MÁS DE 30 AÑOS DE SACERDOTE CLANDESTINO, EN MOTO O BICICLETA: EL APÓSTOL DE TRANSCARPATIA
Pavlo Madyar, sacerdote clandestino 3 décadas,
preso de húngaros y soviéticos, reflexionó sobre el totalitarismo y libertad
A raíz de la guerra en Ucrania,
los católicos de todo el mundo miran hacia sus hermanos grecocatólicos,
aproximadamente un 10% de la población del país. "Cualquier ocupación rusa del territorio ucraniano conduce a la
destrucción de la Iglesia greco-católica ucraniana", explicaba un documento firmado el 10 de marzo por el arzobispo mayor grecocatólico
Sviatoslav Shevchuk y otros obispos de su iglesia.
No se basan solo en los hechos
recientes (no quedan clérigos en las iglesias grecocatólicas de los territorios
ocupados por Rusia, son expulsados o apresados) sino en la experiencia del dominio soviético, una experiencia de
totalitarismo cercano que se esfuerzan por recordar al mundo.
Los grecocatólicos recuerdan a sus catequistas clandestinos, como el sacerdote Pavlo
Madyar, evangelizador a escondidas en las montañas y llanuras de Transcarpatia, y
un autor que reflexionó sobre lo que el totalitarismo hace a los hombres.
UN
POCO DE HISTORIA: LOS GRECOCATÓLICOS EN LA UCRANIA SOVIÉTICA
Al acabar la Segunda Guerra
Mundial Ucrania quedó bajo control soviético, incluyendo
las zonas del Oeste, las que tenían más católicos, zonas que en distintas
épocas no muy lejanas habían pertenecido al Imperio Austrohúngaro.
En abril de 1945 los soviéticos
se apresuraron en detener sacerdotes y obispos y enviarlos a campos de trabajos
forzados a Siberia y lugares remotos. En Leópolis fueron arrestados
800 sacerdotes. De los 9 obispos detenidos, sólo Josyf Slipyj
sobrevivió, puesto en libertad en 1963 y enviado a Roma, tras unas
negociaciones con el Papa Juan XXIII.
En marzo de 1946, un falso sínodo de pocos sacerdotes bajo
la vigilancia de guardias soviéticos declaraba
la disolución de la Iglesia grecocatólica y entregaba todos los bienes
eclesiales a la Iglesia Ortodoxa Rusa,
muy controlada e infiltrada por el poder soviético. Los soviéticos en
Ucrania fueron mucho más suaves con las parroquias ortodoxas ucranianas de lo
que habían sido en Rusia, pero contra los grecocatólicos fueron insistentes.
Los grecocatólicos se hicieron
clandestinos. Sus clérigos (algunos de ellos
casados) tenían profesiones mundanas y, a la vez, impartían los sacramentos a
escondidas. En Ucrania, cuando la policía soviética detectaba un
antiguo sacerdote, le multaba y amenazaba, pero, por lo general, si era
un sacerdote joven, nuevo, ordenado clandestinamente,
el castigo era más duro.
Entre 1944 y 1989 fueron secretamente consagrados 25 obispos grecocatólicos en
la Unión Soviética. Hubo oleadas anticatólicoas en 1950 (arrestos de más
sacerdotes) y en los años 60 cuando se descubrieron los seminarios clandestinos
de Ternópil y Kolomyia.
EL
PADRE PAVLO MADYAR, EL "APÓSTOL DE TRANSCARPATIA"
En ese contexto evangelizó el padre Pavlo Madyar,
cuya figura difunde el historiador Volodymyr Moroz, de la Universidad
Católica Ucraniana. En los años 60, ya mayor, vivía con su madre en casa, pero
haciendo vida de monje solitario en ella.
Por las noches, en motocicleta o
en bicicleta, recorría largas distancias para
bautizar, casar, enterrar, confesar y catequizar a escondidas, por toda la
región de Leópolis. También escribía mucho (sermones, poemas,
ensayos teológicos), y repartía literatura religiosa. Le llamarían así "el apóstol de Transcarpatia".
"NO
QUIEREN ENTENDERNOS, QUIEREN QUE NO EXISTAMOS"
A Volodymyr Moroz lo que le
fascina son sus memorias, ya anciano, reflexionando sobre el totalitarismo
comunista.
Pavlo Madyar escribió que al principio pensaba que los perseguidores, los comunistas, lo hacían por
ignorancia y error, que
perseguían a los cristianos porque pensaban sinceramente que eran unos gandules
o aprovechados (clásica crítica al clero) o porque veían a los creyentes como
una fuerza política hostil. Pensaba que, hablando con algunos comunistas,
podría deshacer equívocos, mostrarles que la fe era algo espiritual y bueno
para las sociedades.
"Sin embargo,
un encuentro serio con estas personas me hizo recobrar el sentido. Ni
nos conocen ni quieren conocernos. Ninguna declaración de
lealtad ayuda. Quieren que no existamos en
absoluto, que renunciemos a nuestra fe, que nos entreguemos por
completo. Parecen estar convencidos de que el cristianismo es una
ideología hostil y dañina y que debe ser completamente destruida", llegó a entender.
En pleno siglo XXI, uno puede
plantearse cuánto de eso puede aplicarse a las ideologías woke modernas,
además de a viejos totalitarismos bajo diversos
cosméticos que son hostiles
al cristianismo. ¿Ignorancia, malentendido, o consciente voluntad de erradicar
el cristianismo?
"Hasta
entonces, ni siquiera había podido imaginar el grandioso plan de ciertas
personas para destruir la vida espiritual y religiosa en esta tierra, para
borrar el cristianismo y todas las religiones en general. Y comencé a
preguntarme de dónde sacaron tanta fuerza y tal temeridad", recuerda.
Entendió que el totalitarismo
buscaba convertir a cada hombre en un animal de instintos,
reflejos y obediencia al líder, como el perro que obedece mandatos:
"siéntate", "levántate", "marcha"... La
fe, entendió, interfiere con eso: la fe hace que la persona sea ella misma, y
no un engranaje en un sistema, o un animal adiestrado. La
persona no existe para ser herramienta de otro, sino que
Dios la ha creado para la libertad.
Escribió un ensayo
titulado: "¿Cuál es la fuerza de la cosmovisión cristiana?". Allí explica; "La
mejor prueba de la verdad de una teoría es su aplicación en la vida. Hasta
ahora, la ciencia cristiana se ha traducido consistentemente en vida y ha dado
buenos resultados. Sólo tiene una dificultad: no requiere sólo hablar, sino
también hacer".
FAMILIA
HUMILDE, PRISIÓN HÚNGARA, PRISIÓN SOVIÉTICA
Pavlo Madyar nació en 1923 en los
Cárpatos, cerca de Irshava, hijo de padres campesinos y trabajadores. Fue el
mayor de los hijos, le siguieron 5 hermanas. Su padre murió con 45 años, y
Pavlo (su nombre antes de entrar en religión era Petro) tuvo que esforzarse en
proveer a sus hermanas.
A los 19 años, en 1942, fue
detenido por los húngaros, aliados de los nazis, que le apalizaron y le
condenaron a 10 meses de prisión y luego a sesiones de reeducación. Acabada la guerra, se sentía atraído tanto por la ciencia como por la
vida monástica. Entró en el monasterio de la Orden de San
Basilio en Mukachevo en 1944, con 20 años y los cañones soviéticos resonando
cerca. "Sentía un gran anhelo de conocer mejor
a Dios, a Cristo. Y para lograrlo, alejarme de todo lo demás. Por lo que
entiendo hoy, mi vocación estuvo influenciada por las
experiencias felices y tristes de mi pueblo", recordó el
monje años después. Hizo sus votos perpetuos en abril de 1946.
En marzo de 1947, los soviéticos
ocuparon el monasterio grecocatólico y entregaron sus instalaciones al
Patriarcado ortodoxo de Moscú. Los monjes grecocatólicos de varios monasterios
fueron concentrados en el monasterio de
Imstychiv, reconvertido en una
pseudo-prisión, rodeado de alambre de púas donde
no se podía entrar ni salir. Tres años después, en plena Semana Santa, los
comunistas colocaron una estrella roja en el campanario y
cerraron el monasterio. A los monjes jóvenes que no eran sacerdotes les
dejaron marchar.
SACERDOTE
CLANDESTINO INSPIRADO POR UN MÁRTIR
En 1952, como se supo que actuaba
en la iglesia clandestina, se le sometió a un juicio. A él le inspiró el caso
del padre Oros, un sacerdote asesinado por un policía en
agosto de 1953 justo cuando
acababa de celebrar la Divina Liturgia.
Se animó a ser ordenado
sacerdote: le ordenó el obispo beato clandestino
Mykolai Charnetskyi en Leópolis
en 1957. Charnetskyi había pasado 11 años en prisión (en realidad, en 30
prisiones distintas y 600 horas de interrogatorios), y estaba ya muy
quebrantado, pero eso no le impedía ordenar sacerdotes clandestinos. El obispo
moriría dos años después.
En 1958, los agentes de la
KGB apalizaron e interrogaron al padre Pavlo, pero no le
encarcelaron. Su salud empeoró en 1960, cuando por una
enfermedad los médicos le quitaron un pulmón. Pero mantuvo su actividad
evangelizadora clandestina.
Tras 32
años como sacerdote clandestino, al llegar la libertad
religiosa, se convirtió en el superior de los monjes basilianos en la provincia
en 1990. Murió seis años después.
Comparado con otros sacerdotes
clandestinos, sus sufrimientos no fueron tan grandes: pasó poco tiempo preso, y
sólo una vez apalizado. Al historiador Volodymyr Moroz le fascina su análisis
del choque entre la libertad cristiana y la esclavitud que el totalitarismo
suscita.
Y así, Moroz cita esta cita del
veterano monje clandestino: "Una persona
sin ideales es siempre un esclavo que cumplirá la voluntad de sus superiores. En cambio, el ideal hace a la persona libre,
independiente, siempre dispuesta a grandes sacrificios y trabajos, fortalece en
las dificultades, se regocija en los dolores y, a menudo, incluso endulza la
muerte. De las palabras de Jesús: donde
esté tu tesoro, allí está tu corazón, queda claro el
gran papel que juega el ideal en la vida de una persona. Nuestros ideales son
como las estrellas celestiales: nunca engañan a nadie, muestran un camino
determinado, es imposible extraviarse con ellos".
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