Si hubiese una estadística sobre la clase de oración que practicamos…, estoy seguro que el 90% sería a favor de la oración de petición, y el restante 10% se lo repartirían entre la oración de alabanza y la oración de acción de gracias.
Y esto es así, porque la mayoría de las veces nos acordamos de rezar, solo cuando necesitamos algo. Ya lo dice el refrán: Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
La oración de agradecimiento al Señor, es una oración que también se la denomina, “oración de acción de gracias”. Y junto con la oración de alabanza, son estas, las dos clases de oración más perfecta y que más agradan al Señor, por encima de la oración de petición, pues aquí nada se pide, sino que se aprovecha el contacto con Él, para expresarle el amor desinteresado que se le tiene, ¡bueno los que se lo tengan!, que desgraciadamente no son muchos. Es lógico que al Señor le agrade más esta oración, porque a todos nos gusta que nos quieran y nos aprecien, por lo que somos y no por lo que tenemos. Dios quiere que le amemos por lo que Él es, no por lo que Él ha creado o por lo que nos proporciona. Y es que una de las características del amor para ser perfecto es el desinterés. Hay que evitar que se nos diga aquello de: Por el interés te quiero Andrés.
Existe un relato, de un capellán de un psiquiátrico, que visitando a un internado, este quizás en un momento de lucidez mental, le preguntó al capellán: Cuantas veces al día agradece Ud. a Dios tener su mente sana y no estar aquí internado. Ante esta pregunta, el capellán se sobresaltó y no supo que responder, porque nunca se le ocurrió que tuviese que agradecer a Dios por un don tan evidente, del que gozamos la gran mayoría de los que somos. Solo en el hospital, él entendió que la mente sana es un gran don divino. Este hecho nos pone de relieve nuestra actitud con los bienes que nos rodean. Consideramos a estos, como un algo natural que nos corresponde.
Y hasta tal punto hemos llegado, que en comentarios, en artículos e inclusive en los spots publicitarios, no es difícil encontrar la frase: “Ud. se lo merece”. Y se llega a la conclusión de que por el mero hecho de haber nacido, nos lo merecemos todo. Incluso en el pasado siglo, con la disculpa de defender a la humanidad de los abusos de otros pueblos o de sus propios gobernantes, se llegó a crear la denominada “Carta de los derechos humanos”, la cual muchas veces la han desvirtuado de sus fines iniciales y se ha constituido en instrumente de opresión y desencadenamiento de guerras. Pero de lo que nadie se le ha ocurrido crear, es la: “Carta de las obligaciones humanas para con Dios”, que a mi juicio es mucho más importante.
En el orden humano tenemos un refrán de dice: “Es de ser bien nacido quien es agradecido”. Escribe Fernández Carvajal diciendo: “El agradecimiento es una forma extraordinariamente bella de relacionarnos con Dios y con los hombres. Es un modo de oración muy grato al Señor; que anticipa de alguna manera la alabanza que le daremos por siempre en la eternidad, y una manera de hacer más grata la convivencia diaria”.
Al Señor le duelen los desagradecimientos. Así tenemos en los Evangelios, el episodio de la curación de los 10 leprosos: “Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pesaba a través de Samaria y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, Jesús les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: ¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero? Y agregó: Levántate y vete, tu fe te ha salvado”. (Lc 17,11-19).
También en el A. T. tenemos otra historia de agradecimientos. Es la historia de Naamán el general sirio que fue a Israel a buscar remedio a su lepra: “Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio. Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel. ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio? Y dando media vuelta, se fue muy enojado. Pero sus servidores se acercaron para decirle: Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio! Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor. Pero Eliseo replicó: Por la vida del Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada. Naamán le insistió para que aceptara, pero él se negó”. (2Rey. 5,14-16).
Motivos para expresar nuestro agradecimiento al Señor, los tenemos a punta de pala. El primero de todos. Agradecerte Señor, el haberme dado el ser y la vida. Hay que decirle: ¿Porque Señor, me has sacado de la nada? Desde el comienzo de todos los tiempos, ya tenías pensado darme el ser y hacerme tuyo, pues tuyo soy Señor. Podías haber dispuesto que yo solamente fuese de una naturaleza, de una especie no humana, vegetal, animal, y has querido encuadrarme dentro de tu divino orden, dotándome como ser humano de cuerpo y alma. Podías también haber dispuesto, que ni siquiera alcanzara cualquier tipo de naturaleza, que simplemente restase en donde estaba en la nada absoluta, en esa angustiosa carencia de existencia, donde piensan que van a ir a parar, los que imbuidos y dominados por satanás, afirman que Tú no existes.
Pero no, Tú has querido regalarme la existencia, y una existencia eterna, con el esplendor y el libre albedrío del ser humano, que por tu divino deseo has elevado a la categoría de hijo adoptivo tuyo, dándole tal cúmulo de facultades, que hasta uno se puede permitirse el insensato lujo de renegar de Ti, de menospreciarte, de insultarte e incluso hasta de crucificarte. ¡Pero tiene gracia! Hay quienes te insultan, aunque después afirman que Tú, no existes. Y lo más asombroso de todo lo anterior, es que Tú a pesar de todo, amas locamente a estos seres denominados hombres, que no somos dignos ni de Ti, ni de tu amor.
Gracias Señor, por haber querido que naciese, y dame fuerzas, para que pueda corresponder al amor que me has regalado dándome la existencia y una existencia eterna que para mí y para todos los que tienen el deseo de estar a tu lado contemplando la Luz de tu rostro.
Bendito sea tu nombre, Dios todo poderoso que has creado la vida para tu placer y tu gloria.
Bendito seas Señor Dios, quien me has formado en el vientre de mi madre y que me conocías antes de que yo viniera a la existencia.
Bendito sea el gran regalo de la vida del que yo disfruto gracias al cuidado de mis padres quienes me criaron por la voluntad de Dios.
Señor, Dios mío, autor y preservador de la vida: Yo te agradezco por permitirme existir, te agradezco por haberme creado de la nada y por hacerme un ser único, lleno de regalos que reflejan tu imagen. Siento mucho Señor no haber vivido de acuerdo a tus deseos sino de acuerdo a las debilidades de mi naturaleza pecadora. Me arrepiento de mi vida pasada y te consagro mi vida de nuevo para que reviva en tu Presencia y en los diseños de tu Santa Voluntad.
Gracias Señor por el mundo, este maravilloso escenario de la vida que tú nos presentas diariamente. Te agradezco Señor por las vidas de todos mis hermanos y hermanas tanto vivos como muertos; ellos serán mi compañía en la eternidad ante la visión de tu gloria.
Gracias Señor por todos los elementos que nos acompañan y nos permiten nuestra existencia.
Gracias Señor por el aire que respiramos, por la sangre que corre por nuestras venas.
Gracias Señor por el regalo del tiempo y espacio.
Gracias por este maravilloso universo que está más allá de nuestra comprensión, por las estrellas, los planetas y las constelaciones.
Gracias Señor por nuestra inteligencia, por los regalos que Tú nos has concedido a cada uno de nosotros.
Gracias Señor por nuestra inteligencia, por los regalos que Tú nos has concedido a cada uno de nosotros.
Gracias Señor porque nos llamas tus hijos, y no merecemos ese título.
Gracias Señor porque “Yo soy quien yo soy, gracias a que Tú eres quien Tú eres. El Todo de todo lo por ti creado”.
Gracias Señor porque “Yo soy quien yo soy, gracias a que Tú eres quien Tú eres. El Todo de todo lo por ti creado”.
Y también necesito. Agradecerte el habernos redimido y amarnos a todos, hasta el punto de dar tu vidas por nosotros.
Agradecerte el haberte quedado con nosotros en la Eucaristía.
Agradecerte el haberme elegido y dotado de inmerecidos talentos de los que quiero y espero poderte dar cuenta de un buen uso de ellos.
Agradecerte las innumerables gracias que continuamente de Ti recibo y sin las cuales me sería imposible tratar de seguirte.
Bendito sea tu santo nombre; Mi Dios mi amor y mi Todo.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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