domingo, 29 de agosto de 2010

¿CUÁL ES LA ESENCIA DEL ALMA FEMENINA?


Decididamente, cuando el hombre se pone a examinarla, le resulta incomprensible.

Bueno esto es lógico que así sea, pues los hombres tratamos de analizar las conductas femeninas, basándose siempre en nuestra propia naturaleza y en nuestros propios criterios de actuación y naturalmente siempre nos equivocamos. Sin embargo no se equivocan tanto, aquellos que careciendo en el grado adecuado de la hormona denominada testosterona, comprenden mejor el alma femenina e incomprensiblemente para nosotros, y esta clase de, llamémosles hombres sin ánimo de ofenderles, a las mujeres le resultan graciosos y agradables. Quizás sea, porque ellas no ven en esta clase de, hombres, un potencial de peligro al ser unas semi-compañeras.

No quiero avanzar en la escritura de esta glosa, sin dejar de manifestar que no soy ningún sicólogo ni siquiera tengo estudias al respecto, pero si tengo ojos en la cara y también pienso que tengo algo de sentido común, lo que me lleva a razonar.

Desde que era niño, con la primera comunión recién hecha, como era muy observador, me llamaba la atención, que en los confesionarios con dos rejillas laterales y un frontal, las mujeres se confesasen por medio de las rejillas laterales, de las que siempre salían a ambos lados largas colas de ellas esperando confesarse, mientras que los hombres se confesaban por el frontal. ¡Qué tiempos aquellos, Dios mío! El frente estaban siempre vació, lo que era fantástico para los hombres que nunca tenían que aguardar cola. Esto me hacía pensar que las mujeres eran más pecadoras que los hombres y esta idea me la reforzaba el hecho de que siempre veía a más mujeres que hombres en la iglesia, naturalmente, pensaba yo que necesitan acudir más a la iglesia porque pecaban más.

Fui creciendo y poco a poco fui dándome cuenta de mi error inicial. Aunque tanto unas como otros, somos cuerpo y alma, para mí que la mujer es más alma que cuerpo y nosotros somos más cuerpo que alma. Ella ama más y más profundamente que nosotros. En ellas fluye siempre una intensa sensibilidad interior, un deseo de ser amadas tal como se recoge en el Génesis cuando este dice: A la mujer le dijo: Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará. (Gn 3,16).

Bueno, no me meto en analizar una estadística inexistente, de si pecan más las mujeres o los hombres, pero lo que sí puedo asegurar con rotundidad, es que las mujeres, aman más al Señor que los hombres y si tenemos en cuenta que la esencia del Señor, es amor y solo amor (1Jn 4,16), al ser el alma femenina más predispuesta al amor y al sacrificio que la del hombre, ellas se encuentran más cerca de Dios, que nosotros. Lógicamente existen sus excepciones en uno y otro campo. Prueba es la infinidad de veces que tanto el Señor, como su Madre María, se han aparecido a ellas, más que a hombres. Recuérdese a este respecto las apariciones más conocidas en el mundo.

Georges Chevrot escribe a este respecto diciendo: Por regla general, las mujeres suelen ser más piadosas que los hombres, pero eso no se debe, dígase lo que se diga, al mayor sentimiento que manifiestan en la expresión de su fe. La causa es más profunda: su fe es en primer lugar fidelidad. Razonan tanto como nosotros, aunque de otro modo, y su intuición las lleva al interior del misterio, mucho antes que nuestras estrictas deducciones. Ellas atraviesan también las regiones de la oscuridad y de la duda, pero con un paso más firme, porque en un acto de fe, se han entregado a Dios con todo su ser. Y también saben esperar. Mientras que un hombre corta un nudo con una navaja, la mujer lo deshace pacientemente. Nuestras hermanas aceptan más valerosamente que nosotros, los incomprensibles rigores de la adversidad: en el momento álgido de la desbandada saben que no se ha dicho la última palabra y que esa palabra la dirá Dios. Su confianza es más interior; más pura, y por un motivo inexplicable, generalmente acaban por tener razón.

Ellas comprenden el amor mejor que el hombre porque desean ser amadas y ese deseo insaciable de ser amadas, es esa fuerza interior que las mantiene firmes a pesar de las difíciles situaciones que nos depara la vida. Prueba de ello es con la mayor facilidad que sale adelante una viuda antes que un viudo. Ella nunca duda en sacrificarse por los demás y más concretamente por sus hijos, porque en la defensa de ellos le sale a flote un instinto de leona. El Señor en la tierra colmará necesidad muy profunda de toda mujer: la de amar y ser amada, la de tener parte en el amor y crecer en él. Porque el Señor a su paso por la tierra será un reflejo de lo que hay de femenino en el corazón de Dios. Su amor es profundo y tierno. Su compasión es expresión de la compasión de Dios y de sus entrañas misericordiosas, de ese amor de índole maternal que con tanta frecuencia aparece descrito en el Antiguo testamento.

Ellas son portadoras, de ese lugar tan especial donde una nueva vida comienza, alimentando desde su vientre, ese ser que apenas se está formando, y que las hará capaces de conocer uno de los más grandes amores que pueda sentirse en esta vida, es la maravilla de la maternidad. Es la realidad de compartir con Dios su obra creadora, ofreciéndole a Él un cuerpo distinto siempre a todo lo creado anteriormente y también distinto a lo que se cree en el futuro, donde el Señor insuflará un alma, también distinta, a todo lo creado anteriormente y también distinta a lo que Él, llegue a crear en el futuro. Es la maravilla de la maternidad, que no acaba con el nacimiento de él o de ella, sino que se prolongará toda la vida entre madre e hijo o hija, creando una especial relación de amor difícil de romperse.

Los rabinos de Israel, enseñan que Dios extrajo a la mujer no de la cabeza del hombre, para que no le gobernase, ni de sus pies para que no fuese su esclava, sino del costado para que estuviese cerca de su corazón. Fulton Sheen escribe: La primera diferencia entre un hombre y una mujer, es que el hombre se preocupa principalmente de cosas y la mujer de personas’". De ahí que el hombre hable de negocios, de asuntos, mientras que la mujer converse del modo como está vestida otra mujer. El interés del hombre es más remoto, el de la mujer es más inmediato. El interés del hombre tiende a lo abstracto, el de la mujer a lo concreto e íntimo. Un hombre se afana con objetivos, fines, propósitos, la mujer con algo muy próximo, cercano y querido para ella. Porque el hombre encuentra su interés en cosas y la mujer en personas, esta se siente inclinada a charlar, a criticar, a comentar. Una mujer no cree todo lo que oye, pero a lo menos puede repetirlo. Una segunda diferencia entre el amor de un hombre y el de una mujer, es que el primero siempre dará razones para amar, la segunda en cambio, no da razones para amar. El hombre dirá: Yo te amo porque eres hermosa; yo te amo porque tus dientes son como perlas, yo te amo porque haces hermosos postres; yo te amo porque eres delicada y dulce. La mujer dirá simplemente: Yo te amo y punto. El amor del hombre siempre está mezclado con razones. Para una mujer en cambio, el amor es siempre su propia razón: Yo te amo porque te amo. Una tercera diferencia es que los defectos influyen en el amor del hombre; la mujer, en cambio, no se deja influenciar por los defectos del ser al que está amando…. La mujer no prestará oídos a nadie que eche por tierra su futuro. Sabe que su prometido tiene defectos, pero lo ama a pesar de todo.

Y después de leer lo anterior, uno se pregunta: ¿Cómo puede haber mujeres, que quieran romper el encanto de la feminidad, aduciendo razones de igualdad de sexos?

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

CATÓLICOS SIN COMPLEJOS


Para quitar complejos a un católico, lo primero es que trate al Dios Uno y Trino.

He recibido muchos correos a raíz del artículo Católicos acomplejados. Todos contienen ideas interesantes, algunos solicitan medios para vivir la fe sin complejos, otros se lamentan de la cerrazón a Dios en su ambiente, los hay quejosos por la marginación profesional, social o de los medios de comunicación a que son sometidos, muchos son valientes, decididos y audaces para tener ese talante admirable del cristiano del que habla la Epístola a Diogneto... Me he sentido impulsado a escribir de nuevo por si algo puedo ayudar a que nadie permanezca en la queja o en la constatación de un mal ambiente respecto a la fe cristiana.

Me siento deudor de unos referentes que debo citar porque es cierto que no escribo de lo mío o, al menos, muy poco. Esos focos de luz son Jesucristo y el Nuevo Testamento. Luego mis padres, San Josemaría Escrivá, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger, ahora Benedicto XVI. Hay muchos más, pero ahí - junto a todo el Magisterio de la Iglesia, especialmente el Vaticano II - están mis puntos fuertes.

Acudiendo al Evangelio, recordamos la escena en la que Marta se queja a Jesús de que su hermana María no le ayuda en las faenas del hogar por escuchar al Señor. Esta es la respuesta de Jesús: "Marta, Marta, tú te ocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola es necesaria". Oí muchas veces a San Josemaría que lo único necesario es la santidad. Este Santo fue denominado por Juan Pablo II un contemplativo itinerante porque vivió y predicó la llamada a buscar la santidad, la contemplación, en el medio habitual en el que se desenvuelve nuestra vida. Suyas son estas palabras: "Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día (...). O sabemos encontrar en la vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca". Juan Pablo II también le llamó el Santo de lo ordinario.

El entonces cardenal Ratzinger escribió el día de su canonización un artículo titulado muy expresivamente: "Dejar obrar a Dios", para afirmar que esa fue una característica capital en la vida del fundador del Opus Dei. ¿Qué une lo ordinario y la contemplación? ¿Qué relación existe entre ese dejar obrar a Dios y sembrar en muchas almas el afán por encontrarle en las actividades más diversas? San Pablo dice a Timoteo que la piedad es útil para todo y, evocándolo, afirmará san Josemaría que el remedio de los remedios es la piedad. Quien, ante la sorpresa de muchos, predicaba en los años treinta que la esencia de la vocación al Opus Dei es trabajar y santificar el trabajo, no dudaba en afirmar que lo primero en la vida de estas mujeres y hombres - algo muy aplicable a cualquier otro cristiano corriente - son las normas de piedad - Santa Misa, oración mental, rosario, etc. - junto a los sacramentos. Es decir, la esencia, la médula, se perdería sin ese trato continuo con el Señor.

Se ven recogidas dos ideas expresas y otras latentes. Para quitar complejos a un católico, lo primero es que trate al Dios Uno y Trino. Hay muchas formas de hacerlo, aunque algunas ineludibles: la oración, porque no se ama lo que no se conoce, y la vida sacramental, principalmente la Eucaristía y la Confesión: ahí están los cauces ordinarios de la gracia. Estas son las armas del cristiano. El segundo gran tema es trabajar bien y cara a Dios: convirtiendo el trabajo en oración, que no significa poner la atención en dos asuntos simultáneamente, sino trabajar con perfección humana (competencia profesional) y con perfección cristiana (por amor a la voluntad de Dios y en servicio de los hombres), como afirmaba San Josemaría en una entrevista recogida en Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer. Eso exige saberse mirados amorosamente por Dios, hacerlo todo por Él y ejercitar muchas virtudes al trabajar.

Lo implícito: primero, la formación para conocer mejor a Jesucristo, por ejemplo, a través del Catecismo de la Iglesia Católica: no bastaría una piedad ayuna de doctrina. Y después, ocuparnos de ofertar a los demás la alegría de creer, de saberse otro Cristo y, así, hijo de Dios. Con humildad, porque todo es don.
Autor: Pablo Cabellos Llorente

ONANISMO - AYER ME MASTURBÉ...


Lo siento Señor pero, después de varios meses no me pude controlar.

Estoy arriba de los sesenta años, y desde mi última confesión, no te había faltado. Te pido perdón por no intentar ser santo, que es lo que Tú quieres. Sé que pequé contra el Espíritu Santo al masturbarme.... soy consciente de eso, sé que la masturbación es peor pecado que fornicar, pero decidí cargar sólo con mi culpa... te pido perdón por eso y por todo lo que ese acto pueda acarrear.

Le escribo hermano José porque somos más o menos de la misma edad y creo que todos los que estamos en esa edad tienen las mismas tentaciones... creo que usted me podrá aconsejar.

No te pido Señor una respuesta, porque sé Tú respuesta... solo te pido me des fortaleza para no volverlo a hacer.

Gracias, Señor... perdóname Espíritu Santo.
Testimonio: NN

Nota:
Este es un testimonio de un humano que todavía cree en la misericordia de Dios. Como este relato me han llegado muchos que creían que masturbarse era una forma de pecado más simple que el de fornicar. Masturbarse es un pecado mortal, donde uno peca directamente y concientemente contra el Templo de Dios, contra el Templo del Espíritu Santo, que es nuestro cuerpo, Templo Sagrado del Espíritu Santo.

La masturbación más que una "tentación es una decisión.
No se trata de que un hombre o mujer se te insinuó y no pudiste dominarte, se trata de que tú escogiste en quien pensar para pecar, porque la masturbación siempre tiene una victima, que quizá nunca sepa que la deseas y que quizá nunca lo sabrá. Es muy posible que en el momento no esté presente en tu mente, pero estuvo presente en algún momento de tu vida.

Nuestro amigo NN se expresó así porque ya había leído un artículo que publiqué el 08 de agosto 2009 sobre el asunto. Puede que sea divorciado, soltero voluntario o simplemente...

Amigo, controla tu castidad a base de ejercicios, dietas.... busca la forma.... una de las formas y la mejor de todas es la Eucaristía.... frecuéntala.... es difícil pero se puede. No me pidas que te diga como es que yo prevengo las tentaciones.... eso depende de la cantidad de fe que tengas en Dios.
José Miguel Pajares Clausen
28 de agosto 2010

MENSAJE DEL CIELO AL GRUPO "SÍ SEÑOR" - VIERNES 27 DE AGOSTO 2010


Madre María: Padre Santo bendícenos con tu presencia, tus hijos te necesitan, te lo pido por mi querido Hijo. Misericordia Padre Santo, Misericordia Padre Santo, Misericordia.... Misericordia para tus hijitos, perdona nuestros pecados, límpianos, no permitas que caigamos en el fuego terrible. Por la Sangre Preciosísima de mi Jesús, te lo suplico Padre Santo.

Dios Padre: Aquí estoy hija mía. La hora se acerca... ¿Están preparados? ¿Están preparados?

Hno. José: Estamos con nuestras lámparas encendidas...

Dios Padre: Así los quiero, son pocos los que ahora ven, muchos ciegos, pocos los que piden y claman. Los hemos preparado mucho tiempo, agradezcan, pidan, sus voces serán escuchadas hoy más que nunca, por todos los que pidan, que la misericordia de mi corazón es grande. Estaré pendiente de cuantos pidan, así que ahora en medio de mi justicia tendré misericordia a través de sus voces. Oh, pueblo tanto te amo y tanto me das la espalda. Oh, pueblo viven muchas tribulaciones ahora ustedes, ofrézcanlas, porque son la salvación de sus hermanos, ofrézcanlas, ofrézcanlas.

Madre María: (El instrumento entre sollozos) Que horrible Señor, que horrible... Yo le he mostrado a mi instrumento; le mostré a mi instrumento el sufrimiento, quiero que se los cuente, porque así sufren mis hijos cuando se pierden, pidan perdón por sus hermanos, pídanles, pidan perdón, clamen misericordia de rodillas, una oración comunitaria o en sus hogares, cualquiera sea la forma de oración yo la escucharé. Sus almas son liberadas (En lenguas)

Dios Padre empezó a bendecir y liberar a cada uno de los presentes... luego dijo: Estoy abriendo los cielos para que toda palabra que ustedes pidan por cualquier hermano su oración sea escuchada.

Madre María: Manténganse de rodillas... Oh Padre Eterno, perdona todos nuestros pecados, escucha nuestras oraciones que lo hacemos con el corazón, cúbrenos Dios nuestro con tu Espíritu, danos fuerza con tu Espíritu, sé tú nuestro camino. Que por la bondad del padre todos sus pecados hasta el día de hoy sean borrados, agradezcan con una Comunión, así se ha dicho y así será. (Oráculo del Señor).

Hno. José: (Conjuntamente con el instrumento) La bendición de Dios Todopoderoso.... Padre... Hijo y Espíritu Santo. Podemos ir en Paz... Demos gracias a Dios a nuestra Madre Santísima.
José Miguel Pajares Clausen

martes, 24 de agosto de 2010

DARLO TODO


La Pedagogía que utiliza Dios con nosotros, sus hijos, no tiene análisis posible. Dios, que nos dio todo, nos pide todo también.

Cristo, nuestro ejemplo, el Camino, se dio enterito, hasta la última gotita de sangre, de agua, hasta el últimito suspiro que le quedaba antes de romperse el corazón colgado de un madero.

Me hace gracia la anécdota en la que un amigo converso me cuenta que, sin comerlo ni beberlo, en la infatigable persecución a la que le sometió Dios para que se diese cuenta de una vez de qué va la vida, le iba despojando de todos sus tesoros, caprichos y tonterías que le privaban de tener un encuentro auténtico con Cristo. Primero los coches, la casa que se había construido a capricho, el trabajo, incluso la tierra y la familia, los amigos… Casi todo. En su nuevo piso de alquiler y a miles de kilómetros de casa, no tenía ni sillas para sentarse pero guardaba en el garaje su triumph negra que le permitía darse el gustazo de romper con todo de vez en cuando.

Una buena mañana tocaron al timbre y unos amables señores se cobraron en la moto una vieja deuda. Se llevaron las llaves y el casco. Mi amigo me lo recuerda a menudo diciéndome: “Suso, no era todo menos la moto. Era todo, todo.

Ese fue el último escollo entre su corazón y el rostro de Dios. La última estupidez a la que mi amigo rendía culto con la esperanza de ser feliz subido en una triumph. Hoy en día, la verdad es que no tiene una triumph, pero tiene de todo. Al menos, de todo lo que puede hacer feliz a un corazón humano. Tiene a Dios.

Esta noche es momento de darlo todo. No todo menos la moto, sino todo. No todo menos la vida, sino todo.

Digo esta noche porque el momento presente es lo único que tenemos por cierto. Mañana será otro día. O no será.

¿Esto qué tiene que ver con Medjugorje y la Virgen María? Pues lo estoy diciendo: Todo.
Jesús García

MEDITACIÓN IMAGINATIVA


Realmente lo perfecto sería no meditar, sino solo contemplar.

Lo perfecto y deseable sería pasar por este mundo en una constante contemplación, pero que se sepa ni el más santo de los santos, lo ha logrado, entre otras razones porque la contemplación es un don, o regalo de Dios a las almas que más le aman y al ser una oración infusa, lo único que podemos hacer es desearla, anhelarla con toda la fuerza de nuestro corazón, y esperar que como el Espíritu Santos sopla en donde en quien quiere y cuando quiere, se fije en la intensidad y tamaño de nuestro amor.

Como sabemos básicamente hay tres clases de oración: la vocal que es la más simple y usada, la meditación que es el paso siguiente y anterior a la más perfecta forma de orar, que es la contemplación. Tanto la oración vocal como la meditación, su ejercicio depende al 100% de nuestro esfuerzo personal, pero en la contemplación, nuestro esfuerzo es cero absoluto, es Dios quién nos regala ese goce. Repetidamente en otras glosas ya hemos dejado dicho, que este orden jerárquico de las tres clases de oraciones, estas no son escalones por los que hayamos de subir uno a uno, pues incluso el alma que tenga constantes contemplaciones, nunca abandonará ni la oración vocal ni la meditación. Las tres forman parte de un todo, que es el contacto con Dios, pues la oración es el medio de que disponemos para contactar con Dios.

Quiero escribir aquí sobre la meditación imaginativa, que es una de las formas de meditar, pues son varias las clases de meditaciones que podemos practicar y la medición imaginativa, es muy idónea para compaginarla con la práctica de una excesiva oración vocal, que puede llevar al alma a una mecánica repetitiva, en la que el valor de la oración, queda reducido, al hecho de querer dedicarle al Señor, unos minutos, vocalizando unas palabras, que muchas veces dudamos, de si es la segunda o tercera vez que las repetimos, pues aunque nuestros labios están en la pronunciación del texto oracional, nuestra mente no está ocupada en ella, sino por ejemplo; en saber que voy a poner hoy de comida si se trata de una fémina y en ellos, en saber que va a pasar hoy en la oficina.

En la meditación imaginativa, más que otras clases de meditación, esta nos obliga a tener sujeta nuestra imaginación, la loca de la casa tal como Santa Teresa la llamaba, ya que en vuestra vida espiritual importa mucho que nuestra imaginación sea constantemente purificada y domada. Cuanto más controlemos nuestra imaginación, más fecunda será nuestra oración. La imaginación tiene que ser la sirvienta de nuestra inteligencia, y no al contrario como hacen algunos de emplear la inteligencia al servicio de la imaginación. La imaginación es una vagabunda y encuentra muy a menudo una cómplice en la memoria: la memoria, por su lado, es una golosa que se traga todo lo que la imaginación le presenta, después de que esta lo haya recogido de aquí o de allí.

La meditación imaginativa, consiste básicamente en meditar una escena del evangelio, y mediante el uso de la imaginación y de la fantasía, y participar imaginariamente de manera activa en los acontecimientos de la escena. O bien, crear situaciones imaginarias particulares, que permitan entrar en contacto personal con el Señor, para entretenerse espiritualmente con Él en un clima de gran amor. Esto general mente tiene un campo de actuación muy amplio, pero lo más socorrido y que más excita el ánimo de amor del alma al Señor, es acudir a las escenas de la Pasión de Nuestro Señor.

Históricamente la meditación imaginativa, siempre ha tenido en el desarrollo de la vida espiritual de las almas entregadas al amor del Señor, una gran importancia, sobre todo en la España del siglo de oro y con referencia a la Pasión de Nuestro Señor, que habían popularizado los escritos de la Meditaciones de la vitae Christi del Cartujano Ludolfo de Sajonia, a los cuales más tarde los Ejercicios de San Ignacio, le dieron un nuevo vigor. A este respecto el Catecismo de la Iglesia Católica en su parágrafo 2708, nos dice que: "La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar "los misterios de Cristo", como en la "lectio divina" o en el Rosario. Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con El”.

El maestro de oración Jean Lafrance, nos asegura que quien medita imaginativamente: “Cuando contemplamos la Pasión en la fe y en la caridad, estamos presentes al pie de la cruz en pie de igualdad con los contemporáneos del acontecimiento. En otras palabras, es la perennidad del misterio siempre vivo para aquellos que lo contemplan en la fe amorosa”.

También en la meditación imaginativa, se pueden establecerse supuestas conversaciones con el Señor, la Virgen, o los santos de nuestra devoción. Personalmente, hay muchas veces que echo mano de mi querido ángel de la guarda como interlocutor de más confianza, e imaginativamente pienso en él y me imagina las luchas que por mi bien, sostendrá, contra el demonio que lucifer me tiene asignado, para que yo persevere en mi innata soberbia. Se podría pensar que meditar es tratar de ver imaginándonoslo, lo invisible que a nuestro alrededor ocurre y de lo cual somos parte importante.

Alguno puede pensar que todo esto de las conversaciones imaginativas, tiene algo de Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como, pero no es así. La perseverancia en este ejercicio de orden espiritual, fortalece tremendamente nuestra fe, sin que seamos conscientes de ello, y en la medida que se avanza en su práctica, uno llega muchas veces a la conclusión, de que las respuestas que nos damos a nuestras propias preguntas, no emanan de nuestra mente. Hay veces que nos llega a parecer, que a nosotros no se nos hubiese ocurrido construir determinadas respuestas. Los ojos de nuestra alma, siempre se engrandecerán y más se abrirán sus pupilas, con la práctica de la meditación imaginativa.

Es indudable que el Espíritu Santo inhabita siempre en mayor o menor intensidad en un alma en gracia, y su actuación es siempre misteriosa y suave. Recuérdese en relación con esta afirmación lo que le pasó al profeta Elías en la cueva del Monte Horeb: “Le dijo: Sal y ponte en el monte ante Yahvéh. Y he aquí que Yahvéh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahvéh; pero no estaba Yahvéh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahvéh en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahvéh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: Ardo en celo por Yahvéh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela. (1R 19,11-14).

Cuando un alma arde en celo por el amor al Señor, lo que le visita, no es ni un huracán, ni un temblor de tierra, ni fuego, sino una suave brisa que lo envuelve como en un manto, es el Espíritu Santo que sopla donde, cuando y sobre quien quiera. Su acción es imperceptible pero tremendamente eficaz, fortaleciendo la fe y el amor al Señor, del alma que persevera en la meditación. No hay que desfallecer, llegado a este punto en la oración meditativa, tarde o temprano el Señor regalará el don de la contemplación a esa alma que persevera en su amor y se habrá dado el salto de la meditación a la contemplación.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

EL LENGUAJE ES DISCRIMINATORIO: ¿Y QUÉ?


La cruz permanece mientras el mundo cambia.

Discriminar es distinguir. Y confundir es lo contrario de distinguir.
Por ende, no discriminar - como machaconamente se nos insiste - equivale a confundir. La bandera de la no discriminación es la bandera de la confusión.

Guste o no, es así. Sólo en una segunda acepción - tal como registra la Real Academia Española - discriminar significa Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc.”. Y esto sería discriminar injustamente; lo que especifica a la discriminación como reprobable es su injusticia. Hoy padecemos la deliberada hipertrofia de la segunda acepción de esta palabra, que ha desplazado su sentido propio y exacto.

El lenguaje es discriminatorio. Veamos por qué.
En su formidable libro La rebelión de la Nada, Enrique Díaz Araujo desenmascara entre otros a Paulo Freire. Este ideólogo de la educación y agitador social proponía entre otras maravillas disminuir la cantidad de palabras generadoras: 15 en lugar de 80.

“¿Se dan cuenta? Siempre se había pensado que la cultura consistía en aprender más cosas. Freire ha descubierto que su esencia está en aprender menos cosas. Ha invertido el signo de todas las civilizaciones que el mundo ha conocido. La revolución copernicana producida por Freire y llamada Revolución Cultural supone una simplificación magnífica: antes había que aprender no menos de 80 palabras generadoras; ahora con 15 basta. ¿Basta para qué? ¡Ah, ese es otro asunto! Basta para ser un cuasi-semi-analfabeto”.

Si en la palabra yace la cosa, disminuir la cantidad de palabras es… ¿Hacer decrecer las cosas? ¿Destruirlas? ¿Modificarlas en su esencia? Imposible.Pero disminuir la cantidad de palabras equivale a impedir que la inteligencia vea, comprenda, entienda, aprenda, capte lo que las cosas son.

Cada palabra porta una llama. Cada una de ellas irradia una lux propia en nuestra natural oscuridad.
Decir una palabra puede compararse con encender un fuego, lo cual ocurre primero en la mente y casi inmediatamente en nuestros labios; al ser pronunciada la palabra, comienzan a “aparecer” las cosas “que estaban ahí”, junto a nosotros, pero a oscuras: se las puede designar, señalar, nombrar. El nombre es arquetipo de la cosa, enseñó Platón. Cada palabra, distinta de otra, denota por lo mismo una cosa distinta de otra. La riqueza del lenguaje sigue a la riqueza del ser.

El lenguaje porta, lleva, carga, conduce el ser.
Si lo anterior es cierto, no hay diferencia entre eliminar del uso común una palabra y apagar una luz, tal como lo difundió Paulo Freire. Por cada palabra arrancada de nuestra lengua, una luz menos. Y por cada luz apagada, algo real que desaparece de nuestra consideración. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente, afirmó Wittgenstein.

Cuidadosamente omitidos, existen términos que están cayendo en un intencional desuso. Esto ha quedado patente en la actual polémica en nuestro país respecto del matrimonioentre personas del mismo sexo. Pensemos por ejemplo en aquellas palabras que involucran de suyo una reprobación moral de la homosexualidad: «antinaturaleza», «contranaturaleza», «perversión», «desorden», etc. Incluso muchos que reprobaron y reprueban esta ley omitían la pronunciación de estos vocablos.

¿Resultado?: el olvido de la realidad o - por lo menos - la fragilidad de su arraigo en nuestras mentes. Las cosas siguen ahí, es cierto, pero nosotros no logramos ya pronunciarlas. Este flagelo se hace patente en la incapacidad para designar las cosas según sus diferencias, por un lado, y en la conocida impotencia de muchos para reprobar lo malo y ponderar lo bueno sólida y firmemente, debido a una carencia de la adjetivación.

Estamos siendo testigos de este empobrecimiento deliberado de nuestras inteligencias. Nuestro estómago se nutre bien, pero nuestra inteligencia está siendo subalimentada. Ya no abrevamos en lo esencial de las cosas - en aquello que las configura como sustancia - sino en sus accidentes. Más que pensamiento débil, actualmente padecemos el castigo del pensamiento anoréxico.

Ahora, pongámonos en los zapatos del ideólogo.
Si yo quiero que la gente pierda la capacidad de distinguir lo normal de lo anormal, lo verdadero de lo falso, la naturaleza de la contranaturaleza, lo bueno de lo malo, la virtud del vicio; si yo quiero aniquilar estas diferencias –siéndome imposible hacerlo en la realidad misma–, lo más que puedo hacer es borrarlas de las mentes, a través de la constante omisión de las palabras que verdaderamente significan y nos llevan a las cosas.

Para ello, debo refundar el idioma. Reelaborarlo, según la idea de hombre que quiero construir.
Debo enterrar aquellas palabras cuya sola mención supone de suyo lo Absoluto. Sepultar los vocablos bien y mal, virtud y vicio, gracia y pecado, verdadero y falso, justo e injusto, etc. Todos ellos comportan un Principio que me niego a admitir: si juzgo algo y afirmo esto es bueno o esto es verdadero”, ingreso inevitablemente en el terreno metafísico. Lo mismo se diga de la justicia y la virtud: la sola pronunciación de estas palabras me coloca en la incómoda atmósfera de las verdades perennes.

A lo sumo podré tolerar que se las mencionen siempre y cuando el tono, la atmósfera y las circunstancias que las rodean sean lo suficientemente frívolas como para que nadie sospeche que me he tomado el atrevimiento de hacer un juicio de carácter absoluto.

Por eso, debo criminalizar la Verdad. Que Ella sea demonizada, que su sola mención mueva a la indignación, a la crispación, al escándalo. Que pronunciarla sea un delito.

Enterradas estas palabras, debo conseguir que únicamente subsistan otras, las imprecisas. Aquellas que no suponen una inteligencia en contacto directo con la realidad - una inteligencia metafísica, con vocación para el ser, con apetito del ente, con deseo de admiración -, sino una inteligencia que puede rodear cómodamente las cosas sin penetrarlas jamás, que habite en sus accidentes sin tocar sus esencias. De ahí que todo deba ser juzgado en estos términos: conveniente/ inconveniente; popular/impopular; moderno/antiguo; moderado/intransigente; mayoritario/ minoritario; tolerante/fanático; constitucional/anticonstitucional.

¿Dónde está la trampa? En que todos estos adjetivos pueden convenir indistintamente tanto a la verdad como al error.

Pero como ideólogo no puedo decir frontalmente que busco estos objetivos.
¿Qué debo hacer? Acusar a quienes defienden el Orden Natural de mantener este discurso de forma interesada. No atacar sus argumentos, sino su persona. A través de una constante repetición, mi objetivo es lograr que la gente se olvide de la realidad que está en juego detrás de las palabras.

Debo convencer a mi auditorio de que conozco las intenciones ocultas de mis adversarios, de que sé perfectamente que aunque verbalmente aduzcan motivaciones altruistas, en el fondo, por más que ellos lo nieguen, desean mantener el control, el poder, la dominación.

Debo lograr enlodar a priori su autoridad moral, para que la gente ni bien escuche su argumentación piense: “ellos dicen estas cosas como pretexto y justificación de alguna superioridad económica o bienestar material”.

En una palabra, ejercitando el discurso marxista, debo acusar a mis enemigos de intentar imponer una superestructura de dominación - en este caso, el Orden Natural - a través del lenguaje: “la palabra sigue siendo privilegio de los mismos grupos de poder, dijo en La Nación Adriana Amado, el 28 de julio.

En efecto, ¿por qué creerles a los defensores del orden natural”, si en el fondo - como afirma el cassette pro homosexualista - son unos mentirosos que buscan mantener sus cómodos privilegios económicos, sus autoritarias estructuras de poder? Y si ellos negaran tales motivaciones, ¿puede esperarse que los mentirosos digan la verdad?

Si un hombre dice (por ejemplo) que los hombres conspiran contra él, no se le puede discutir más que diciendo que todos los hombres niegan ser conspiradores; que es exactamente lo que harían los conspiradores”.

He aquí la fabulosa petición de principio, punto de encuentro de víctimas y victimarios. Chesterton la calificaba de locura. Y por eso no proponía “discutirla” como una herejía, sino quebrarla” como un encantamiento: “Curar a un hombre no es discutir con un filósofo, es arrojar un demonio”.

El activismo pro homosexual pretende embarrar la causa de la Verdad. Permanentemente lucubra hipótesis respecto a las intenciones personales de sus adversarios. Sus cuadros son especialistas en convertir en odiosas todas las cosas buenas: las enlodan mirándolas según su propia mediocridad.

La pequeñez más lacerante que padece esta ideología es no alcanzar a aceptar la posibilidad del desinterés, del altruismo y heroísmo, imitando la posición sartreana que no veía en el amor sino un disfraz del masoquismo o bien del sadomasoquismo.

Si Sartre sospecha del amor y busca mancharlo, los ideólogos actuales - con la misma pervertida mentalidad - convierten en odioso el Orden Natural, rociándolo con sus envenenadas palabras, a fin de impedir que los bienintencionados descubran la realidad de las cosas.

En algo tienen razón estos sofistas: el lenguaje discrimina. El lenguaje - el verdadero, el que ellos pretenden empobrecer y derrumbar - efectivamente discrimina. Distingue. Diferencia. Demarca. Separa. Divide. Y si su objetivo es confundir, un lenguaje que discrimina no les conviene.

Una manzana no es una pera. Matar en defensa propia no es asesinar. Cobrar un impuesto justo no es un robo. Y un matrimonio no es entre personas del mismo sexo.

Pero, ¿cómo desarticular la acusación según la cual nosotros consideramos a la homosexualidad como enfermedad, como antinaturaleza, movidos exclusivamente por turbulentos intereses económicos? ¿Cómo probar que no estamos interesados en mantener ninguna estructura de poder al defender la Verdad?

Se prueba observando una realidad.
Hoy el poder lo tienen ellos. Por eso tuvieron el poder como para pedir en octubre del 2009 el relevo del Presidente de la Asamblea General de la ONU, Alí Abdussalam Treki, que se manifestó contrario a la promoción de su ideología; por eso tienen el poder para remover un video de Youtube donde podía verse cómo un sacerdote de 84 años era detenido por la policía mientras portaba una cruz, al mismo tiempo que los activistas pro gay incurrían en los comportamientos propios de los endemoniados, insultando y befando al Santo Padre y a la Iglesia, sin recibir la más mínima sanción; por eso cuentan con el apoyo incondicional del gigante informático IBM; por eso presionaron - y lo obtuvieron - a la Real Academia Española para cambiar los significados de su diccionario, puesto que los consideraban anacrónicos y discriminatorios.

Pues bien, así trabaja el activismo pro homosexualista: para derribar una supuesta superestructura de dominación, erige la propia.

Vivir en el seno de la contradicción no es sino tomar a la hipocresía como método. El colmo de ésta es acusar al adversario de lo que en los hechos uno mismo realiza.

En el principio era el Logos (Jn. 1,1).

La ideología pro homosexualista odia el Logos y lo combate. Como no puede vencerlo en sí mismo, lo vulnera en su imagen: el intelecto humano.

La guerra al logos participado es la continuación de la guerra al Logos Imparticipado. Nos están colonizando con palabras. Y no nos damos cuenta. Por eso el 22 de julio de 2010, al publicar en el Boletín Oficial la modificación del Código Civil a efectos de legalizar el matrimonio homosexual, Cristina Fernández de Kirchner afirmó: “no hemos promulgado una ley, hemos promulgado una construcción social.

Pero los sofistas modernos tienen un punto débil. Terrible y mortal para ellos, si nos damos cuenta: su supremo interés por eliminar estas palabras nos indica cuál es el principal elemento a defender. Lo que más desean, eso es lo que nosotros debemos primero custodiar. Lo que ellos desean prohibir es exactamente lo que tenemos que hacer.

Donde está la solución, está el peligro.
Ordinariamente vemos únicamente el peligro, la persecución, el odio furibundo de estos embaucadores; sin advertir que la virulencia con que ellos nos replican no es sino el disfraz de su propio temor a ser desenmascarados. Este peligro que nos acecha al mencionar las palabras que precisamente ellos desean omitir, no es sino el enrejado que recubre y protege la solución. Su debilidad.

Y si nosotros nos hacemos de la solución, ellos están perdidos.
¿Y cuál es?

La solución es la palabra. La verdadera.
Pronunciemos la palabra que juzga metafísicamente, con criterios absolutos: la palabra que no se apoya en construcciones históricas convencionales, ni en modas pasajeras. La palabra que refleja el ser, no su interpretación; la palabra que permanece, no la que evoluciona; la palabra que define, no la que halaga o confunde.

Dejemos de naufragar en los accidentes - objeto de la Sofística - y afirmemos lo esencial, la definición de las cosas, el numen, el arquetipo.

La solución última es la palabra en tanto vehículo de realidades metafísicas, por encima del cambio, independiente de los horizontes culturales, de los puntos de vista. Y esta palabra no puede ser sino el reflejo de la Palabra, Dios mismo. Por eso Ernest Hello ha dicho magníficamente:
Afirmar es el acto inicial de la palabra. Todo verbo contiene el verbo ser. Toda palabra tiene a Dios por sostén. El que es, es el fundamento del discurso.

La cruz permanece mientras el mundo cambia.
En el crucifijo yace - aunque el laicismo en Europa pretenda retirarlo - el Crucificado, Logos Eterno y Verbo Increado del Padre: Nuestro Señor Jesucristo.

Testigo Supremo de lo que no cambia en un mundo que cambia constantemente.
Autor: Juan Carlos Monedero

domingo, 22 de agosto de 2010

ECOLOGÍA


El valor que encuentra en la protección del medio ambiente una forma de servir a los demás.

Es el valor que nos hace considerar y actuar en favor de la protección del medio ambiente, los recursos naturales y toda forma de vida, incluyendo la propia.

Pensar en la naturaleza y la cultura ecológica tan de moda en estos tiempos, nos ubica en una situación un tanto incierta. Por una parte, vienen a nuestra mente los grupos “verdes” con iniciativas de todo tipo: la protección de las especies, el medio ambiente y los recursos naturales, donde son muchos los que participan y se comprometen, pero adquieren un matiz de exageración a los ojos de los demás: para la inmensa mayoría de las personas, luchar por la protección de las ballenas tiene poco sentido, sobre todo si en el lugar donde vive se encuentra alejado del mar.

Al mismo tiempo surge la pregunta: ¿Qué tengo que ver yo con la ecología? Pese a las campañas y la abundancia de carteles, ese sentido de la distancia y no pertenencia a un medio ambiente determinado, nos hace seguir inmersos en nuestras ocupaciones, sin darnos el tiempo necesario para pensar seriamente en la importancia de vivir este valor tan necesario en nuestros días.

Para despertar en nosotros una conciencia ecológica, hace falta reflexionar profundamente sobre el sentido que tiene toda forma de vida para nosotros, y en primer instancia, la nuestra.

Los cuidados que requiere nuestra persona son bastante conocidos: adecuada alimentación, el debido descanso, hacer un poco de ejercicio, prevenir las enfermedades y tratarlas oportunamente, trasnochar lo menos posible, alejarse de los vicios, trabajar con orden, etc., sin embargo, el descuido voluntario de estos y otros aspectos igualmente importantes, necesariamente afecta nuestra salud, por eso, es imposible pensar en preocuparse de lo que ocurre en el exterior, cuando somos incapaces de cuidarnos a nosotros mismos.

Si además del descuido personal, agregamos una falta de voluntad para realizar acciones concretas, podemos formarnos una idea más clara de nuestra conducta. Por ejemplo, no es raro que el clasificar la basura nos provoque cierta pereza, sobre todo si ya existe quien lo haga. Recoger envolturas, papeles y residuos de comida para depositarlos en su lugar o limpiar líquidos derramados, deberían ser actitudes que reflejen nuestros hábitos y costumbres.

Ahora podemos darnos cuenta, que el cuidado de nuestra persona y mejorar cualitativamente nuestros hábitos, nos llevará a conservar nuestro entorno inmediato en óptimas condiciones, y de esta manera, comprender en toda su extensión las grandes y pequeñas iniciativas ecológicas.

Para muchos, es inexplicable la preocupación de algunas personas por su medio geográfico, calificando de exagerado el reporte del noticiero sobre la gravedad de un incendio, un derrame de petróleo en el mar o la contaminación de un río, pero es difícil juzgar y comprender esta situación si vivimos en otro espacio. Para quienes su vida se desarrolla y depende del mar, el bosque, el río o el campo, constituye un centro vital para su existencia, por eso lo considera como propio y parte de su responsabilidad.

Tal vez esa es la clave y fundamento de este valor: considerar como propio todo lo que nos rodea. Así como tenemos especial cuidado por conservar nuestro hogar limpio, de igual manera deberíamos hacerlo en la calle, la oficina, los lugares de esparcimiento... tomando las precauciones y medidas necesarias para cada caso, en vez de quejarnos del deficiente servicio público de limpieza o la falta de conciencia de los conciudadanos. Una vez más, nuestro ejemplo constituye el punto fundamental para la transmisión de los valores.

¿Cuál es el resultado de la conciencia de este valor? Primeramente la solidaridad que debemos a nuestros semejantes, tal vez no está en nuestras posibilidad acudir al sitio de una catástrofe, pero si podemos contribuir en la protección de nuestra comunidad; paralelamente surge el respeto por las personas y la naturaleza, que son inseparables y dependientes entre sí. Dicho de otra forma, representa el compromiso personal por servir a los demás, procurando espacios limpios que faciliten un modo de vida digno para todos.

Para vivir este valor desde tu situación personal y de acuerdo a tus posibilidades, puedes comenzar por:
- Cuida tu salud prudentemente y sin caer en exageraciones. Tan delicada es una dieta rigurosa, como el exceso en la comida, por ejemplo.
- Refuerza tus hábitos personales de orden y limpieza, en tu hogar, oficina, lugares que frecuentas y hasta en las calles. No es lo mismo arrojar un papel y que caiga a un lado del cesto, que depositarlo dentro.
- Respeta las normas de cuidado ambiental de todo lugar (área de fumadores, depositar basura, no dar alimento a los animales del zoológico, no encender fuego, etc.).
- Acostúmbrate a reportar las deficiencias del servicio público de limpieza y las anomalías que surgen por la falta de conciencia de personas, empresas o instituciones.
- Infórmate sobre los aspectos fundamentales de la cultura ecológica, aplicando lo que haga falta en tu hogar y comunidad. Seguramente encontrarás a otras personas que apoyen tus iniciativas.
- Promueve alguna campaña ecológica sencilla en la escuela de tus hijos. Si eres estudiante, con mayor razón.
- Reflexiona en esta idea: Mi entorno va más allá de las paredes de mi casa, la escuela y la oficina.

Quien vive este valor en la medida de sus posibilidades y con acciones concretas, demuestra un serio compromiso por el bienestar de sus semejantes, con quienes se solidariza para realizar una labor más efectiva, pues su actitud no depende de la moda o el fanatismo, sino por la firme determinación de mejorar el mundo en el que vivimos.
Encuentra.com

NEOGÓTICOS DEL MUNDO, UNIOS


Hace tiempo que me hice consciente de hasta qué punto lo neogótico tenía un peso considerable en mi vida. Durante muchos años, en mi juventud, esa estética se había imbricado tanto en mi existencia que, de hecho, ni era consciente de ello.
Quiero dejar claro que si estuviera en mi mano, no retrocedería a esa época para quedarme a vivir. A menos de que fuera una temporada realmente corta. Por supuesto que mi mundo gótico era ideal completamente. No era tanto el mundo medieval real el que yo habitaba en mis libros y películas, sino un mundo intelectual que nunca existió, un gótico perfecto.Pero para mí era fascinante imaginar lo que debía ser vivir en un mundo replegado sobre sí mismo, un mundo rodeado de tierras desconocidas y mares ignotos. Una sociedad humana en perfecta comunión con la naturaleza. Una época en la que los bosques, los prados, los valles, los ríos, las cimas, tenían la apariencia de no haber sido hollados todavía por los seres humanos. Habían sido hollados, ciertamente, pero su aspecto era más similar al de las primeras páginas del Génesis que a la naturaleza violada, transformada, transitada, que vemos hoy día.Una época en la que los hombres creían en hadas, en duendes, en lobos atroces. Una época en las que los hombres vivían en comunidad dentro y fuera de casa. Si vieran a los hombres de ahora, les daría la sensación de que vivimos solos. Juntos en ciudades, pero cada uno solo en su casa. El concepto de plaza ha desaparecido, el concepto de mercado en el que se charlaba, se intercambiaban chismorreos, ya no existe. Y no existe porque aunque hay lugares donde los seres humanos se reúnen, lo de ahora es más bien un grupo de náufragos que se reúnen en medio de un mar de hombres. No es lo de antes, una vida comunitaria-familiar en medio de una familia más amplia llamada poblado, aldea o pequeña ciudad.A aquellos hombres medievales les daría la sensación de que vivimos una vida antinatural en la que hemos perdido las cosas más bellas y placenteras de la existencia.
Padre Fortea

HISTORIA DE LA ESTÉTICA DE LA IGLESIA


Ayer hablé de mi amor por el neogótico.

Pero mirando atrás, a la entera historia de la Iglesia, veo que se podría decir que estéticamente la fe en Cristo comenzó con una estética doméstica. Después construyó iglesias de fuerte sabor clásico, de dimensiones humanas, templos luminosos, coloridos.

Tras eso, en el resto del continente, primó lo mistérico. La estética de los godos, la estética de los bárbaros venidos de tierras hiperbóreas, brumosas. Es como si trajeran consigo su oscuridad, su frío. El templo se hizo distancia entre fieles y ministros, entre la Divinidad y los orantes. No lo digo esto como crítica. Me parece que ese conglomerado de arte prerrománico-románico-gótico es lo más conseguido, el arte que nos estremece.

Después vino una estética en la que la distancia volvió a abreviarse. Si el románico me recuerda al invierno, el templo renacentista me recuerda a la primavera. Primavera que se desboca en el barroco. Arte este que es teatral, que despista, que abruma por acumulación. Estética que distrae, que hace vagar la vista. El centro ya no será un pantocrátor, atemporal y absoluto, sino un retablo, que al fin y al cabo es un mueble. La rotundidad del concepto, su abstracción, vino sustituida por la abundancia de angelotes regordetes.

Pero ese modo de presentar la fe, al menos, resulta extraordinariamente amable. El templo se transforma en algo más parecido a un salón de casa. La desnudez da paso a la decoración acogedora.

Es en el siglo XIX cuando se dan cuenta de que han agotado las líneas esenciales de la estética, de lo abstracto a lo figurativo, de lo desnudo a lo completamente cubierto, de la línea recta al paroxismo de las curvas. La Iglesia había pasado por todas las etapas. Es entonces cuando por vez primera reviven estéticas anteriores. Será lo mismo, pero llevado a la hipérbole. Ninguna estética prevalecerá ya. Y no prevalecerá ninguna, porque ya no podrá imponerse ninguna. ¿Y eso por qué? Pues porque finalmente, en el siglo XX, podremos poseer en nuestro tiempo todas las estéticas. Ninguna nos será ajena, ni el estilo colonial, ni el africano, ni la iglesia de Matisse, ni el eclecticismo, ni el neobizantino, ni el oriental, ni el paleocristiano.

Por fin, en nuestra época, es como si viviéramos simultáneamente todos los mundos estéticos del pasado. La Iglesia no está ligada a estética alguna. Pero echando la vista atrás, donde esté una buena iglesia románico-gótica que se quite lo demás. Especialmente las iglesias-garaje que algunos infiltrados nos han construido. Aunque siempre hay alguno que prefiere una salchicha Oscar-Mayer a un solomillo relleno de trufas y setas.
Padre Fortea

ADICCIÓN A LA TECNOLOGÍA


Obesidad infantil y televisión.
Carmen de Andrés
Coordinadora de Comunicación del Grupo Educativo COAS
Escuela de Familia

Más horas que en el colegio.
Después de este periodo vacacional, en el que los escolares han disfrutado del ansiado tiempo libre, vendría bien reflexionar sobre uno de los principales divertimentos de los niños: pasar el tiempo de ocio frente a la televisión, los videojuegos o el ordenador. O lo que es lo mismo, realizar una actividad estática simulando realidades virtuales.

Según un informe nutricional del doctor T. Durá del Departamento de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra la prevalencia de la obesidad infanto-juvenil en los países occidentales se ha incrementado sensiblemente en las últimas décadas, hasta tal punto que representa el trastorno nutricional de mayor relevancia en nuestro entorno.

Aunque la obesidad es un trastorno multifactorial, la rapidez con que aumenta su propagación parece estar bien relacionada con factores ambientales, tales como hábitos alimentarios poco saludables y un mayor sedentarismo”.

El profesor Durá apunta directamente a estos recreativos virtuales como el factor ambiental que más ha contribuido al incremento de la obesidad infantil en nuestra sociedad; puesto que dedicar mucho tiempo a estos medios contribuye, en gran medida, a dejar de hacer otras actividades de mayor gasto energético o desgaste físico, como serían los juegos, el ejercicio y el deporte.

Si nos remitimos a los datos de determinados ensayos, llama la atención de que en muchos casos, el número de horas anuales que los niños de edad escolar pasan frente a estas pantallas es mayor que el que invierten en los centros escolares. Así, determinados estudios lo calculan en 2,8 horas diarias o mejor dicho, 1.022 horas anuales visionando estas tecnologías cuando en el colegio permanecen 960 horas.
Sin querer entrar en un análisis minucioso sobre distintas investigaciones empíricas, lo que es innegable es que estos medios se han convertido en el referente prioritario del ocio de nuestros hijos y frente a los cuales dedican el mayor número de horas.

La intervención de los padres.
Para las nuevas generaciones estos medios resultan cotidianos, divertidos, a la vez que estimulantes, y así, algunos padres los utilizan como sustitutivo de la propia atención a los niños, porque exige menos tiempo, dedicación e ingenio. A partir de ahí, la costumbre se impone y gracias al impulso narcotizante del medio se potencia esa artificiosa necesidad de utilizarlos de forma perseverante.

Llegado a este punto, recuerdo el famoso cuento de Carlo Collodi, cuando Pinocho se emburrecía en aquel parque fantástico para chicos, donde todo estaba permitido, a la vez que sus orejas de burro iban creciendo en progresión a sus travesuras.

El principal problema puede radicar en que estos medios se conviertan en una actividad individual y aislada por parte del niño, sin la tutela de los padres, y en este caso pueden darse relaciones de extremada dependencia de los usuarios impidiendo la realización de otras actividades.

Lo que me interesa destacar en este artículo es que la actividad que se realice en el ambiente familiar con estos juegos virtuales será extremadamente condicionadora de los efectos que puedan tener sobre los niños y del empleo que éstos en el futuro puedan realizar de los mismos. Lo que sería interesante es que los padres enseñaran a los hijos, desde la primera infancia, a hacer un uso correcto de estas tecnologías en combinación con otras actividades lúdicas, artísticas y deportivas.
Fuente: Grupo Educativo COAS

SER LOS PRIMEROS


Jesús les dijo: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha... Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad, hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos". (Lc 13, 22-30).

Cristo habla, en el Evangelio de esta semana, de una puerta estrecha, y nos insta a cruzarla, a pasar por ella. Esa puerta es la del amor. Un amor que a veces consiste en vivir la castidad, otras en obedecer, otras en mantener la austeridad frente a las tentaciones del consumismo, otras en perdonar, otras en aguantar en silencio una humillación, otras en hablar claro y alto para defender al inocente. El amor tienes mil facetas, cada una para el momento adecuado, de forma que si se calla cuando hay que hablar o si se habla cuando hay que guardar silencio, se falta al amor. Pues bien, el amor es la puerta estrecha y difícil que debemos cruzar para seguir e imitar a Cristo y, por consiguiente, para entrar con Él en el Reino.

Pero no basta con eso. La palabra de vida de esta semana nos sugiere algo más, nos invita a algo más. Nos pide que seamos los primeros en amar, que no esperemos a que otros hagan las cosas, hablen para defender al que sufre la injusticia o ayuden con su limosna al que pasa hambre. Tenemos que hacerlo no por soberbia, sino por agradecimiento. Si Cristo nos necesita - y nos necesita en el Sagrario y en el prójimo -, no podemos estar dilatando la respuesta, sino que debemos correr a darle lo que él espera de nosotros. No se trata, pues, de soberbia, sino de gratitud. Además, con frecuencia se comprueba que cuando alguien que se ha dado cuenta de que hay que hacer algo no lo hace, eso se queda sin hacer. Si no damos nosotros el primer paso, es muy posible que nadie se anime y lo que había que hacer permanece sin hacer, pagando todos las consecuencias.
Santiago Matin

LA CARCAJADA


El que es feliz no necesita demostrarlo. El que no lo es, debe aparentarlo.

No siempre la carcajada es señal de felicidad. Muchas veces es la simple máscara de una tragedia. ¿Por qué? Porque la verdadera felicidad está hecha de algunos materiales muy concretos.

Está hecha de paz con Dios, de paz consigo mismo, de amor al prójimo. Quien tiene estos materiales no necesita aspavientos, no necesita carcajadas. Sabe, se siente, es feliz.

Ahora bien, esta felicidad, esta paz del corazón está muy amenazada. Está ahí el pecado en sus diversas formas que mata esa paz. Está el rencor que pudre el corazón del hombre y que arranca de cuajo cualquier señal de paz. Está el pesimismo, el desaliento, la desesperanza, que destruyen completamente esa tierra, ese jardín donde no puede crecer la tranquilidad y la paz.

¿Me considero un hombre, una mujer feliz? Si lo eres, ya sé por qué; no es casualidad, es porque has cultivado las flores de la felicidad. Tú has cultivado el amor a Dios, has cultivado el amor a tu prójimo, has cultivado la paz de la conciencia; por eso eres feliz.

El que es feliz no necesita demostrarlo. El que no lo es, debe aparentarlo. La carcajada suele ser una apariencia de felicidad.
Autor: P. Mariano de Blas LC

sábado, 21 de agosto de 2010

JESÚS TENÍA SENTIDO DE HUMOR


Jesús era plenamente humano, aunque sin pecado, y ser humano significa tener sentido de humor.

Por lo general tenemos una imagen de Cristo tan poco humano que nos cuesta imaginarlo con una sonrisa, mucho menos riéndose o diciendo algún chiste. Por eso no vemos lo mucho de humor que hay en los evangelios, o peor, tratamos de volverlo serio. Por supuesto Jesús no era frívolo, pero es claro que a menudo decía cosas bastante chistosas, por mucho que nos sorprenda eso.

La forma especial del humor de Jesús era la ironía, algo así como las caricaturas, con la que nos hace pensar en alguna situación chistosamente ridícula. Pensemos por ejemplo en la famosa frase de pasar un camello por el ojo de una aguja (Mateo 19:24). Yo a lo menos tengo tan mala vista, y la mano tan poco firme, que ni puedo pasar un hilito por la aguja, ¡mucho menos un camello, con todo y joroba! Pero algunos nos quieren decir que no, que eso era una puerta pequeña en el muro de Jerusalén que llamaban el ojo de la aguja, por lo que sería algo difícil pasar un camello. El único problema es que nunca existió tal puertita con ese nombre. Jesús utilizó una figura bien cómica, de alguien tratando de jalar un pobre camello por esa micro-apertura de una aguja, pero nosotros insistimos en banalizarlo, hasta con teorías e inventos.

Aquí otro sobre los camellos: Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello(Mt 23:24-25). ¡Imagínese el epiglotis que necesitan, para que pase ese camello por su garganta! En el versículo que sigue, Jesús acusa a los escribas y fariseos de limpiar super-bien su taza por fuera, dejando dentro de la taza toda la basura que traía. ¿Para qué limpiar escrupulosamente las afueras de la taza, si por dentro sigue siendo pútrida?

Otro chiste simpático: echar perlas ante los puercos (Mt 7:6). En nuestra finca en Sabanilla hemos tenido cerdos, y hemos sabido por experiencia lo cochino que son. Pero cómo sería si yo le dijera a mi esposa, Mira, mi querida Doris, vos sabes cuánto quiero a nuestras chanchitas, ¿no me prestarías tus perlas para ponérselas a ellas?” ¡Chistoso, verdad! Igual sería tirar las grandes verdades del evangelio y de las escrituras ante personas no aptas para recibirlas.

¿Y qué de este otro? Nadie prende una lámpara y la pone debajo de una canasta (Mt 5:15). ¡Qué gran tontería que sería eso! ¿Para que prender una lámpara, sólo para esconderla? No sólo opacaría toda la luz de la lámpara, sino que correría un peligro serio de causar un incendio. Pero en la vida real, es igualmente ridícula nuestra conducta cuando, habiendo recibido de Cristo la luz de la vida, hacemos todo lo posible por esconderla.

Y piensen en esta figura cómica: los fariseos son lobos vestidos de oveja (Mt 7:15). No sólo van los dos simbolismos totalmente contrastantes del lobo y la oveja, sino el de vestir a un lobo como una oveja (¿quién se encargaría de tal tarea?), un poco así como Jacob se vistió como su hermano Esaú para engañar a su padre. Literalmente, y sin humor, Jesús hubiera dicho, esos no son ovejas, son lobos. Pero cuando visualizamos la figura de lobos vestidos (!), y vestidos de oveja, resulta mucho más simpática la expresión.

Jesús se refería algunas veces al ojo humano con fina ironía. “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mt 7:3). Parte de lo simpático aquí es contrastar algo muy común, que todos conocemos, con algo totalmente imposible. Todos hemos experimentado alguna vez una basurita en el ojo, ¿pero todo un palo en un ojo? ¡Difícil imaginarlo! ¡Qué ojote más enorme para que cupiera esa viga! Jesús aprovecha ese contraste tan dramático y exagerado para ridiculizar el espíritu de criticonería de los que juzgan a otros sin examinarse a si mismos.

Y otro, entre muchos más que quedan: Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti… Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti (Mt 5:29). ¡Qué consejo este! Si lo tomáramos en serio, los basureros estarían llenos de órganos extirpados y el mundo, lleno de tuertos y mancos. ¿Estaría hablando Jesús en serio? Sí, y no; está hablando en broma y en serio, ¡pero demasiado serio! Aunque los verbos van en el modo imperativo, Jesús no nos está ordenando mutilar nuestros cuerpos. Más bien, el contraste tan exagerado, y tan lleno de ironía cómica, nos enseña la terrible gravedad del pecado y la urgencia de santificar nuestras vidas.

El Jesús de los evangelios era (y es) plenamente Dios, pero también plenamente humano, con todo y el sentido de humor que aporta tanto a nuestra vida como imagen y semejanza de Dios.

La primera herejía cristológica del Nuevo Testamento se llamaba el docetismo, que afirmaba que Cristo no era realmente humano sino que sólo aparentaba serlo (del griego, dokeô, aparentar, fingir). Y es que no basta afirmar la deidad de Jesucristo, sin su humanidad. Y tan grave era esa herejía, que Juan la llama el espíritu de Anticristo (1 Juan 2:18,22; 4:3; 2 Juan 7). Tampoco hay contradicción entre la deidad de Jesús y su plena, auténtica humanidad. Y por supuesto, ¡Jesús no sería plenamente humano si no tuviera sentido de humor!

Otra alusión biológica de Jesús sorprende un poco por su franqueza y su naturalidad: Todo lo de fuera que entra en el hombre, no lo puede contaminar, porque no entra en el corazón sino en el vientre, y sale a la letrina (Mr 7:14-15,18-19). Aunque el sentido común hoy nos diría que mucha enfermedad sí entra por la boca y contamina el cuerpo, Jesús aplicaba su comparación con el proceso digestivo con otro sentido, que se explica sin más comentario.

En Lucas 12:39 Jesús dice, si un dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente para no dejarlo forzar la entrada. Con esas palabras Cristo quiere instarnos a vigilar a toda hora y estar siempre preparados para su venidacomo ladrón”. Para captar el humor de la comparación, podríamos decir que ningún ladrón va a llamar a la casa a avisarles que va a llegar a las diez de la noche y que por favor tengan la puerta sin llave.

Los evangelios narran muchas frases y situaciones que, si nos paramos a imaginarlas o si las tomáramos literalmente, nos caerían con mucha gracia, por ejemplo el señor que no quería levantarse de la cama para contestar la puerta (Luc 11:5-9) y la viuda terca que insistía e insistía hasta que el juez se cansó y le hizo justicia (Luc 18:1-5). Tiene humor simpático el comentario de Jesús sobre Juan el Bautista (Luc 7:24-26), que podríamos parafrasear así: “¿Qué esperaban ustedes encontrar en el desierto, un predicador con saco y corbata?”. No falta un humor acerbo en el comentario de Marcos 5:26 sobre la mujer que había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor. ¡Ay de esos matasanos mercenarios!

A Jesús le gustaba hablar con simbolismos exagerados que tomaban a la gente por sorpresa. Nosotros estamos muy acostumbrados a la figura de nacer de nuevo, pero Nicodemo se quedó en la luna cuando el Señor le dijo que él tenía que nacer de nuevo. ”¿Pero cómo puede ser eso?”, pregunta Nicodemo. “¿Tengo que entrar de nuevo en el vientre de mi madre?” Podríamos ampliar el simbolismo: ¿Y cómo entro mejor, de cabeza o con los pies adelante?”. Parece que Nicodemo captó la paradoja de las palabras del Maestro, pero no el humor. Pero el evangelista sí lo entendió y lo trasmitió en su relato.

La figura de Zaqueo tiene claros ribetes cómicos (Lucas 19:1-10). Como cobrador de impuestos era funcionario del imperio romano y casi seguro rico y socialmente importante, con cierto prestigio. Pero era pequeñito y tuvo que treparse a un árbol para ver a Jesús. ¡Eso sin duda llamó mucho la atención! ¡Qué miedo, que puede quebrarse la rama y el señor funcionario se viene para el suelo! Seguramente Lucas y sus lectores se reían de esa situación cómica, y con eso se reían no sólo del diminuto Zaqueo sino también del mismo imperio romano.

El Cristo Resucitado mantuvo ese gran sentido de humor. En el camino a Emaús, cuando los dos discípulos le preguntan si él era el único forastero que no sabía lo que había pasado esa semana, Jesús contesta, con cara de inocente, “¿Qué cosas?” (Luc 24:19). Claro, ¡quien sabía mejor que él lo que pasó ese Viernes Santo! Después ellos le informan a él sobre Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso en obra y palabra”, todavía sin darse cuenta que es con él mismo que ellos lo están diciendo. Y al fin afirman que algunos discípulos fueron al sepulcro, pero a él no lo vieron (24:24). Eso, ¡cuando ellos mismos lo están viendo con sus propios ojos!
Dr. Juan Stam.

Aprendamos la lección expresada por el Hno Juan Stam y encontrada en la Biblia.
No nos tomemos tan en serio y usemos el humor para liberarnos de las presiones de la vida y liberar a quienes nos rodean. En la vida no todo es lágrimas y a veces riendo también lloramos.
Serafín Contreras Galeano.