“Igual
que me han perseguido a mí, os perseguirán a vosotros.” (Jn 15,20)
Hermanos míos, permanezcamos siempre sólidamente unidos a
nuestra esperanza y a la prenda de nuestra justificación, a Cristo
Jesús... Imitemos su paciencia y
si padecemos por causa de su nombre, démosle gracias. Este es el modelo de vida
que él nos ha presentado y en el que nosotros hemos creído.
Os exhorto a todos a obedecer a la palabra de justicia y a
perseverar en la paciencia que habéis contemplado con vuestros propios
ojos, no únicamente en el bienaventurado Ignacio, Zósimo y Rufus, sino también
en otros miembros de vuestra comunidad, y en Pablo mismo y los otros apóstoles.
Estad convencidos de que todos estos no han corrido en vano sino animados por
la fe y la justicia y que ahora están junto al Señor, en el lugar que él les
había prometido por haber sufrido con él. No amaron “el tiempo presente” (2Tim 4,10) sino a Cristo que murió por ellos y que Dios resucitó para ellos...
Que Dios, el Padre de Nuestro Señor
Jesucristo, y él mismo, el Sumo Sacerdote eterno, el Hijo de Dios, Jesucristo,
os haga crecer en la fe y en la verdad, en toda dulzura y sin cólera, en
paciencia y longanimidad, perseverancia y castidad. Que os conceda tener parte
en la herencia de los santos y a nosotros juntamente con vosotros y a todos los
que viven bajo el cielo y creen en Nuestro Señor Jesucristo y en su Padre que
lo ha resucitado de entre los muertos. Orad
por todos los santos. Pedid por los reyes y autoridades, orad por los que os
persiguen y os odian y por los enemigos de la cruz. Así el fruto de
vuestra vida será visible a todos y seréis perfectos en el Señor Jesucristo. (San Policarpo Carta a los Filipenses; SC 10)
No podemos decir que vivamos una
época sencilla para la Iglesia. Las dos últimas semanas han venido preñadas de
problemáticas del mundo, que luchan por hacerse un hueco en nuestra visión de
la Iglesia.
A nivel internacional, el robo de
documentos internos del Vaticano ha marcado la actualidad en todas las cadenas
de radio, TV y en los diarios impresos y digitales. En la mayoría de estos
medios de comunicación, la Iglesia se presenta como un lugar lleno de intrigas.
Las noticias del arresto del mayordomo del Papa no han hecho más que elevar la
expectación de estos sucesos. Ahora parece que hay más personas detrás de los
robos e incluso se intenta chantajear al Santo Padre.
Es evidente que se intenta
escenificar una aparente lucha interna en la que cada bando intenta obtener
posiciones de mando dentro de la Curia. Incluso de habla de partidos que luchan
por el poder. Quieren hacernos ver a Su Santidad como una persona incapaz de
manejar la política interna de su gobierno. Intentan desanimarnos y dividirnos.
¿Qué le sucede a los medios? Pues es
evidente, son el cuarto poder y lo ejercen según las consignas de quienes los
dirigen. Los medios saben como crear ruido para que el mensaje de la Iglesia
sea inaudible o llegue tergiversado. Esto no es nuevo, en tiempos romanos
sucedió lo mismo y llevó a muchas personas a odiar a los cristianos por los
“males” que infringían a la sociedad. Se les acuso del incendio de Roma y se
ajustició a sus pastores. Pero la Iglesia no sucumbió a estos ataques. No
podemos negar que lo que nos ocurre hoy en día nos afecta y a veces puede
hacernos dudar. La duda no es dañina si de ella salimos fortalecidos con
razones de más fuerza.
¿Qué hacer entonces? Lo primero es
seguir adelante sin bajar el paso. Si somos conscientes de error de la mujer de
Lot, sabremos que no vale la pena echar la vista atrás. Lo segundo es continuar
dando testimonio personal de lo que significa ser cristiano y católico. El
testimonio es más efectivo de 100 telediarios. La Iglesia la formamos nosotros.
Si queremos una Iglesia mejor, empecemos por mejorar nosotros mismos. Cada uno
de nosotros es una piedra viva de la Iglesia.
Decía el Evangelio del domingo
pasado:
“Los once discípulos fueron a
Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron
delante de el; sin embargo, algunos
todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo
poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin
del mundo” ” (Mt 28, 16-20)
Con toda esta guerra mediática
¿Quién no duda? Incluso, los mensajes del Papa son tergiversados hasta la
médula y eso nos hace sentir desesperanzados. Pero al Señor le ha sido dado
poder sobre cielo y tierra. El está siempre con nosotros hasta el fin del
mundo. Que quieren hacer creer que la Iglesia es un lugar de intrigas y espías.
No pasa nada. Nuestro testimonio personal hace patente que la Iglesia es
sinceridad, apertura y cercanía.
Pensando en
quienes están orquestando toda esta tormenta mediática, tal como San Policarpio
nos indica: Pidamos por los reyes y autoridades, oremos por los que nos
persiguen y nos odian y por los enemigos de la cruz.
Néstor
Mora Núñez
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