martes, 11 de mayo de 2010

PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO


Pascua. Con Cristo nunca estamos solos, siempre nos acompaña. Nos enviará el Espíritu Santo que será nuestro compañero y guía de camino.

Juan 16, 5-11.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Dónde vas? Sino que, por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.

Reflexión: Me gusta la soledad, pero no el aislamiento. Si estoy solo es, o para estar con Dios, o para encontrarme con algunos de mis mejores amigos: los hombres que escribieron grandes libros o música profunda. Es una soledad muy acompañada...

En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice que se va. Que nos deja. Toda despedida conlleva una fuerte carga emocional. Los discípulos se angustian y les cuesta asimilar la noticia. Se quedarán solos. «Os conviene que yo me vaya» - añade Jesús. En realidad sólo se está solo de veras cuando se ama. Esa es la soledad sonora, la que nos empuja mejor hacia los demás. La soledad del egoísmo es una laguna seca. ¿Y el signo visible que distingue la una de la otra? Es la alegría. Dios está alegre – o mejor: es alegre – porque vive en soledad creando y fecundando.

Quien en soledad mira su propio ombligo no imita a Dios, sino al demonio, que vive la más infecunda de las soledades.

Y es que nos enviará el Espíritu Santo que será nuestro compañero y guía de camino. Él es el artífice de nuestra santificación. Precisamente, hace falta zambullirse en esa «soledad acompañada» para conocerle y descubrirle en nuestro interior. Luis María Martínez lo llamaba: «el Gran Desconocido». ¡Qué poco se le conoce! Mientras más le tratemos, mayor será nuestra confianza en la vida. La carga llevada entre dos es más ligera, más llevadera. En este caso, es Él quien lleva la parte más costosa, la más difícil. Es nuestro socio en la aventura de ser felices de verdad. «Lo que cuenta – aquí como en todo sector de la vida cristiana – es la confianza que brota de la fe, o sea, de la certeza de que no somos nosotros los protagonistas de la misión, sino Jesucristo y su Espíritu. Nosotros únicamente somos colaboradores y, cuando hayamos hecho todo lo que hemos podido, debemos decir: Siervos inútiles somos; hemos hecho lo que debíamos hacer(Lc 17, 10)». (Redemptoris Missio, n. 36) Hagamos de nuestra vida una auténtica amistad con el Espíritu Santo y colaboremos con Él, haciendo lo que debemos hacer como verdaderos cristianos. Es una fuente segura de felicidad y de realización.
Autor: Xavier Caballero

No hay comentarios:

Publicar un comentario