viernes, 10 de abril de 2009

EL JUDÍO ERRANTE


Mil años después del nacimiento de Cristo, surgió una leyenda nacida en la imaginación de los cristianos de ese tiempo.

Como ya lo hemos dicho es una leyenda; sin embargo contiene un simbolismo tan profundo, que todo el mundo la aceptó como verdadera y, cada cierto lapso de tiempo es revivida por poetas y escritores.
La leyenda es la siguiente:
En aquel infausto día del año 33, en Jerusalén habían sucedido muchas cosas. Jesús había sido condenado a muerte por Poncio Pilato, gobernador romano de Judea, a petición del pueblo judío, que había pedido a gritos su crucifixión. Ciertamente, Pilato había tratado de evitarla, pero presionado por los judíos, accedió a ello cobardemente. Los judíos no sólo pidieron su crucifixión, sino también que su sangre cayera sobre ellos y sobre sus hijos (Mateo 27.20-26). Tal petición, sumamente grave y de consecuencias impredecibles, no la midieron los judíos en toda su dimensión entonces, pero ha sido su maldición a partir de ese momento.

Después de haber sido azotado, hicieron los soldados romanos tomar su cruz al Señor, y lo condujeron al monte Gólgota o Calvario. En su trayecto, a través de las calles de Jerusalén, los judíos, aquellos mismos que lo habían aclamado con hosannas y aleluyas en su entrada triunfal a la ciudad, montado en un borrico, lo insultaban y vejaban, burlándose de El. Entre esta multitud había uno llamado, según algunos, Samuel Beli-Bet. Jesús, víctima del cansancio y la debilidad física, cayó con su cruz frente a Samuel. Este cargaba a un niñito suyo en sus brazos. Jesús clavó su mirada en los ojos de Samuel, y le pidió un poco de agua. Samuel, duro de corazón, le dio un empujón como respuesta, y le gritó:
- Sus, Sus!, ¡camina pronto!"
Jesús le miró fijamente y le dijo:
-"Tú caminarás hasta que yo vuelva".
Samuel sintió correr algo raro por todo su cuerpo; puso a su niño en tierra, y se alejó corriendo. Los soldados levantaron a Jesús, quién siguió con su cruz al monte Calvario.

Y, dice la leyenda, que desde ese momento, Samuel se volvió inmortal, y recorre los caminos de la tierra sin poder detenerse, porque cuando lo intenta oye una voz que retumba como cien trompetas y que le manda: ¡camina, camina! La tierra tiembla (y esa es la causa de los terremotos) y el judío errante tiene que seguir en su imparable carrera, hasta que el Señor vuelva.

A través de los siglos, algunos dicen haberle visto y que es de "estatura proporcionada, de cutis trigueño, y delgado, ojos hundidos, y perita de pocos pelos". Habla todos los idiomas del mundo, pero no se comunica con ninguno. Dicen que regresó a Jerusalén cuando esta ciudad fue destruida en el año 70 D.C. La historia también agrega que sólo puede detenerse por unos minutos, en el aniversario de la muerte del Señor, cada año, cuando llora arrepentido su desgracia. Esa es la leyenda, sin embargo, encierra una terrible verdad histórica.

Es cierto que desde aquellos días "alguien" anda errante por todas las naciones, esperando la vuelta del Señor. Ese alguien es el pueblo judío. No es una sola persona, es todo el pueblo judío, que pidió que la sangre de Cristo cayera sobre ellos y sobre sus hijos. Es verdaderamente milagrosa la supervivencia de este pueblo que, a través de los siglos ha sido diezmado y matado en masa.

Sólo Adolfo Hitler, el dictador alemán, asesinó a más de seis millones durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo Israel sigue vivo y va por todo el mundo, conservando su lengua, su ley, y sin revolverse con las demás razas. Muchos piensan que desde 1948 en que de nuevo fue creado el estado de Israel por las Naciones Unidas, terminó el peregrinar de los judíos, pero eso no es cierto. Sólo en la ciudad de Nueva York hay más de tres millones de judíos, mientras en todo el territorio de Israel apenas se cuentan dos millones.

Pero sí es cierto que un día terminará su eterno peregrinar. Dice la profecía que cuando Israel, el pueblo judío se convierta a Cristo, es decir reconozcan a Jesucristo como el Mesías, el Hijo de Dios, entonces vendrá el fin. Antes de la venida de Cristo sucederá este asunto portentoso, y sólo entonces, el judío errante, el pueblo judío dejará de correr por todos los caminos de la tierra.
Conrado Urrutia

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