Cada vez que necesites la protección
de Dios declara que el nombre de Jesús es tu cobertura y protección y no hay
autoridad en el mundo que lo pueda superar.
En estos
tiempos donde hay tanta inseguridad, tanta violencia, secuestros, robo y
violaciones es el tiempo de levantar en nuestras casas y familias el nombre que
es sobre todo nombre, el nombre de Jesús, nuestro gran protector.
Cuando por medio del Espíritu Santo invocamos con algún fin
el nombre de Jesús estamos levantando la autoridad más alta del universo para
que la oposición se someta, “Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada
fue creado sin él”. (Jn 1:3). Si hablamos de tener seguridad ante todo debemos
darle gracias al Señor por cada segundo que el nos ha guardado. No podemos ser
del todo consientes de las cosas que Dios hizo para protegernos en cada detalle
pasado, pero sabemos que lo hizo y por fe le damos gracias. Su protección es
incomprensible para nosotros, pero real.
Si nos ponemos a pensar estamos
constantemente rodeados de peligros y amenazas incluso en un ambiente
aparentemente tranquilo y seguro; pequeños accidentes domésticos pueden llegar a
ser muy graves, pequeños descuidos y negligencias podrían hasta costarnos la
vida. En los lugares donde caminamos todos los días no sabemos quién está o que
cosas podrían pasar, pero nuestro gran cuidador es quién esta allí para que
podamos vivir en paz.
La biblia dice: “Si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que los
guardias la vigilen” (Sal. 127:1 RVC) Es chocante para la mente racional
comprender que, aunque estén los guardias guardando la ciudad de nada sirve si
Dios no esta con su poder allí. Se trata de fuerzas sobrenaturales que pueden
producir cosas en la que los guardias son inofensivos. No quiere decir que
seamos imprudentes y no tomemos ninguna medida de protección, sino que, por
medio de todo lo que podamos implementar para protegernos, sabemos que nuestra
verdadera seguridad es Dios. Ningún método es inviolable, solo Dios es quien
nos puede brindar absoluta tranquilidad y protección. Yo puedo poner un candado
en mi casa para no crear tentaciones de robo, pero se que en definitiva, quién
guarda mi casa es Dios porque el candado se puede violar también. Debemos
encomendar siempre nuestra vida, casa, familia y pertenecías al cuidado de Dios
en el nombre de Jesús.
Recientemente en las noticias han
salido muchos casos de robo y secuestros dentro de los barrios privados o
cerrados, estos lugares venden una “absoluta protección” a sus clientes, la
cual es falsa. No importa el lugar donde estemos, si Dios nos protege estamos
seguros.
Antes de Jesús accender al Padre
hizo la siguiente declaración: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos
en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Jn. 17:11). Jesús puso a
los discípulos bajo la protección del nombre del Padre, pero al ascender a los
cielos la autoridad del Padre fue delegada en el hijo, por lo tanto, nosotros
somos puestos bajo la autoridad del hijo quién ha recibido en su nombre todo el
poder y autoridad del padre. Cada vez que temas algo o necesites la protección
de Dios declara que el nombre de Jesús es tu cobertura y protección y no hay
autoridad en el mundo que lo pueda superar.
“Jesús se acercó y les dijo: «Toda
autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. (Mt. 18:18)
Luego les
dijo: “por tanto, vayan” esta frase es muy poderosa porque nos dice que al
servir a Dios tenemos todo su respaldo y protección. Quienes trabajan en pos
del reino de Dios reciben respaldo y bendiciones. Al terminar este mandato
Jesús abrió la puerta a una vida de comunión con Él, porque nos prometió que en
cualquier momento que lo necesitáramos estaría para asistirnos: “Y yo estaré
con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt. 18:20). Nada en el
mundo puede darnos más seguridad que nuestro Dios todopoderoso quién es nuestro
alto refugio. Poner en alto su nombre en nuestras vidas es la mejor forma de
vivir en paz. El Salmo 91 es una de las principales declaraciones de protección
en la biblia donde encontramos la revelación y manifestación de permanecer bajo
la seguridad del omnipotente.
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