Desde luego que tenemos alma y cuerpo.
Y las dos partes de nuestra persona, luchan denodadamente desde que nacemos, por ser una de ellas la que se lleve el gato al agua, en eso de controlar nuestra persona. Y es el caso que esta realidad tan evidente, que es la raíz de nuestros problemas, inquietudes, triunfos, fracasos, alguno aún no se han parado a considerar esta realidad o lo que es peor, es que todavía no se han enterado, muchas veces por ofuscamiento de su mente, con toda esa basura que nos suministran, los modernos acólitos del maligno. Que tiene en sus manos la mayor parte de los medios de difusión actuales.
El periodista italiano Vittorio Messori, escribe a este respecto: “Se le ha condicionado como a los perros de Pavlov, para que se preocupe solo de lo que puede tocar y ver, sin interesarse para nada de lo demás, pues se le ha dicho que más allá de lo sensible y lo visible no existe nada”. Se está creando una clase de personas, que solo cree en el piano, pero no en el pianista.
Pero la materia y el espíritu son partes de nuestra persona. Para Philippe Marie. “Dios tuvo la admirable intención de unir la materia y el espíritu, y es a causa de ello que somos la obra maestra de Dios. Una obra maestra se hace a partir de extremos que se unen en una unidad fundamental, perfecta. En el hombre, Dios unió dos extremos de la Creación: el espíritu y la materia”. Así San Pablo nos dice: “Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, (espíritu) de manera que lo que se ve (materia) resultase de lo que no aparece (espíritu)” (Hb 11,3). Y en otra epístola nos dice: "Las cosas visibles son pasajeras, pero las invisibles son eternas” (2Cor 4,18).
Para Royo Marín. “Desde la más remota antigüedad se enfrentan y luchan en el mundo dos fuerzas antagónicas, dos concepciones de la vida completamente distintas e irreductibles: la concepción materialista irreligiosa y atea que no se preocupa sino de esta vida terrena, y la concepción espiritualista que piensa en el más allá. La primera tiene su lema en decir: “No hay más allá”. Por consiguiente vamos a gozar, vamos a divertirnos, vamos a pasarlo bien en este mundo. Placeres, riquezas, aplausos placeres… ¡A pasarlo bien en este mundo! Comamos y bebamos que mañana moriremos. Concepción materialista de la vida, señores. Pero hay otra concepción: la espiritualista, la que se enfrenta con los destinos eternos, la que podríamos tener como símbolo o lema la frase: “¡Hay un más allá!” o si queréis ésta más gráfica y expresiva todavía, dicha hace ya más de 2000 años: “Y ¿que aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O que podrá dar el hombre a cambio de su alma? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras”. (Mt 16,26-27).
Según Pierre Teilhard de Chardin: "La materia es el conjunto de cosas, energías y criaturas que nos rodean... Es el medio común, universal, tangible, infinitamente variado y variante, en el seno del cual vivimos sumergidos... Es la causa principal de los dolores y pecados que acechan nuestras vidas. Nos hiere y nos tienta. La materia nos hace envejecer, nos paraliza, nos hace vulnerables... ¿Quién nos librará de este cuerpo de corrupción? (Rm 7, 24). Y al mismo tiempo es la materia la que nos nutre y eleva. Es la exuberancia física el contacto que ennoblece, el esfuerzo viril, la alegría de crecer. La materia atrae, renueva, une florece. Por la materia nos unimos a todo lo demás. ¿Quién nos dará un cuerpo inmortal? (1Co 15,42-53). La materia es el principio fundamental tanto de la vida como de la muerte”.
Según Pierre Teilhard de Chardin: "La materia es el conjunto de cosas, energías y criaturas que nos rodean... Es el medio común, universal, tangible, infinitamente variado y variante, en el seno del cual vivimos sumergidos... Es la causa principal de los dolores y pecados que acechan nuestras vidas. Nos hiere y nos tienta. La materia nos hace envejecer, nos paraliza, nos hace vulnerables... ¿Quién nos librará de este cuerpo de corrupción? (Rm 7, 24). Y al mismo tiempo es la materia la que nos nutre y eleva. Es la exuberancia física el contacto que ennoblece, el esfuerzo viril, la alegría de crecer. La materia atrae, renueva, une florece. Por la materia nos unimos a todo lo demás. ¿Quién nos dará un cuerpo inmortal? (1Co 15,42-53). La materia es el principio fundamental tanto de la vida como de la muerte”.
Indudablemente el control del hombre en esta vida en la mayoría de los casos, lo tiene la materia, ella perteneciendo a un orden inferior, domina al alma que es espíritu, perteneciendo a un orden superior. Y es sabido que cuando un orden superior domina, existe la organización y el triunfo y cuando es el orden inferior el que controla y domina, existe el caos. Fijémonos en el ejército de un país, cuando la oficialidad manda y ordena se ganan batallas, pero si le tropa se levanta contra la oficialidad y es ella la que manda, el caos está asegurado y también la derrota. Es el espíritu el que debe de gobernar, por que como explica el obispo Sheen: “El espíritu une, la materia divide. Una manzana, por ser material se puede dividir. Pero un acto de fe no puede ser dividido. La fe une a las gentes, pero los bienes económicos son causa de discusiones”.
Nosotros hemos de ganar el alma lo que significa tener dominio de uno mismo, y este es el secreto de la paz interior, lo contrario son las mil turbaciones que hacen al hombre sentirse temeroso, desgraciado y contrariado. Solo cuando se tiene dominio sobre la propia alma es cuando puede gozarse de los demás. El espíritu es y debe de ser el rey de la materia, capaz de aprehenderla, de comprenderla, de utilizarla y transformarla. Ese es el trabajo.
En definitiva, son dos las dos las fuerzas tiran del alma humana, tratando de controlar a la persona: una que le invita a gozar de todo y a pasarlo bien, “porque la vida dura dos días”, otra que le arrebata con una pasión desconocida y enciende en su alma deseos de inmortalidad, como escribe Borragan Mata. Pero el deseo de otra patria, no debe de llevarle a uno, a menospreciar esta vida y esta tierra. La tierra está bendecida por el Dios que la creó. Aunque sabemos que este no es el lugar definitivo para nosotros.
La postura cristiana es muy clara: Ni morar solo en Dios olvidándonos de la tierra; ni mirar solo a la tierra olvidándonos de Dios. Si se pone el acento solo en el más allá, corremos el riesgo de dejar tirados en el camino a la mayoría de nuestros hermanos, pero si ponemos los ojos solo en la tierra entonces perdemos la perspectiva del más allá y dejamos de ser caminantes para construir un reino en la tierra.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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