jueves, 8 de septiembre de 2011

ANSIAS HUMANAS DE SEGURIDAD



El temor humano, nos lanza a la búsqueda de la seguridad…, para así llegar a la felicidad que es nuestro anhelo más deseado.

Pero nosotros estamos hechos para una felicidad que exactamente no conocemos como es, y no la conocemos, por la sencilla razón de que nadie en este mundo la ha experimentado en su plenitud. Solo el Señor, y a unas pocas almas privilegiadas, les ha regalado una breves y cortas pinceladas de ese cuadro maravilloso que nos espera, si es que aceptamos el amor que Dios continuamente nos está ofreciendo.

Existen dos clases de seguridad a nuestro alcance, una muy fácil de obtener y que nunca a nadie defrauda, y la otra bastante difícil de lograr y cuando se logra uno sale defraudado. Me refiero a la seguridad que se consigue adquiriendo bienes de carácter espiritual o bien la que se consigue con bienes de carácter material. La mayoría de los seres humanos, por no decir casi todo el mundo, trata de basar su seguridad en la adquisición del mayor número posible de bienes materiales, en otras palabras, ser un triunfador en el orden económico. La estructura social en la que nos encontramos inmersos, la mentalidad de la gente, lo que vemos, lo que leemos, como nos han educado,… todo nos lanza desde niños a prepararnos para la carrera de la vida y triunfar, partiendo de la base, de que el que más bienes materiales consiga, es el que más triunfa y el que será más feliz. Se nos hace ver, que para ser felices hemos de tener seguridad material y esta solo nos la da el dinero. Se lucha despiadadamente, en las demás personas no se ve al prójimo, solo se ve, nada más que peldaños para subir, se miente, se engaña, se oculta o deforma la verdad, la astucia nos lleva a conductas innobles y al final, si es que se logra triunfar, viene la amargura de la frustración. Unos, los menos, reaccionan y otros no, siguen con un pie ya en la tumba, pensando que la felicidad está, en ser el más rico del cementerio.

El Señor, con toda su omnisciencia, bien sabía lo que iba a pasar y nos dejó dicho: Por eso os digo: Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad como las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo? Y del vestido, ¿porque preocuparos? Aprended de los lirios del campo, como crecen; no se fatigan ni hilan. Pues yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Que comeremos, que beberemos o que vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán. (Mt 6,24-34).

¡Que pocas son las personas! que se han tomado este bello pasaje evangélico en serio, en el cual el consejo final de Nuestro Señor es bien claro Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”. (Mt 6,33).

¡Qué es lo que pasa! Es que no nos lo creemos, es que no tenemos confianza en las palabras del Señor, porque más bien parece que no nos confiamos en Él un pelo. Buscamos la seguridad en esta vida, basándonos más en el dinero que en Señor. Nuestra falta de confianza es bien palpable. En todo caso pretendemos ponerle, tal como vulgarmente se dice, una vela a Dios y otra al diablo y al principio de este pasaje evangélico, bien claro que se nos dice: No se puede servir a Dios y al dinero. Se equivoca el que tome este camino, porque la única felicidad que se puede encontrar en este mundo, está siempre basada en la adquisición de una seguridad apoyada en bienes espirituales, no en los materiales.

En Palestina hace más de dos mil años, un pescador del lago de Genesaret, llamado Pedro, nos dio una lección y nos señaló un camino, él cambió la seguridad de su barca, de su único tesoro material, por la de la palabra del Señor. No se quedó aferrado a las tablas de la embarcación, sino que se dirigió hacia donde estaba el Señor. Todas las pruebas que componen, la gran prueba en que consiste la vida misma, nos ponen de manifiesto que la única seguridad, es la que nos da nuestra fe en el poder del Padre y en su amor misericordioso, en su sabiduría y en su providencia, Dios es siempre fiel, incluso hasta cuando parece que nos desposee de toda nuestra seguridad natural.

Carlo Carretto escribía diciendo que: La seguridad comporta la saciedad. Por primera vez verifica el hombre con la experiencia, lo que significa no tener necesidad de nada, es decir, que Dios basta; exactamente como dijo Jesús: En aquel día no me pediréis nada (Jn 16,23). No es necesario pedir cuando Dios está en el centro de tu ser y tu contemplas su modo de obrar, y Él, en su infinita bondad te hace entrar en este modo de amar”. ¿Qué quieres pedir, cuando tienes al Todo en ti?”. ¿Es que acaso necesitas algo, cuando tienes ya adquirido el Todo de todo lo creado? Cuando has alcanzado ese nivel de vida espiritual, el mundo entero te sobra y miras compasivamente a esa masa de personas que buscan equivocadamente la felicidad donde esta no se encuentra.

Santa Teresa de Jesús, resumió esta irrefutable realidad en unos conocidos versos: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia, todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta.

¡Eh ahí! La seguridad que tanto ansiamos y que solo unos pocos encuentran. La encuentran los que la buscan en el desarrollo de su vida espiritual, porque en la plenitud de este desarrollo, se encuentra el Todo de todo que es Dios. El cual está ansioso de poder derramar su amor sobre nuestros esquivos corazones, que buscan con la mirada baja como ratones entre el fango de la tierra, pudiendo remontar el vuelo como águilas y ver las maravillas que proporciona el estar locamente enamorado del Señor.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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