viernes, 13 de abril de 2012

DEL EVANGELIO DE JUDAS, EL CORÁN Y OTROS TEXTOS SOBRE JUDAS ISCARIOTE


A la figura de Judas no sólo se refieren los textos canónicos, sino que la misma despierta el
interés de muchos a lo largo de la historia.

El primero, una de las sectas del gnosticismo, como sabemos, la primera gran herejía del cristianismo, secta que reparó en Judas como uno de los primeros en recibir “la gnosis” (el conocimiento). Ya San Ireneo (n.h.130-m.h.208) se hace eco de tan exótica versión de
los hechos:
“Y dicen [los gnósticos en cuestión] que Judas el traidor conoció estas cosas [los pormenores relativos a la misión de Jesús] y que solamente por haber conocido antes que los otros la verdad, consumó el misterio de la traición”.

En parecidos términos se refiere San Epifanio (n.h.438-m.h.496):
“Y afirman que por esta razón, conoció Judas exactamente lo relacionado con estas cosas.
Pretenden también que es pariente suyo [de Jesús] y le sitúan en el grado superior de la gnosis, hasta el punto que presentan un opusculillo bajo su nombre, al que titulan Evangelio de Judas”
Se refieren tanto uno como otro, San Ireneo como San Epifanio, a la secta gnóstica conocida como de los cainitas, caracterizada por ver en el personaje de Caín, el hijo fratricida de Adán y Eva al que debe su nombre, la más alta potencia de la gnosis, lo que sitúa a esta facción en el camino del indiscutible revisionismo de la historia bíblica. Probablemente a dicha secta sea debido el documento de rabiosa actualidad que, descubierto en 1978 traducido por la National Geographic, se da en llamar el Códice Tchacos, el cual contiene cuatro apócrifos gnósticos, uno de los cuales el Evangelio de Judas que nos interesa aquí. De autor desconocido, escrito como tarde en la primera mitad del s. II pues de otra manera San Ireneo no lo podría haber conocido, según su texto a Judas habría cabido el alto honor de ser el elegido por Jesús para denunciarle, colaborando así de manera activa en el plan de salvación divina. Su “desinteresada acción”
le habría elevado a un rango especial entre los apóstoles, los cuales, celosos, se habrían dedicado a calumniarle, mientras Jesús, en cambio, habría tenido para él palabras tan elogiosas como las siguientes:
“Tú excederás a todos, pues tú sacrificarás al hombre del que estoy revestido”.
“Tu serás el decimotercero, y serás maldito por generaciones [pero a pesar de ello], vendrás
para reinar sobre ellos”.

Curiosamente, también el Corán parece reservar unas líneas para el apóstol traidor. No,
desde luego, citándole de manera explícita ni por su nombre, pero sí en modo muy sutil. Primero relata su versión sobre los hechos que en el cristianismo dan lugar a la eucaristía:
“Cuando dijeron los apóstoles: “¡Jesús, hijo de María! ¿puede tu Señor hacer que nos baje del cielo una mesa servida?” Dijo: “Temed a Dios si sois creyentes”.

Dijeron: “Queremos comer de ella. Así nuestros corazones se tranquilizarán, sabremos que nos has hablado verdad y podremos ser testigos de ella”.

Dijo Jesús, hijo de María: “¡Dios y Señor nuestro! Haz que nos baje del cielo una mesa servida que sea para nosotros, el primero como el último, motivo de regocijo y signo venido de Ti. ¡Provéenos del sustento necesario, Tú que eres el mejor de los proveedores!”” (C. 5, 112-114)

Después añade:
“Dijo Dios: “Sí, voy a hacer que os baje. Pero si uno de vosotros, después de eso no cree, le castigaré como no he castigado a nadie en el mundo”” (C. 5, 115).

¿En quién está pensando Allah? Suponiendo que efectivamente el relato se refiere a la
eucaristía, no puede ser a otro que a Judas, lo que por otro lado, confirma el hecho de que casi usa para referirse a él, las mismas palabras que Jesús en el Evangelio:
“¡Pero ay de aquél por quien el Hijo del Hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!” (Mc. 16, 21).

De aceptarse como cierta la hipótesis, Judas sería, paradójicamente, el único apóstol singularmente citado en el Corán, aunque sea de una manera tan tangencial e implícita como la referida. Y ello implicaría asimismo, que Allah le ha castigado, por traicionar a Jesús, como no ha castigado a nadie en el mundo. Si bien, ¡quién sabe si con tanto colorido como los cristianos han imaginado el castigo del traidor, referido en mil y una narraciones de todos los tiempos! A modo de muestra, valga simplemente la que recoge un texto cristiano del s. IX, el Viaje de San Barandán, monje que en su peregrinar, acaba topando con Judas, el cual le relata su infernal semana:
“El lunes me clavan a una rueda y giro como el viento; el martes me cargan de piedras encima; el miércoles me sumergen en pez, me traspasan como un espetón y me asan; el jueves me arrojan a un abismo en el que quedo congelado; el viernes me despellejan, me salan y me atiborran de plomo y cobre fundido; el sábado me arrojan en un calabozo infecto y hediondo. Y el
domingo lo paso aquí, refrescándome”.

Lo que por otro lado, nos da cuenta de la santidad del día santo de la semana cristiana, el domingo, que hasta el infierno cierra por descanso. ¡Y eso que se trata nada menos que de Judas!

Luis Antequera

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