Cristo sabe que el amor pide presencia. Que el que ama quiere disfrutar de la presencia de la persona amada. Cristo Jesús, que nos ama hasta el extremo, inventa la Eucaristía para decirnos que, porque nos ama, podemos gozar de su continua presencia amorosa en nuestro caminar terreno por la vida. Celebremos agradecidos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús, el que no nos deja solos, el que nos sigue amando hasta el extremo, hasta el extremo de regalarnos su Cuerpo y su Sangre, su persona entera. Con Él es mucho más sencillo recorrer el camino de la vida. Cuando nos acercamos a comulgar recibimos no a Cristo muerto y mudo, sino a Cristo vivo, resucitado y que habla. Si le atendemos, Él nos hablará, seguirá tratando de cambiar y moldear nuestro corazón para que sea un corazón como el suyo, un corazón cristiano.
La presencia
amorosa de Cristo está presidiendo nuestra historia. Y la fiesta del Corpus
Christi nos invita a proclamar esa presencia por calles y plazas, en un
homenaje de amor y de entrega, entre anhelos de "un compromiso activo por
la edificación de una sociedad más justa y fraterna", como pedía Juan
Pablo II, en la "Mane nobiscum, Domine". En la Eucaristía, vivida,
celebrada y adorada, encontramos cada día la fuerza para no desfallecer en el
servicio a los pobres. Con versos encendidos, proclamemos ante la Custodia:
No le bastó a tu Amor pagar mis penas abrazado a la cruz de mis agravios, que aún quiso hacerse Pan para mis labios y Vino que corriera por mis Venas.
No le bastó a tu Amor pagar mis penas abrazado a la cruz de mis agravios, que aún quiso hacerse Pan para mis labios y Vino que corriera por mis Venas.
Tanto me amó
tu Amor, que en el injusto horror de tu agonía - cuerpo deshecho y sangre
derramada - quiso tomar mi pecho por morada para hacer en mí su Eucaristía.
Cristo sale, de nuevo, a nuestras calles, para adentrarse en cada casa, en cada hogar, en cada corazón; para iluminar mentes y encender conciencias. Cristo quiere recibir el mejor homenaje de todo: nuestra acogida de su Persona, de su Palabra, de sus gracias y dones, de su perdón y misericordia para con todos nosotros. El Corpus sabe a pan, - Día de la Caridad -, repartir nuestro pan con el hambriento, y sabe a Eucaristía, Acción de gracias, presencia, comida y bebida, para transformarnos en cuerpos vivos de Cristo vivo.
Cristo sale, de nuevo, a nuestras calles, para adentrarse en cada casa, en cada hogar, en cada corazón; para iluminar mentes y encender conciencias. Cristo quiere recibir el mejor homenaje de todo: nuestra acogida de su Persona, de su Palabra, de sus gracias y dones, de su perdón y misericordia para con todos nosotros. El Corpus sabe a pan, - Día de la Caridad -, repartir nuestro pan con el hambriento, y sabe a Eucaristía, Acción de gracias, presencia, comida y bebida, para transformarnos en cuerpos vivos de Cristo vivo.
Antonio Gil
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