viernes, 22 de octubre de 2010

DOGAL DEL TIEMPO


El tiempo, que es un factor al que tanta importancia le damos nosotros, para Dios no existe.

En la eternidad, todo ocurre al mismo tiempo, todo es presente, el pasado, el presente y el futuro, esto es algo difícil de comprender para nosotros, que carecemos de esa cualidad inherente a la eternidad, de contemplarlo todo de golpe. El tiempo es un dogal que Dios nos ha puesto, a fin de que no nos apeguemos a este mundo, más de lo que ya lo estamos. Su función es hacernos comprender que aquí estamos de paso. Y démonos cuenta de que no solo los seres humanos tenemos puesto el dogal del tiempo, sino también todo lo que pertenece al orden de lo material y que constituye nuestro entorno corporal. Pero a ningún otro animal o vegetal, le preocupa el tiempo y el dogal que tienen puesto, ni siquiera lo saben y por ello carecen del temor a la muerte, pues ellos no saben que van a morir, y carecen de noción acerca del tiempo que les pueda resta hasta su muerte. Cierto es que los animales tienen un instinto de conservación, al igual que también lo tenemos nosotros, pero ellos carecen del miedo a la muerte que a casi todo el mundo le lleva de cabeza.

Toda la materia, sea está concebida en su forma inanimada, agua, tierras rocas o en su forma animada, vegetales, peces, animales o seres humanos, es caduca está llamada a desaparecer. Incluso la totalidad de nuestro mundo, la tierra, el sol con todos sus planetas la totalidad de la vía láctea, de la cual el sol es una minúscula e insignificante parte, tal como nos dicen los astrónomos, todo terminará desapareciendo y convirtiéndose en un agujero negro en el infinito universo. Nada que pertenezca al orden material es eterno, solo es eterna nuestra alma, que es lo único que tenemos, que pertenece al orden de lo impalpable, de lo invisible, al orden superior del espíritu. San Agustín, con esa tremenda inteligencia natural que Dios le había regalado nos dejó dicho: “Todo lo que tiene fin, es siempre breve”.

El dogal del tiempo que Dios le ha colocado a todo ser humano, cuando uno abandone este mundo sea para salvarse o para condenarse, este dogal del tiempo le desaparecerá. Se puede asegurar que el alma que más ama a Dios en este mundo, siente menos dentro de ella que los demás, el peso de este dogal del tiempo que todos tenemos, porque el alma está creada para la eternidad, y en la medida que ella se acerca más a Dios en este mundo, más libre se va sintiendo en relación al dogal del tiempo. Escribe el franciscano norteamericano Richard Rohr, diciendo que: El sentido, que los místicos tienen del tiempo es eterno, porque es el sentido de Dios, El pasado, el presente y el futuro se unen en un destello de visión mística. Hablan de la crucifixión de Jesús como si estuviera sucediendo hoy, o ven los acontecimientos futuros como si fueran a suceder inmediatamente. Lo mismo se puede decir del sentido espacial de los místicos. En su experiencia religiosa el cielo y la tierra son una única realidad y la distinción entre lo natural y lo sobrenatural desaparece. Todo se junta en la unidad, como en Dios, quien abarca todo el tiempo y el espacio en un único abrazo divino”.

Por el contrario el alma de la persona que no vive en la gracia de Dios, se agarra más y más desesperadamente a esta vida, sobre todo cuando ve que el tiempo se le acaba. Y ridículamente trata de querer ganar la batalla que de antemano ya está perdida, gastando inútilmente dinero y esfuerzos, en tratar de aparecer más joven. Otras clases de personas su deseo de agarrarse a este mundo, lo expresan de forma mental y elucubran acerca de esa teoría de la reencarnación, con la esperanza de que todo vuelva a empezar otra vez. Desde luego que a ninguna de estas personas le mueve una profunda fe en la existencia de Dios, tal como los Evangelios nos la revelan, y en consecuencia carecen de un auténtico deseo, de llegar a contemplar cuanto antes, la luz de amor que emana del rostro de Dios. Se podría decir que carecen de ese deseo que con más o menos fuerza, todo creyente consciente o inconscientemente lo tiene.

Es bueno para nosotros, mientras andamos por este mundo, la existencia del tiempo, tener el dogal puesto, ya que si la angustia del paso del tiempo, no existiese para nosotros, como no existe para las plantas o para los animales careceríamos de capacidad para generar méritos a los ojos del Señor, pues estaríamos en la eternidad y el conocimiento del futuro estaría a nuestro alcance. Y teniendo conocimiento de cuál habría de ser nuestro futuro, ningún ser humano en sus cabales, realizaría malas acciones porque de antemano sabría cuales iban a ser las consecuencias y en cuanto a las buenas acciones que realizase, estas carecerían de mérito pues siempre sabríamos de ante mano cuales iban a ser también sus efectos. En la eternidad al carecer del dogal del tiempo, todo será para nosotros presente, y entonces de la misma forma que de las virtudes teologales desaparecerán la fe convertida ya en evidencia y la esperanza convertida en realidad palpable, también de nuestras potencias desaparecerá la memoria porque todo lo veremos en situación de presente y también la voluntad, pues al habernos entregado plena y perfectamente al amor divino, nuestra voluntad estará totalmente identificada con la divina.

Solo llegaremos a ser felices cuando alcancemos nuestra eternidad, cuando nos integremos en la gloria del Señor, cuando veamos en su plenitud, esa Luz maravillosa que ningún ser viviente ha visto en plenitud, estaremos ya en esa felicidad que nos espera y que nos la describe bella y poéticamente un Himno de la Liturgia de las Horas, que extractadamente dice así:
· Cuando la muerte se vencida y estemos libres en el reino.
· Cuando veamos cara a cara lo que hemos visto en un espejo y sepamos que la bondad y la belleza están de acuerdo.
· Cuando al mirar lo que quisimos lo veamos claro y perfecto y sepamos que ha de durar sin pasión, sin aburrimiento, entonces solo entonces estaremos contentos.
· Cuando vivamos en la plena satisfacción de los deseos.
· Cuando el Rey nos ame y nos mire, para que nosotros le amemos y podamos hablar con Él sin palabras.
· Cuando gocemos de la compañía feliz de los que aquí tuvimos lejos.
Entonces, solo entonces, estaremos contentos.

En esta vida, todas nuestras ansiedades se relacionan con el tiempo. El ser humano es la única criatura consciente del tiempo. Solo los seres humanos pueden tener en mente el pasado de manera que este pese sobre el momento presente con toda su herencia; y también puede introducir el futuro en el presente, para imaginar que sus ocurrencias son actuales, tal como escribe el obispo Fulton Sheen, El ser humano puede unir el pasado con el presente por medio de la memoria, y el futuro con el presente por medio de la imaginación. Toda desdicha (cuando no hay causa inmediata para la pena) proviene de la excesiva concentración en el pasado o de la extrema preocupación por el futuro.

El dogal del tiempo que llevamos puesto los seres humanos, cuando estamos en este mundo, nos impide ver al mismo tiempo el pasado, el presente y el futuro, lo cual es una tragedia para nosotros si es que no somos capaces de concentrarnos siempre en el presente, porque mirar tanto el pasado como el futuro significa siempre generar sufrimiento. Si miramos al pasado, este nos traerá siempre recuerdos que si son malos, buena gana de volver a sufrir por segunda vez y si son buenos, como ellos no se van a repetir, nos crearán nostalgia y ella sufrimiento. En relación al futuro, si imaginamos un futuro esplendoroso y luego estas predicciones no se cumplen obtendremos frustración y tras ella también sufrimiento. Si por el contrario pensamos en un futuro negro lleno de peligros y dificultades, estamos sufriendo anticipadamente por hechos que a lo mejor jamás ocurrirán.

Terminaremos esta glosa con una frase de San Agustín que escribió: El tiempo de esta vida, no es otra cosa sino una carrera hacia la muerte. Y a este respecto, tal como escriben Nemeck y Coombs La muerte es una especie de compenetración entre el tiempo y la eternidad. El último momento de tiempo se convierte, por así decirlo, en el primer instante de la eternidad. Existe un antes y un después de la muerte, pero la muerte es en si, la transición del uno al otro. Tiempo es la medida del movimiento en relación con lo que viene antes y lo que viene después. En el tiempo estrictamente hablando solo existe el pasado y el futuro. Porque cuando decimos ahora, ya ha pasado ese instante. La eternidad por el contrario es un simple ahora, un presente continuo. La muerte ocurre cuando mi pasado ha agotado completamente mi futuro y todo se ha vuelto un ahora mi vida entera y mi persona toda estarán, y serán totalmente un presente. La muerte es el paso de todo mi ser del tiempo a la eternidad”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

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