sábado, 14 de mayo de 2011

CUANDO LA TIERRA SE MUEVE



Cuando la tierra se mueve oren por los que sufren.

El Dr. Albert Mohler publicó un artículo a raíz del terremoto de Japón, que traigo al Blog y lo aplico a Lorca, ciudad de mi tierra murciana, que está sufriendo las consecuencias del terremoto del día 11 de mayo. Dice así:
Pocas experiencias pueden ser más aterradoras que un terremoto… A continuación, como un añadido a la miseria y al terror causado por los daños devastadores del terremoto, un tsunami masivo provocado por éste último inundó incontables kilómetros de la costa de Japón, llevándose por delante a varios pueblos y sumergiéndolos en el mar…
Los datos de aquel desastre ya los conocemos, son abrumadores. Y eso que el Japón es el país mejor preparado de la tierra para enfrentarse al desastre. Sus códigos de edificación, sus sistemas de alerta, sus servicios de emergencia y los equipos de respuesta al desastre son los mejores del mundo. Pero ningún tipo de planificación humana podría haber detenido esta destrucción. Este desastre sobrepasa con mucho el alcance del control o la preparación humanos.
Añade el autor del artículo: Debemos orar por el pueblo de Japón. Debemos rogar por las vidas que pueden ser salvadas y por las familias que sufren por haber perdido a muchos seres queridos. Debemos orar para que este horrible desastre pueda utilizarse como llamamiento al pueblo de Japón que lo conduzca al Señor como su única esperanza y refugio. La nación sigue siendo moldeada por su raíces sintoístas, budistas y animistas
Yo hago una traslación a la ciudad de Lorca, mucho menos castigada por el daño, pero con un mismo sufrimiento: personas muertas, heridos bastantes, viviendas devastadas, ancianos evacuados, puestos de trabajo que se pierden… Y el gran dolor de la impotencia. Cuarenta mil personas afectadas con más o menos gravedad.

El Dr. Mohler afirma:
Desastres como éste suelen hacer que florezcan las más imprudentes formas de teologías. El terremoto y el tsunami son, en verdad, horribles recordatorios de que este mundo muestra todas las marcas del juicio de Dios sobre el pecado, y que toda la creación gime bajo el peso de éste.
No obstante, Jesús advirtió a sus discípulos que no sacaran la conclusión de que un desastre natural pudiera rastrearse hasta llegar a los pecados de aquellos que sufren sus efectos de forma directa (Lucas 13:1-5). Dios hace que la lluvia caiga sobre el justo y también sobre el impío (Mateo 5:45). Debemos recordar esto cuando leamos los titulares y veamos las imágenes de un desastre, dondequiera que éste ocurra.
En 1755, un gran terremoto devastó Lisboa, Portugal, causando grandes pérdidas en vidas humanas por toda la Península Ibérica. Esta tragedia hizo que muchos europeos que se habían visto sacudidos, poco tiempo antes, por la secularidad del principio de la Ilustración, abandonaran su fe en Dios. Esto no hace más que agravar la tragedia. Debemos afirmar tanto el poder soberano como el carácter amoroso de Dios y esto significa que tenemos que saber que los desastres como éste pondrán a prueba tanto nuestra fe como nuestra lealtad.
Los pueblos afectados están ahora en nuestro corazón. Debemos orar por ellos a la vez que hacemos todo lo que esté en nuestra mano para ayudar. Luego, cuando el dolor se convierta en la dura tarea de la recuperación y la reconstrucción, la verdadera prueba para los cristianos… será ver si nuestro compromiso con el Evangelio de Cristo conduce a un esfuerzo renovado por alcanzar al pueblo afectado con el mensaje de Jesucristo, la Roca firme.
Fuente:
http://www.ibrnb.com/perigee/?p=1

No tenemos nada más que añadir a los pensamientos del Dr. Albert Mohler. Solo reiterar nuestra total solidaridad con el pueblo de Lorca en Murcia (España), y desear que entre todos logremos una pronta recuperación de la vida normal. Lorca es una ciudad cargada de historia, con monumentos importantísimos, y un arte especial para el bordado y la alfarería. El lorquino y la lorquina son gente sufrida, y sabrá agarrarse a su fe, a su Virgen de las Huertas para vencer el mal con la abundancia de bien.

Juan García Inza

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