Lunes cuarta semana de Cuaresma. ¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia?
Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Cuaresma es el tiempo de conversión del corazón. Cuaresma es el tiempo de
regreso a Dios. Esto tendría que inquietarnos para ver si efectivamente estamos
regresando a Dios no solamente las cosas que Él nos ha dado, sino si nosotros
mismos estamos regresando a Dios.
Podríamos decir que cada uno de nosotros es un don de Dios para uno mismo; la
vida es un don que Dios nos da. ¿Cómo estamos
regresando ese don a Dios? Esta conversión del corazón, ese regresar a
Dios, ese volver a poner a Dios en el centro de la vida, ¿cómo lo estoy haciendo? ¿Hasta qué punto puedo decir que
realmente nuestro Señor está recibiendo de mí lo que me ha dado?
Cuando nos enfrentamos con nuestra vida, con nuestros dolores, con nuestras
caídas, con nuestras miserias, con nuestros triunfos y gozos, podría darnos
miedo de que no estuviésemos en la condición de dar al Señor lo que Él espera
de nosotros. Miedo de que no estuviésemos en la situación de regresar, con ese
corazón convertido, todo lo que el Señor nos ha dado a nosotros.
Jesús en el Evangelio dice: “El Padre sabe lo que
les hace falta antes de que se lo pidan”. Dios nuestro Señor sabe
perfectamente qué es lo que necesitamos en ese camino de conversión hacia Él.
Sabe perfectamente cuáles son los requerimientos interiores que tiene nuestra
alma para lograr una verdadera conversión del corazón.
Yo me pregunto si a veces no tendremos miedo de este conocimiento que Dios
tiene de nosotros. ¿No tendremos miedo, a veces, de
que el Señor puede llegar a conocer lo que necesitamos?
Sin embargo, debemos dejar que el alma se abra a su mirada. En la oración que
el Señor nos enseña en el Evangelio y que repetimos en la Misa: “Padre nuestro, que estás en los cielos”, nos
llama a confiar plenamente en el Señor, a pedirle que Él sea santificado y que
venga a vivir en nosotros su Reino. Es la oración de un corazón que sabe pedir
a Dios lo que Él le dé y que se abre perfectamente para que el Señor le diga lo
que necesita.
¡Cuántas veces a nosotros nos puede faltar esto! Deberíamos
exigirnos que nuestra vida vuelva a Dios con una confianza plena; que se
adhiera a Dios sólo y únicamente como el único en quien de veras se puede
confiar.
Creo que ésta
podría ser una de las principales lecciones de conversión del corazón.
¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en
nuestra existencia? ¿Con qué fecundidad estamos dándole a Dios en nuestra vida?
Si al examinarnos nos damos cuenta de que nos faltan muchos frutos, si
al examinarnos nos damos cuenta de que no tenemos toda la fecundidad que
tendríamos que tener, no tengamos miedo, Dios sabe lo que necesitamos, y Dios
sabe qué es lo que en cada momento nos va pidiendo. ¿Por
qué si Dios lo sabe, no dejarme totalmente en sus manos? ¿Por qué, entonces, si
Dios lo sabe, no ponerme totalmente a su servicio en una forma absoluta, plena,
delicada?
Precisamente esto es la auténtica conversión del corazón. La conversión del
corazón en la Cuaresma no va a ser hacer muchos sacrificios; la conversión del
corazón en la Cuaresma es llegar al fondo de nosotros y ahí abrirnos a Dios
nuestro Señor y ponernos ante Él con plenitud.
Vamos a pedirle a Dios que sepamos regresarle todo lo que nos ha dado, que
sepamos hacer fecundo en nuestro corazón ese don que es nuestra vida cotidiana,
ese don que somos nosotros mismos para cada uno de nosotros. Que esa sea
nuestra intención, nuestra oración y sobre todo, el camino de conversión del
corazón.
P. Cipriano Sánchez LC
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