viernes, 18 de febrero de 2011

SACRILEGIOS GRAVÍSIMOS


Está claro que el móvil de los que robaron el sagrario de la Parroquia de Majadahonda no era el económico, sino el religioso.

Mejor dicho, el antirreligioso. Seguramente los mismos que quemaron la puerta y andan extorsionando para que la Iglesia Católica no tenga la libertad y la paz para vivir y celebrar la fe que hemos recibido.

Ya hace tiempo que se viene sembrando el rencor y el odio hacia Dios y la Iglesia Católica. De estas barbaridades ya sabemos muy bien en España. Pero estos barbaros son nuevos. Le han inoculado en la Ya Ya hace tiempo que se viene sembrando el rencor y el odio hacia Dios y la Iglesia Católica. De estas barbaridades ya sabemos muy bien en España. Pero estos bárbaros son nuevos. Le han inoculado en la mente el veneno de la crueldad y, automáticamente, salta el resorte cuando se cruzan los cables y la ocasión es propicia. Son los enemigos de la libertad. No saben vivir en sociedad. Son como perros rabiosos que no paran de ladrar, y de morder cuando pueden. Por eso hay que extremar las precauciones. Viene bien recordar el escrito que el Obispo Auxiliar de Madrid envió a todos los responsables de iglesias:

EL OBISPO AUXILIAR DE MADRID A LOS SACERDOTES Y LAICOS.
PROFANAR LA EUCARISTÍA ES UN SACRILEGIO GRAVÍSIMO.

Han llegado últimamente a la Archidiócesis, por distintos cauces, información y denuncias sobre algo que está sucediendo en diferentes iglesias de la archidiócesis y durante la celebración de la Eucaristía. Afirman que algunas personas al pasar a comulgar se llevan consigo la forma consagrada, tanto si comulgan en la mano como si comulgan en la boca, ya que después sacan la Sagrada Hostia y la guardan de diversos modos para llevársela. Existen informaciones fundadas de que pertenecen a alguna secta y que lo hacen con intención de profanar después la Sagrada Eucaristía.

Ante un hecho tan grave, los sacerdotes tenemos la obligación de vigilar y, a la vez, alertar a los fieles para que todos podamos colaborar en el debido cuidado y respeto al Cuerpo de Cristo realmente presente en las especies sacramentales.

En primer lugar, si se detecta a la persona que comete este abuso, ha que comunicarle que un pecado tan grave incurre automáticamente en excomunión reservada a la Sede Apostólica. Y, si se tiene la certeza de que realiza ese acto sacrílego, no sólo hay que comunicárselo personalmente, sino que el sacerdote tiene la obligación de no darle en adelante la Sagrada Comunión. A su vez, los fieles, que muchas veces son los que pueden comprobar mejor estos hechos, tienen obligación moral de informar al sacerdote que celebra sobre la persona concreta que realiza esta sustracción sacrílega, para que se pueda actuar en consecuencia. Ellos mismos pueden, si presencian tal acción, advertir a quien lo hace del acto sacrílego que está cometiendo.

Es necesario que los fieles estén bien instruidos sobre el modo de comulgar en la mano: antes de acercarse al sacerdote, los fieles hacen una inclinación de veneración a la Eucaristía. Si el fiel desea comulgar en la mano, según está concedido por la Santa Sede a la Conferencia Episcopal Española, tiende las manos hacia el sacerdote «haciendo de la mano izquierda un trono para recibir al Rey», como ya se explicaba a los fieles en las catequesis de Jerusalén del siglo IV. A la fórmula del ministro, El Cuerpo de Cristo, responde como confesión de fe: Amén. «El fiel que ha recibido la Eucaristía en su mano la llevará (con su mano derecha) a la boca antes de regresar a su lugar, siempre de cara al altar. De la Iglesia el fiel cristiano recibe la Eucaristía, que es comunión en el Cuerpo de Cristo y en la Iglesia; por esta razón, no se ha de tomar el pan consagrado directamente de la patena o de un cesto, como se haría con el pan ordinario o con pan simplemente bendito, sino que se extienden las manos para recibirlo del ministro de la Comunión. Se recomendará a todos, y en particular a los niños, la limpieza de las manos como signo de respeto hacia la Eucaristía» (Carta de la Congregación para el Culto Divino).

¿Vamos a dejar que hagan lo que quieran con lo más grande que tenemos, que es la Eucaristía?
Juan García Inza

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