Respecto al artículo que viene...
Era “yo”, orgulloso, vanidoso y, aparentemente feliz.
Mi director espiritual sabía que era lo que me dolía. Me dio con puño cerrado en mis debilidades. Al principio lo odie... luego lo amé. Y más luego, cuando me empezó a usar poniéndome culpas que no eran mías para dar un ejemplo en los demás, lo amé mucho más... eso fue cuando yo ya había superado todas esas tonterías que me encadenaban a este mundo.
Una vez que él se dio cuenta que yo ya había superado todas mis debilidades, me uso para corregir a otros. Él no lo hizo con sarcasmos ni ironías... era fuerte y odioso al principio... hasta que superé esas cosotas que no eran mías, sino adquiridas, involuntariamente del mundo moderno.
El llegar a no ofenderse por nada que te digan o hagan contra ti, es síntoma de que cada día estás más cerca de Dios.
Agradezco a Dios y al p. Roberto, por su afilado estilo de cortar toda esa grasa que me hacía daño y que solamente deje la pulpa (casi toda, porque creo que todavía me queda mucha) para gloria de Dios.
Actualmente, aplico lo mismo en mi grupo, y si alguien no lo acepta, Dios sabrá a que grupo lo envía. Pero, la humildad y la paciencia, para mí, son una entrada segura al cielo.
José Miguel Pajares Clausen
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