sábado, 21 de abril de 2012

EL PARLAMENTO ANDALUZ Y EL OBISPO JUAN JOSÉ AGUIRRE, AMIGOS DE LAS BRUJAS


Se piensa que, cuanto más viejas, más poderosas.

En República Centroafricana la ley castiga con entre 5 y 10 años de cárcel a quien practique
la brujería para causar daños a personas o bienes.

Son amigos de las brujas de la República Centroafricana y las acogen en la Casa de la Esperanza.

Así se llama el centro de la misión de Bangassou en el que el obispo cordobés Juan José Aguirre, misionero comboniano, acoge a personas acusadas de practicar brujería, en su mayoría ancianas.
Antes de llegar aquí, estas personas han pasado humillación pública, abandono familiar, maltrato institucional y judicial y violencia física. Algunas tienen algún rasgo físico o un aspecto que despierta recelos supersticiosos en muchas personas. En esta casa, financiada por la mesa del Parlamento Andaluz (y también por la parroquia de Antequera), Juan José Aguirre trabaja por devolver la dignidad robada a 11 personas, 2 de ellas menores de edad.

Viejas y pobres, un estorbo.

El estigma de la brujería se ceba en especial con las mujeres ancianas, viudas y pobres, aquellas a quienes su familia consideran un estorbo. En la África actual también está empezando a suceder: los ancianos son vistos como una carga. "Cuanto más anciano es un brujo, más potente es su poder", piensa la gente que las mira con hostilidad.

La tradicional solidaridad africana, dicen los sociólogos, está desapareciendo bajo el impacto de la modernidad, la emigración campo-ciudad o el consumismo.

Las personas mayores han dejado de ser la figura de autoridad de la familia y la comunidad y los vínculos entre generaciones se están desvaneciendo.

Los niños, otras víctimas.

No solo los ancianos son objetivo vulnerable a las acusaciones de brujería. También lo están empezando a ser, de forma alarmante, los niños. Estos ya no son un signo de prosperidad para la
familia, al contrario, también se consideran una carga para la economía familiar.

Ellos también están desprotegidos, sobre todo, los huérfanos, debido tanto a conflictos armados como a enfermedades como el SIDA.

Pentecostales que ven brujos en todas partes.

Se estima que el 90 por ciento de los procesos judiciales situados en las zonas rurales de República Centroafricana corresponden a casos de brujería. Esta espectacular cifra
también tiene su razón de ser en la proliferación de iglesias pentecostales y movimientos pseudo-proféticos cuya actividad se basa, en buena medida, en la “contra-brujería”. Esto hace que aumenten las acusaciones de estas prácticas contra niños y ancianos.

La brujería en el Código Penal.

El código penal centroafricano mantiene un artículo del Código Penal francés, de la época colonial, que castiga a aquel que “haya realizado prácticas de brujería, magia o charlatanismo susceptibles de alterar el orden público o de atentar contra las personas o bienes”. Amparados en este apartado, la condena por brujería puede castigarse con multas de entre 100.000 y 1.000.000 de francos centroafricanos (entre 152 y 1.525 euros mientras que el 66% de la población vive con menos de un euro al día) y penas de prisión de entre cinco y diez años.

El proceso es sencillo: hay rumores de que alguien practica la brujería. A partir de ahí, se esgrime una argumento que justifique la acusación, por ejemplo, que una persona de la comunidad haya muerto o enfermado recientemente.

Así, los rumores pasan a ser una acusación en firme. Se inicia, posteriormente, un linchamiento popular secundado, en muchos casos, por la propia policía que también comparte las acusaciones de la multitud, como explica Ana Dols García en la revista "Misión Bangassou". El camino hasta el juzgado está plagado de abusos y vejaciones. Y la condena se suele dictar sin que haya pruebas que, por supuesto, puedan demostrar nada.

Juan José Aguirre con los brujos.

Si consiguen evitar la cárcel, de lo que no se libran “los brujos” es de las secuelas psicológicas y el rechazo social. Es aquí donde intervienen las Casas de la Esperanza, otro de los proyectos del obispo de Bangassou.

Juan José Aguirre lleva más de 30 años en África. En todo ese tiempo ha clamado en numerosas ocasiones contra el sanguinario Joseph Kony y su Ejército de Resistencia del Señor, que tanta fama alcanzara hace unas semanas con un vídeo de la organización Invisible Children denunciando sus crímenes. Antes de que 84 millones de personas en el mundo hubieran visto ese vídeo gracias a Youtube, el obispo español ya había plantado cara al genocida. La República Centroafricana es uno de los diez países más pobres del mundo según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.

Para ayudar al trabajo de este obispo misionero, se puede visitar la web de la
Fundación Bangassou: http://www.fundacionbangassou.com/

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