Marta y María.
La Madre Cándida, fundadora de las Hijas de Jesús, subió a los altares acompañada por otros cinco religiosos.
Ya hay en la Iglesia seis nuevos santos, entre ellos dos de los que suelen llevar el adjetivo «primero»: la primera mujer guipuzcoana que llega a los altares para ser venerada por la Iglesia universal, la Madre Cándida María de Jesús (1845-1912), fundadora de las Hijas de Jesús, y el primer australiano, hombre o mujer, que recibe el mismo honor, la Hermana María de la Cruz McKillop (1842-1909), quien llegó a ser excomulgada por su obispo por «insubordinación», aunque la pena fue rápidamente levantada por contraria al Derecho Canónico.
Además Benedicto XVI proclamó santos, ante decenas de miles de personas de muchos países (con abundante presencia de españoles, encabezados por el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla), al canadiense André Bessette (1845-1937), al polaco Stanislaw Soltys (1433-1489) y a las italianas Giulia Salzano (1846-1929) y Camilla da Varano (1458-1524).
Durante la homilía leída en la celebración, el Papa destacó sobre todo la importancia de la oración. Evocando la liturgia del día, señaló su enseñanza fundamental: «La necesidad de rezar siempre, sin cansarse de hacerlo». Y lanzó una clara crítica al activismo que, como eco de la vieja discusión entre Marta y María, prescinde de la relación con Dios para confiar sólo en los medios humanos: «A veces nos cansamos de rezar, y tenemos la impresión de que la oración no es útil para la vida, de que es poco eficaz. Y entonces sentimos la tentación de dedicarnos a la actividad, de emplear todos los medios humanos para alcanzar nuestros objetivos y no recurrimos a Dios. Jesús, sin embargo, enseña que hay que rezar siempre».
Pero no de cualquier manera: «La oración debe ser expresión de fe. Si no, no es verdadera oración. Si uno no cree en la bondad de Dios no puede rezar de forma realmente adecuada. Por consiguiente, la fe es esencial como base de la actitud orante», y citó como ejemplo a los seis nuevos santos.
La vida «ligada a la Eucaristía» de San Stanislaw Kazimierczyk, la vida interior «en medio del sufrimiento y la pobreza» de San André Bessette, la decisión firme y durante toda la vida de «vivir sólo para Dios» de Santa Cándida de Jesús, la insistencia en la «formación espiritual» de Santa María McKillop, la importancia pedagógica del «fervor espiritual» que transmitía Santa Giulia Salzano y la opción por la «vía de la penitencia» de Santa Battista Camilla Varano en un tiempo de relajación de costumbres, fueron las virtudes glosadas por el Papa para situar a los seis religiosos - casi todos ellos de la enseñanza, y casi todos pertenecientes al gran siglo del anticlericalismo que fue el XIX - como modelos de la oración constante que recomendó a todos en la que calificó como «fiesta de la santidad».
A la que acudieron, entre otros, el presidente polaco, Bronislaw Komorowski, y los ministros de Asuntos Exteriores canadiense y polaco.
Tras el Angelus del mediodía, el Papa se dirigió en diversos idiomas a todos los fieles presentes, y dijo en español: «Confío a las Religiosas Hijas de Jesús a la intercesión de Santa Cándida, su Fundadora. Pido a Dios también que los nuevos santos sirvan de modelo al pueblo cristiano, particularmente a los jóvenes, para que sean cada vez más los que acojan la llamada del Señor y entreguen por completo su vida a proclamar la grandeza de su amor».
C.L/ReL
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