¿A que no sabían Uds. que entre los judíos y sin salir del más estricto judaísmo, existen quienes creen que el Mesías ha llegado ya, y que dicho Mesías no es otro que el mismísimo Jesús?
Pues bien, así es aunque les cueste a Uds. creérselo. Se les conoce como “judíos mesiánicos” y el número de sus adeptos probablemente ascienda a la nada desdeñable cifra de medio millón de personas en todo el mundo, establecidos en Estados Unidos y en Hispanoamérica principalmente. Es decir, más de lo que representan, sólo a modo de ejemplo, algunas de las iglesias católicas orientales a las que tantas veces nos hemos referido en esta columna. Y que en todo caso, nos hace pensar en esa otra corriente, en principio exótica, que profesa una especial veneración por Jesús también entre los musulmanes: los “ahmadies” a los que igualmente nos hemos referido en esta columna. Unos musulmanes, objeto por cierto, de cruel y pertinaz persecución allí donde se encuentran, que se consideran discípulos de un Jesús que habría sobrevivido a su tormento en la cruz y que habría emigrado a la India, donde a la edad de ciento veinte años habría fallecido, venerando en Srinagar lo que sería la tumba en la que aún hoy se halla enterrado.
La cuestión de los judíos mesiánicos nos pone en contacto con una cuestión que no es menor: la posible descendencia de estos judíos respecto de aquellos que constituyeron la primera comunidad judeo-cristiana que se creó y que se parapetó en Jerusalén, cuyo líder fuera aquél apóstol singular al que San Pablo llamara “el hermano del Señor”, Santiago el Menor.
Al igual que aquella primera comunidad cristiana, los judíos mesiánicos respetan la “Torah” o ley judía; realizan sus oraciones en la sinagoga; ponen los “tefillim” o filacterias, fragmentos de oración, en las puertas de sus casas; observan la liturgia hebrea; practican la circuncisión; guardan el sabath; respetan las prescripciones alimentarias. De parecida manera a como lo hacen las modernas comunidades judías, portan prendas como el “talet” (velo para rezar) o la “kipah” (prenda de cabeza similar al bonete papal, pero negro), y como ellos, también sufrieron la cruel “shoah” (holocausto)... Pero por el contrario que ellos, leen el Nuevo Testamento, al que ellos llaman Escrituras apostólicas (Brit Jadsaha), rezan el Padrenuestro. Y por supuesto, creen que el Mesías ya llegó y que no es otro que Jesús. Lo que no significa que no observen hacia la Iglesia una actitud de indudable recelo, temerosos quizás de que el diálogo ecuménico sólo represente para ellos un instrumento en el que ver disuelta su personalidad.
Luis Antequera
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