordinario ministerio de sanación
a nivel mundial, acostumbra a realizar sus oraciones de sanación, cuando Jesús
está expuesto en la custodia solemnemente; para que sea Jesús quien
personalmente pase por entre los enfermos y los cure, como sucede
frecuentemente.
-El
p. Darío Betancourt es otro sacerdote con un gran ministerio de sanación. Dice
en su librito “La Eucaristía”: “Recién ordenado sacerdote fui a la casa de unos
campesinos a llevar la comunión. Había un niño con un eczema, que era una llaga
al rojo vivo. Sus padres me contaron que habían gastado todo su dinero en
médicos y medicinas sin éxito alguno. Yo impuse el relicario con la Hostia
consagrada tocando al niño mientras todos pedíamos a Dios por su curación. Dos
semanas más tarde, sus padres me trajeron al niño para mostrarme cómo se habían
secado las llagas. Me contaron que, desde el momento de aquella oración, el
pequeño había dejado de rascarse y empezó la mejoría.
Otro
día me llamaron a un Hospital de Nueva York para atender a Ann Greee, que
llevaba dos meses inconsciente. Yo me acordé del caso que acabo de contar y le
puse el relicario sobre su frente en el lugar en que había sido golpeada en un
terrible accidente automovilístico. Por la noche, fuimos informados de que la
niña había recobrado un poco de calor y sus miembros estaban más flexibles. Al día
siguiente, los médicos estaban admirados de la mejoría tan grande de la noche a
la mañana. Dos días más tarde, reconocía y recordaba. Una semana después, Ann
dejaba el hospital totalmente recuperada.
-El
p. Roberto de Grandis en su libro “Sanados por la Eucaristía” escribió: “Cuando
más fuerte sea la presencia de Jesús, habrá más sanaciones. Y la presencia más
grande del Señor, la tenemos en la Eucaristía. Es mucho más fuerte que imponer
manos, más fuerte que ungir con aceite, mucho más fuerte que predicar la
Palabra. La presencia de Jesús en la Eucaristía, es la presencia absoluta. El
momento más grande de sanación es el momento de la Comunión”. Confieso que,
después de 25 años en el ministerio de sanación, es ahora cuando estoy
empezando a ver la realidad de lo que digo: El Señor sana en la Eucaristía.
-Conocí
a una mujer que estaba embarazada y el médico le dijo que tenía que abortar,
porque el niño estaba completamente deforme. Fue a la Iglesia. Durante la Misa
pidió fuerza para poder aceptar a ese niño y, cuando el sacerdote elevaba la
Hostia sintió un poder grande dentro de ella y una gran paz. El médico insistía
en que tenía que abortar. Siguió yendo a Misa, y tuvo una niña perfectamente
normal. Ya ha cumplido siete años y la están preparando para su Primera
Comunión.
Cuando
las madres embarazadas comulgan, en alguna medida hacen comulgar a su hijo, y
la unión de Jesús con la madre es también unión con su hijo. Esa es una linda
manera de entregarlos a Jesús, de consagrárselos antes de nacer. La comunión
será una fuente enorme de bendiciones y de sanación para su hijo, que puede ser
afectado por traumas antes de su nacimiento. Y, en caso de que los pierdan,
será una tranquilidad para ellas saber que ya estaban en las manos de Jesús y
consagrados a Él.
Pues
bien, ahí está Jesús ¿qué esperamos para comulgar? ¿Qué esperamos para ir a
pedirle la salud de nuestros seres queridos?
“A
los que honran su Nombre, les brillará el sol de justicia (Cristo) que lleva la
salud en sus rayos” (Mateo 3, 20)
Dejémonos
bañar por la Luz divina que sale del Sagrario, y que también es salud para
nuestros cuerpos y nuestras almas. Por esto, en cada Sagrario deberíamos
colocar un letrero que diga más o menos así: “AQUÍ SE CURA EL ALMA Y EL CUERPO.
AQUÍ ESTÁ JESÚS, MÉDICO DE CUERPOS Y ALMAS. AQUÍ HAY VIDA, SALUD, AMOR, ALEGRÍA
Y PAZ”.
Él
sigue esperando en el Sagrario… y sigue pasando curando.
“Se
le acercó una muchedumbre, en la que habían cojos, mancos, ciegos, mudos y
muchos otros enfermos, que se echaron a sus pies y los curó” (Mateo 15, 30)
Fuente:
Ángel Peña O.A.R.
Toda la verdad, debemos visitar frecuentemente al Santísimo Sacramento tanto en acción de gracias como peticiones. Saludos Hermano José.
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