¿CUÁL ES LA VERDADERA LIBERTAD?
Nuestra
vocación, hermanos, es la libertad. No esa libertad que encubre los deseos de
la carne, sino del amor por el que nos hacemos esclavos unos de otros. Pues la
Ley entera se resume en una frase: Amarás al
prójimo como a ti mismo.. Pero si se muerden y se devoran unos a otros, ¡cuidado! que llegarán a perderse todos.
Por eso
les digo: caminen según el espíritu y así no
realizarán los deseos de la carne. Pues los deseos de la carne se oponen
al espíritu y los deseos del espíritu se oponen a la carne. Los dos se
contraponen, de suerte que ustedes no pueden obrar como quisieran. Pero dejarse
guiar por el Espíritu no significa someterse a la Ley.
Es fácil
reconocer lo que provienen de la carne: libertad
sexual, impurezas y desverguenzas; culto a los
ídolos y magia, odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones,
divisiones, sectarismo y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes.
Les he dicho, y se los repito: los que hacen tales
cosas no heredarán el Reino de Dios.
En
cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría,
paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y
dominio de si mismo. Estas son cosas que no condena ninguna Ley.
Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseo. Si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu; depongamos toda vanagloria, dejémonos de ser más que los demás y de ser celosos.
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