viernes, 13 de abril de 2012

ATADO Y BIEN ATADO


A muchos lectores, lo mismo a que a mi mismo, esta frase nos empuja hacia la meditación. Todos sabemos quien la pronunció y pienso que él bien sabia, que el futuro nadie lo puede asegurar y si
pronunció esta frase, más fue por motivos políticos, pues quería tranquilizar a los que vivían con la incertidumbre y el temor de que retornase el comunismo, que en aquellas épocas se encontraba fuerte, floreciente y amenazante, en la Europa de hace sesenta años.

Desde siempre el ser humano, ha querido conocer el futuro, porque su desconocimiento le genera inseguridad y todos nosotros anhelamos la seguridad y más la material que la espiritual.
Quizás, sea por que la espiritual es más fácil de obtener que la material, pero nos emperramos en conseguir primero la material, pues tenemos la firme idea de que ella depende solo de nuestro esfuerzo y de lo que no nos damos cuenta, es que nunca alcanzaremos a obtener la material si previamente no hemos conseguido la espiritual, por mucho esfuerzo y trabajo material que realicemos.

La seguridad espiritual, es muy fácil de obtener, porque su adquisición depende exclusivamente de nuestra voluntad. Creer en Dios y amarle, es lo más sencillo del mundo, basta con desear creer y desear amar, para estar ya creyendo, es decir, adquiriendo fe y amando a Dios. Y esto es así, por la sencilla razón de que Dios, está continuamente deseando que tu lector y yo que escribo le amemos, nosotros solo hemos de poner la voluntad de desear, porque de lo demás Él ya se encargará.

¿Puede alguien ofrecernos mayores facilidades para la obtención de algo?

Si, ya sé lo que estas pensando: Yo creo en Él y le amo. Cierto y yo no dudo que así es, pues yo también creo en Él y le amo; pero las preguntas son: ¿Le amo lo suficiente? ¿Podría amarle más? ¿Qué he de hacer para amarle más? ¿Por qué no lo hago? Créeme, no eres tu solo el que se puede hacer estas preguntas, todos nos las hacemos y para nuestro consuelo, te diré que si se vive planteándose uno estas cuestiones con cierta frecuencia, ello es señal de que cada vez
prosperamos más en el desarrollo de nuestra vida interior, y como consecuencia de ello, aumenta en nuestro corazón, la fuerza de nuestras tres virtudes teologales.

Así como en el orden espiritual, atar el futuro es fácil y sencillo, atar el futuro de uno en el orden material es prácticamente imposible. El hombre ama la seguridad material, desgraciadamente quizás ama más la seguridad material que la espiritual y fruto de este amor a la seguridad material es el invento de las compañías de seguros.

Pero así todo, no existe, al menos que yo sepa, una Compañía de seguros que le garantice a un recién nacido, por ejemplo que será un genio de la medicina; que ganará una fortuna y nunca tendrá problemas económicos; que tendrá una vida plenamente feliz, con una mujer o un marido con el que nunca discutirá; que tendrá, unos hijos que solo le darán alegrías con su comportamiento y las notas que saquen en sus estudios. ¡Ah! y que los hijos se casarán y llevarán a casa unas nueras y unos yernos adorables, que se desvivirán con sus suegros. A que
si a uno se le cuentan esto, no se lo cree. Nadie nace ni nacerá con el futuro material asegurado, porque todos hemos de sobrellevar nuestra cruz, que aunque ahora no lo comprendamos, nuestra cruz, es el regalo que el Señor nos dona, porque es la escala que nos permitirá ganar la vida eterna.

El Santo Cura de Ars, decía: “La mayor cruz es no tener cruz”. Porque nada nos hace a nosotros tan parecidos al Señor, como tener una cruz que llevar, tal como Él tuvo la suya y la tuvo que subir al Calvario. Señala el obispo Fulton Sheen, que: “Carecer de cruz haría a uno sospechoso de carecer de la marca indeleble de pertenecer a su rebaño”. Nada nos hace tan parecidos al Señor, como tener una Cruz que llevar, tal como Él tuvo que llevar la suya subiéndola al Calvario.
Llevando nuestra Cruz debidamente, cada día que pasa somos más y mejores imitadores de
nuestro Señor. Santa Teresa de Jesús escribía: “…, el que arrastra la cruz de mala gana siente su peso, por pequeño que sea; pero que quien la abraza voluntariamente, no siente su pesadez, aunque fuera muy grande”.

Es indudable que cada uno tiene su cruz, y bien que lo sabia el Señor y por ello nos dejó dicho: “…, si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y me siga”. (Mt 16, 24). Comentando este versículo de los Evangelios, Jean Lafrance nos dice: “Cuando Cristo
invita a sus discípulos a llevar la cruz en su seguimiento, no preconiza una defensa del sufrimiento”. No es el caso de profundizar aquí en el tema del valor del sufrimiento humano y los valores positivos que este tiene. Lo que es indudable como antes decíamos es que nadie se libra de su cruz y con ella hemos de ganarnos el cielo.

El valor de la cruz en sentido espiritual está entroncado con el misterio de la Santísima Trinidad, y en tal sentido se pronuncia el Patriarca Filareto de Moscú que da un enfoque al misterio de la Cruz enunciando que: “El Padre es el amor que crucifica. El Hijo es el amor crucificado. El Espíritu Santo es el poder invisible de la Cruz”. Y es a través de ese poder invisible de la Cruz, el medio por donde nosotros hemos de hallar, nuestro camino a la vida eterna.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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