La homosexualidad es la atracción sexual hacia una persona del mismo sexo.
Es una aberración duramente castigada en la Biblia. Es el caso de Sodoma y Gomorra. Y por eso a los homosexuales se les llama sodomitas.
También San Pablo condena la homosexualidad. Y el Levítico dice (18:22):«No cometerás pecado de sodomía, porque es una abominación»
«Los actos homosexuales son objetivamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. No pueden recibir aprobación en ningún caso».
La homosexualidad es una anormalidad según el "DSM-IV. Criterios Diagnósticos de los Trastornos Mentales". Así lo señala la psicopedagoga Mª Mar Martín Ayllón.
La homosexualidad es una enfermedad. Así la cataloga la Organización Mundial de la Salud: La OMS dedica un apartado de su clasificación de las enfermedades psiquiátricas CIE 10, el número F66.1.x1, al que denomina Trastorno de la orientación sexual egodistónica, homosexualidad.
Aunque la Asociación Americana de Psiquiatría sacó la homosexualidad de su lista de desórdenes, está demostrado que lo hizo por presión política de los gays, no por razones médicas.
«Una definición más o menos adecuada de la homosexualidad es: una anomalía que consiste en la desviación de la atracción afectivo-sexual, por la cual el sujeto prueba atracción, e incluso puede mantener relaciones, con personas de su mismo sexo».
Esta desviación puede responder a causas puramente morales (perversión moral) o causas morales y psicológicas. Los orígenes del fenómeno en las personas que se descubren "constitucionalmente" homosexuales, no son del todo claros; hay varias hipótesis.
»La más plausible indica que si bien puede haber predisposiciones orgánicas y funcionales, el origen más claro se remonta generalmente a una intrincada red de relaciones afectivas y sociales. Han sido estudiados los eventuales factores hereditarios, sociológicos, e incluso hormonales; pero de todos, el más influyente parece ser el clima educativo familiar, especialmente en el período que va de los 6 a los 12 años».
El catedrático Aquilino Polaino, el 20 de junio de 2005, dijo en el Senado Español lo siguiente: «Voy a entrar ahora en un tema que me resulta más próximo: en cuál es el perfil psicopatológico de las personas con conducta homosexual».
Muchos de los datos que voy a darles proceden también de la investigación de numerosos autores y asimismo de mi propio ejercicio en la práctica clínica, al que he dedicado muchos miles de horas, lo que me hace sentirme seguro de lo que estoy diciendo, y es que a estas alturas pasan de los 160 los hombres y mujeres de conducta homosexual que han solicitado mi ayuda humanitaria como terapeuta.
Por hacer uso de un cierto orden sistemático empezaré haciendo la siguiente pregunta: ¿Qué núcleos estructuradores de la psicopatología encontramos?
En primer lugar, las relaciones familiares.( Voy a limitarme a leer sin hacer comentarios porque se me iría el tiempo). Muchos de ellos y de ellas describen y perciben al padre durante la infancia como un padre hostil, distante, violento o alcohólico. Puedo citar a Aperson (1978), a Bene (1975), a Sipoa (1983), a Vilar (1988) o a Fisher (1998). La madre es percibida como sobreprotectora más por los niños que por las niñas que al llegar a adultos tiene conducta homosexual. Ahí están los trabajos de Vider (1971), de Norton (1979) o de Nicolós (2004). La madre es considerada por su hijo como necesitada de afecto, fría y muy exigente.
Hay un buen trabajo de Fitz Gibbons de 1999. La madre es percibida por su hija lesbiana como emocionalmente vacía, y a ese respecto están fundamentalmente los trabajos de Bradley (1979) y de Eisenwood (1982).
Los padres no fomentaron la identidad ni la identificación del niño con el propio sexo, y a ello se refieren los trabajos de Zucker de 1995. En esos chicos y chicas hay ausencia de juegos. Los chicos renuncian a los juegos violentos, en relación a lo cual están los trabajos de Friedman y de Haven (1987 y 1967). Hay ausencia de identificación con sus iguales del mismo sexo, Thomson (1993); hay ausencia de empresas motoras, especialmente de aquellas relacionadas con la práctica de deportes violentos y masculinos - hay trabajos al respecto pero no entraré en ellos -. Hay una incapacidad para defenderse físicamente de sus compañeros iguales en situaciones de violencia. Pueden haber sufrido en la temprana infancia abuso sexual o violación por padre, madre o algún familiar. En eso la colección bibliográfica, incluida mi experiencia en España es muy abundante. Con arreglo a los datos de que dispongo podría decir que casi el 30 por ciento de las personas que he visto han sufrido estos problemas. Hay también fobia social o timidez extrema, como muestra el trabajo de Goldwing en el año 1993. En algunos casos se produce la pérdida del padre por muerte o divorcio o la separación de uno de los padres durante una etapa crítica el desarrollo, como revela el trabajo de Suker, o el rechazo de los padres adoptantes cuando uno de ellos es homosexual o lesbiana.
Algunos médicos opinan que la homosexualidad puede curarla un psicólogo.
«La legalización jurídica de parejas homosexuales va en contra de la naturaleza humana, y revela una corrupción grave de la conciencia moral ciudadana» ha dicho D. Elías Yanes, ex-Presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Hoy estamos padeciendo lo que se llama LA INQUISICION ROSA. Los homosexuales persiguen a los que no piensan como ellos.
Carrie Prejean, Mis California, fue despojada de su título por decir en la televisión que para ella el matrimonio debía ser entre un hombre y una mujer.
Y Christian Vanneste ha padecido un calvario judicial por haber dicho que la homosexualidad es inferior a la heterosexualidad.
Grupos homosexuales han solicitado expulsar a Lituania de la UNION EUROPEA por prohibir las relaciones homosexuales a menores de 18 años. Etc., etc.
Erich Kock, en una entrevista al diario Avvenire, dice: «Estamos ante una propaganda masiva a favor de la homosexualidad. Hablar de discriminación, como se ha hecho, está fuera de lugar. No hay que marginarlos. Pero esto no quiere decir que haya que equiparar sus uniones a los matrimonios».
«Equiparar las “uniones homosexuales” al matrimonio es una aberración contra la ley natural».
Se hace responsable de los graves efectos negativos que tendría para la sociedad la legitimación de un mal moral.
Permitir que esas personas adopten niños es atentar contra los derechos de estos niños que el día de mañana, cuando caigan en la cuenta de la realidad, sufrirán taras psíquicas al compararse con el resto de sus compañeros. Destacados científicos están en contra de la adopción de niños por parejas homosexuales, por los traumas psíquicos que esto sería para el niño.
¡Menudo trauma para el niño cuando caiga en la cuenta de que sus padres son unos anormales, pues todos sus compañeros tienen un padre y una madre!
Por eso José Ramón de Verda, Profesor de Derecho Civil en la Universidad de Valencia aseguró que los niños adoptados por homosexuales pueden desembocar en problemas psicológicos.
Además , según la Dra. Judith A. Reisman, ex profesora de investigación de la American University, en el estudio científico Crafting Gay Children, afirma que los pederastas heterosexuales son el 9%, mientras que los pederastas homosexualoes llegan al 60%, según Psychiatric Journal, University of Ottawa, J. W. Bradford et al., 1988.
Por otra parte, es cosa conocida la facilidad con la que los homosexuales cambian de pareja. Según un estudio norteamericano, el 42% de las mujeres lesbianas tuvieron más de diez compañeras sexuales, y el 43% de los hombres homosexuales tuvieron más de quinientos compañeros sexuales. ¿Cuántos padres y madres iban a tener esos niños adoptados por parejas homosexuales? ¡Pobres niños!
Por eso Mons. Juan José Asenjo, arzobispo de Sevillla dijo en su día que «sería el colmo de los despropósitos que se permitiera a las parejas homosexuales la posibilidad de adoptar niños.
Dice Ahmed Okasha, Presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría: «Un niño criado por homosexuales tendrá alteraciones emocionales».
No hay que confundir los homosexuales auténticos, que no tienen ningún interés en corregirse, con el hombre de apariencia feminoide de lo cual no es responsable, y que puede no ser homosexual.
La homosexualidad es una anormalidad, pero no es pecado, a no ser que se ejerza. Si se ejerce y además hay corrupción de menores, constituye peligrosidad social.
No es lo mismo el homosexual por vicio, que el que nace así, o sufrió el impacto de una desgraciada experiencia de su infancia.
No somos responsables de nuestras tendencias. Pero sí somos responsables de nuestros actos voluntarios. No es lo mismo “tendencia homosexual” que “conducta homosexual”.
«Hay una enorme diferencia entre una tendencia que experimentas interiormente, y una tendencia que satisfaces con tus actos».
Si te resientes de una tendencia homosexual pero sin llegar jamás a prácticas homosexuales, tienes muchas posibilidades de que esa tendencia no se haga irreversible. «Será una dificultad, no un grave obstáculo».
Por el contrario, si cedes a tal tendencia, quizás pasajera en sí misma, corres el riesgo de enraizarla en ti y de encerrarte en la homosexualidad. (...)
El pensamiento cristiano es especialmente severo con lo que podríamos llamar “la cultura homosexual”; o sea, la voluntad deliberada de justificar y hasta de exaltar la homosexualidad. (...)
En este espíritu San Pablo liga la cultura homosexual al rechazo de Dios y a la idolatría. (...)
El comportamiento homosexual es intrínsecamente negativo.
Y este carácter negativo no queda suprimido por el hecho de que tenga una tendencia involuntaria a ese comportamiento.
Hay personas (como los sádicos) que tienen una tendencia profunda a gozar haciendo sufrir.
Otros (los cleptómanos y pirómanos) a robar o incendiar. La presencia de esta tendencia involuntaria no impide que los actos realizados para satisfacerla sean gravemente responsables.
El homosexual de nacimiento que domina su tendencia y no es corruptor del ambiente, pervertidor de menores o escandaloso público, no hay por qué considerarlo como peligro social. La peligrosidad social no depende de lo que la persona es, sino de lo que hace.
El homosexual de nacimiento es tan responsable de su tendencia, como lo puede ser de su defecto el miope o el tartamudo.
Por lo tanto, al homosexual que domina su inclinación no hay que considerarlo corruptor, perverso ni degradante; si domina su inclinación, puede alcanzar notable virtud.
Debe poner todo su empeño en dominarse. Y que confíe en Dios que le ayudará. Él lo ve todo y es justo.
El homosexual debe dominarse lo mismo que el casado al que le gusta su vecina.
Y el homosexual que se domina puede llegar a santo, que es lo más grande que se puede ser en la Tierra. Y, en ese caso, la Iglesia lo pondrá en los altares.
«Los homosexuales que lleven una vida casta pueden ser santos» dice el diario de la Santa Sede.
Ser comprensivo con los homosexuales, que luchan por dominarse, no es justificar su actuación homosexual.
Una cosa es aceptar a la persona, y otra aprobar su comportamiento.
El homosexual tiene que dominar su tendencia lo mismo que el heterosexual, que no puede irse con todas las mujeres que le apetecen.
El homosexual tiene que dominar su tendencia desordenada lo mismo que el cleptómano tiene que dominar su tendencia a apropiarse de lo ajeno.
La Madre Angélica le dice al homosexual: «La homosexualidad es tu cruz. Y debes darte cuenta de que es una cruz»
Debes soportarla como tal, y no como un estilo de vida, o como justificación para el pecado. Pero este respeto que debemos tener hacia el homosexual que no es peligro social porque no atenta contra el bien común, no significa que consideremos al homosexual como una persona normal que tiene derecho a ejercer su tendencia de acuerdo con su inclinación.
Si el homosexual tiene derecho a vivir como él es, y no como debe ser, lo mismo podríamos decir del ladrón y del asesino.
El hombre debe acomodar su conducta a los auténticos valores humanos.
El respeto a la persona del homosexual no considerándolo perverso o peligroso mientras su conducta sea correcta, no elimina el que no se pueda considerar al homosexual como una persona normal.
Es como si el jorobado quisiera que consideráramos natural el tener joroba.
Llamar intolerantes a los que no aceptan el ejercicio de la homosexualidad es como llamar intolerantes a los que no aceptan el error de que la Tierra es plana.
«Una cosa son los homosexuales y sus derechos civiles como personas y ciudadanos, y otra distinta la aceptación ética y moral de su comportamiento. (...)» La moralidad de los actos humanos no depende de mayorías o minorías, de lo que a cada uno apetece o conviene, sino de lo que objetivamente está ordenado por Dios.
En una ocasión intervine en un debate televisivo. Intervenía un homosexual que criticaba a la Iglesia por no aprobar la homosexualidad como una cosa natural y lícita.
Asistía al debate un Catedrático de la Universidad de Cádiz, Julio Pérez Serrano, que dijo: «En culturas primitivas, anteriores al cristianismo, ya existía hostilidad a la homosexualidad por considerarla antinatural».
«Los homosexuales que declaran su homosexualidad son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento o su estilo de vida homosexual como “indiferente o, sin más, bueno”, y por eso digno de aprobación pública».
Estos normalmente usan el logan de la «discriminación sexual» como un arma política para manipular la sociedad.
Y el objetivo último es lograr la aprobación de sus comportamientos homosexuales.
«Una táctica asumida por los movimientos homosexuales o "gay" es la de culpar de discriminación contra ellos a cuantos resisten a sus campañas pretendiendo "sexo libre" e igualdad absoluta para aspirar a cualquier cargo o función en la sociedad»
Para tratar de superar la poca vergüenza que les queda, algunos llegan a hablar de "orgullo gay", para ahuyentar en los no adictos el pudor que los aleja instintivamente de ese camino.
No está justificado el maltrato a los homosexuales, como lo ha declarado también la Iglesia en varias oportunidades.
Pero esto no implica que la sociedad y en particular los padres de familia no tengan derecho a impedir el proselitismo que fácilmente pueden desarrollar los homosexuales militantes, si se les permite ocupar cátedras con alumnos niños y adolescentes.
La criminalidad de la corrupción de menores es bastante extensa como para ignorarla; ya que está comprobado que suele ser el camino de la iniciación en las prácticas homosexuales, de las que luego no resulta fácil librarse.
Los padres de familia, pues, tienen derecho a exigir a los institutos educativos que no asuman como profesores a quienes son conocidos como homosexuales.
Si la ley no reprime las prácticas homosexuales penalmente mientras están restringidas a la vida privada, esto no significa que los homosexuales no puedan ser excluidos de la docencia, como tampoco se aceptan como cajeros de banco a los cleptómanos, ni choferes a los ciegos.
Esto no viola los derechos humanos, ni es discriminación injusta: no queremos que sean maestros de nuestros hijos quienes pretenden que es normal la práctica de la homosexualidad o la drogadicción o el robo.
Esta actitud es tachada de antievangélica y opuesta a la misericordia de Jesús; pero quienes lo dicen olvidan que el Señor perdonaba a los pecadores arrepentidos, mientras que, de los que escandalizaban a los niños dijo: "sería preferible que les ataran al cuello una piedra de moler y lo hundieran en el fondo del mar".
El Papa Juan Pablo II, en respuesta al Parlamento Europeo que equiparaba la unión homosexual al matrimonio natural, ha dicho: «La Iglesia rechaza la discriminación de los homosexuales, pero considera moralmente inadmisible la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivo con quien peca no equivale a aprobar el pecado. Cristo perdonó a la adúltera, pero le dijo que no pecara más».
La Comisión Permanente del Episcopado Español publicó una nota el 24 de junio de 1994 donde se dice: «El homosexual, como persona humana que es, es digno de todo respeto inherente a la persona humana» (nº 18); «pero la inclinación homosexual, aunque no sea en sí misma pecaminosa, debe ser considerada como objetivamente desordenada; ya que es una tendencia, más o menos fuerte, a un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral» (nº 7).
La razón del aparato genital es la generación. Y el ejercicio del sexo en un homosexual no tiene nada que ver con la generación.
Las cosas usadas contra su naturaleza de estropean: si un lápiz lo usamos de destornillador, lo destrozamos.
Dice Marc Oraison: «No vacilo en afirmar que la realización de la pareja homosexual es de por sí imposible».
Para el Dr. John Loraine, de la Universidad de Edimburgo, donde está encargado de la Cátedra de Endocrinología, el homosexual es un enfermo cuyas hormonas sexuales se han desquiciado.
Tras sus experimentos, Loraine, afirma que el homosexual es un paciente para los endocrinólogos, pues sufre una serie de trastornos fisiológicos gonadales que hoy pueden medirse a la perfección.
«Hay que reconocer que, fuera de algunos casos de perversión voluntaria, en la mayor parte de los homosexuales, su tendencia desviada debe ser considerada como una enfermedad. De aquí que, por una parte, se merezca todo el respeto y la ayuda que como a personas humanas les es debida; pero, por otra, la sociedad, por todos los medios adecuados, deba defenderse de su devastador contagio, tan pernicioso y destructivo para la naturaleza humana en su presente y en su futuro».
Hay mujeres que tienen el vicio de saciar su apetito sexual con otras mujeres. Esto es una aberración.
El afecto de dos muchachas no debe repercutir en los órganos genitales. Si es así, esa amistad es desaconsejable.
La homosexualidad en la mujer se conoce desde seiscientos años antes de Cristo en la isla griega de Lesbos. Por eso a la mujer homosexual se le llama lesbiana.
Hay que distinguir entre la auténtica lesbiana que busca otra mujer para su actividad sexual, y el afecto muy frecuente en adolescentes hacia mujeres mayores que ellas por las que llegan a sentir verdadera adoración; pero con ausencia total de actividad sexual.
Esta tendencia desaparecerá en cuanto se enamoren de un hombre. El que gusten las personas guapas del mismo sexo no es señal de homosexualidad, si este atractivo no pone en marcha el aparato genital.
Un adolescente puede pensar que es homosexual porque le gusta una persona del mismo sexo. Pero esto no es necesariamente por ser homosexual. Puede deberse a distintas causas. Lo que sería preocupante es que ese atractivo pusiera en marcha su aparato genital.
La heterosexualidad es una inclinación de la misma naturaleza personal del hombre. Pero el homosexual aunque no sea un pervertido, es un invertido, que ha sufrido una desviación del instinto sexual natural.
Los defensores de la homosexualidad generalizan esta tendencia queriéndola hacer pasar como una sexualidad distinta pero natural, y así poder actuar libremente sin restricciones a su tendencia. Para eso incluyen entre los homosexuales a todos los que han tenido alguna vez alguna experiencia homosexual.
Pero esto no es serio. Con este mismo criterio podríamos considerar no homosexual a todos los homosexuales que hayan tenido un contacto heterosexual.
Puede una persona, por una circunstancia casual y transitoria, haber practicado la homosexualidad, lo cual, aunque es inmoral, no la constituye en homosexual.Lo que caracteriza al homosexual no es haber tenido más o menos contactos homosexuales, sino la tendencia hacia las personas del mismo sexo y la consiguiente repugnancia hacia la relación heterosexual.
«Mientras cifras falseadas (ej. Informe Kinsey) pretenden, por ejemplo, que los homosexuales constituyen el 10% de la población norteamericana; los investigadores serios están de acuerdo en que es el 2,5%».
«Científicos de varios países han demostrado la falsedad del Informe Kinsey porque los datos fueron estadísticamente manipulados».
Luis Mª Ansón, escribió en LA RAZÓN que según el Instituto Nacional de Estadística los homosexuales en España son el 0,1% de la población, es decir, uno de cada mil. Y cuenta que le dijo un mejicano que «viendo la televisión española parece que el 50% de los españoles son maricones o lesbianas».
Richard Cohen, Psicoterapeuta y Educador, que ha curado a muchos homosexuales, durante catorce años, dice en su libro "Comprender y sanar la homosexualidad" (LibrosLibres): «Muchos dirán que no se puede salir de la homosexualidad. Esto es sencillamente un mito, porque el cambio es posible».
Para que un homosexual cambie, lo primero, es indispensable que quiera cambiar, y después que quiera someterse a un tratamiento psicoterápico: «sólo la psicoterapia le podrá ayudar».
Gerard Van den Aardweg, psicólogo holandés, que ha dado cursos en universidades de Estados Unidos, Canadá y Brasil, opina que la homosexualidad se puede curar. Afirma que el 30% vuelven a los hábitos sexuales normales, en otro 30 % el cambio es gradual, y un pequeño porcentaje peor, debido a su estado neurótico, puede mejora. También opina que muchos casos se evitarían si al niño se le educa como niño y a la niña como niña, pues unificar ambos roles es absurdo.
«El profesor Van den Aardweg, licenciado en psicología en Amsterdam y notorio especialista de nivel internacional en terapia de la homosexualidad, describe numerosos casos de curación, confirmados por otros psicólogos, como Paul C. Vitz de la Universidad de Nueva York, y otros de todo el mundo. Noel B. Mosen, en una carta publicada por la revista New Zealand de junio de 1994 escribe: “Fui homosexual activo durante 21 años, hasta que me hice cristiano y me convencí de la necesidad de cambiar. Con la ayuda y la fuerza de Dios, lo conseguí. Ahora llevo seis años felizmente casado y no experimento ninguno de los deseos y tentaciones homosexuales que antes dominaban mi vida”.
Conocidos expertos en sexología, sin vinculación religiosa, como D. J. West, M. Nicholson y L. J. Hatterer, han descrito muchos casos de homosexuales que se convierten en heterosexuales.
En un estudio del Dr. Robert L. Spitzer, de la Universidad de Columbia (EE.UU.), presentado en el Congreso Anual de la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos, y publicado en la revista Archives of Sexual Behaviour afirma que doscientas personas homosexuales, tratadas por él, habían cambiado su orientación homosexual a la heterosexual.
Los homosexuales pueden cambiar.
Una publicación oficial de la American Psychological Association (APA) (ver www.aciprensa.com), difundió los resultados de un nuevo estudio que insiste en que las personas que presentan una conducta homosexual pueden cambiar de vida.
La publicación Professional Psychology: Research and Practice, incluye la investigación de Warren Throckmorton, médico del Grove City College, sobre el cambio de orientación sexual entre personas homosexuales. Throckmorton sostiene que se apoya en los "resultados, empíricos y clínicos, obtenidos de las investigaciones iniciales referentes al proceso del cambio para ex homosexuales".
El artículo de Throckmorton expone el resultado de las experiencias de miles de individuos que sienten que su sexualidad han cambiado como resultado de la reorientación y asesoramiento de su terapia.
Joseph Nicolosi, psicólogo clínico norteamericano, promotor de la Terapia Regenerativa de la Homosexualidad, en su libro Quiero dejar de ser homosexual, (Ed. ENCUENTRO), expone su experiencia con pacientes que se liberaron de su homosexualidad.
El Dr. Juan Antonio Vallejo-Nágera, en su preciosa obra "La puerta de la esperanza" (Planeta), afirma que «la educación en la castidad es sanísima y ayuda mucho a superar los problemas de la edad juvenil. En cambio, la presunta libertad sexual que se predica ahora, ésa sí que llena de pacientes la consulta del psiquiatra. Y no digamos, la moda de decir que la homosexualidad es una alternativa tan válida como cualquier otra. Mentira. El ser homosexual es complicadísimo. Deben merecer toda nuestra comprensión y cariño, pero para intentar curarlos; no para animarlos a serlo».
«Se dice que la inversión sexual es constitucional, de carácter congénito biológico. Otros buscan las causas en factores de orden psíquico, como falsa educación, ambiente, experiencias que se remontan a la infancia, etc. Para otros, los factores de la homosexualidad son innatos y ambientales juntamente».
Que la homosexualidad no es algo genético se deduce de que dos hermanos gemelos, uno es homosexual y el otro no. Si la homosexualidad estuviera determinada genéticamente, los dos serían homosexuales.
Parece más bien que la homosexualidad se debe a factores ambientales y de educación.Algunos terminan en homosexuales como consecuencia del alcoholismo y las drogas.
Por supuesto que la homosexualidad no tiene la misma importancia en la edad adulta que en la infantil. Entre niños puede ser casi un juego que puede no significar desviación enfermiza.
Aunque sí puede perjudicar a su psicología.
En 1983 el Vaticano ha publicado un documento sobre la educación sexual donde dice: «No hay ninguna justificación moral a los actos homosexuales» .«Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y no pueden recibir aprobación en ningún caso» . La homosexualidad se condena en la Biblia en varios pasajes . Se considera un pecado muy grave. La Biblia manda castigar con pena de muerte a los que realizan actos homosexuales.
Y San Pablo dice que los homosexuales no entrarán en el Reino de los Cielos. Se entiende, naturalmente, a los que no se dominan y ejercen de homosexuales.Se llaman transexuales los homosexuales que se cambian los órganos genitales. El cambio de los órganos genitales sólo es lícito para corregir un «error» de la naturaleza, pero no por gustos particulares. Aunque un loco se considere lombriz, no se le pueden cortar los brazos.
Hoy están sobre el tapete «las parejas de hecho».
Grupos políticos quieren igualar los derechos del matrimonio normal a las parejas de homosexuales y lesbianas.
Pero el matrimonio, en toda la historia de la humanidad, está constituido por un hombre y una mujer. Las leyes humanas no pueden cambiar la naturaleza. Aunque saliera una ley permitiendo volar a los burros, a éstos no les saldrían alas para volar.
Si una pareja de homosexuales o de lesbianas tienen los mismos derechos que un matrimonio de un hombre y una mujer, ¿por qué no tienen los mismos derechos dos hermanas que viven juntas, o dos amigas que viven juntas pero no son lesbianas?
El P. José Mª Díaz Moreno, S.I., Profesor de Derecho Matrimonial en la Facultad de Derecho (ICADE) de la Universidad de Comillas de Madrid, en un artículo sobre este tema, resume así su pensamiento:
a) Los católicos tenemos el derecho y el deber de defender la institución matrimonial como la única válida.
b) Hay obligación moral grave de oponerse a la posibilidad de que la pareja homosexual o lesbiana pueda adoptar niños, por el daño que éstos recibirían.
c) A los familiares que hayan optado por una «unión de hecho» se les debe ayudar, con cariño, a que reestructuren su vida en conformidad con las leyes de Dios y de la Iglesia.
El ABC de Madrid publicó el 10 de Julio de 1997 un estudio del Ministerio de Trabajo según el cual la equiparación del matrimonio a las «parejas de hecho» costará al Estado 30.000 millones en pensiones de viudedad . Es lógico que no queramos que nuestro dinero se dedique a financiar esas uniones. Nos parece mejor que ese dinero se dedique a ayudar a las familias numerosas, pues en España tenemos el índice de natalidad más bajo del mundo.
Digamos que la pederastia (con niños) y de la zoofilia (con animales) es algo repugnante para toda persona normal. Pero hoy hay una tendencia a presentar como normal las aberraciones más degradantes. Algunos parecen haber perdido el sentido común. ¿Qué diríamos a uno que le gusta hacerlo con una gallina? Hay cosas repugnantes a toda persona normal.
Los homosexuales están hoy haciendo enorme presión en los Medios de Comunicación Social para que sus uniones se consideren auténtico matrimonio.
Esto es una injusticia y un disparate. Una injusticia porque dos cosas distintas no pueden ser iguales. Una pareja de homosexuales no puede engendrar hijos como un matrimonio natural. Por lo tanto no pueden tener los mismos derechos, pues no pueden otorgar nuevos ciudadanos a la patria.
Las uniones de homosexuales deben tener su nombre propio, pero no el de matrimonio. Quizás se le podía llamar “homomonio”. Cada cosa tiene su nombre. A una tarta de manzana no la llamamos pastel de chocolate.
Tomado del libro PARA SALVARTE, n° 68,24 De JORGE LORING, S.I.
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