EL CARTEL DE LA SEMANA SANTA 2024 ENCARGADO POR EL CONSEJO DE HERMANDADES Y COFRADÍAS DE SEVILLA HA SUSCITADO UNA GRAN POLÉMICA.
El cartel
de la Semana Santa de Sevilla está provocando una encendida
polémica. No me extraña. A mí –tampoco les extrañará a ustedes–
no me gusta. Creo que está extraordinariamente alejado de la dimensión
devocional que debe tener un cartel de Semana Santa. Alejado o,
mejor dicho, contrapuesto. Entusiasmará a unos e irritará a otros, pero no
creo que nadie rece ante ese cartel ni se remita con la
imaginación o el corazón al Cristo verdadero, histórico.
Las razones son variadas y, entre
ellas, me atrevo a aventurar que se cuenta la voluntad del
artista, que estaba a otra cosa.
También pesa la acusada modernidad o postmodernidad o lo que sea del modelo, que imposta a Cristo, pero no lo representa. Y ya podemos hablar
de si el cuadro está bien pintado y de si tiene una relación irónica o sesgada
con la tradición iconográfica de los resucitados, que sí y que sí. Mucho sesgo.
Pero a la hora de juzgar una obra de arte no debemos irnos lejos del objetivo prioritario que tiene que tener, y al que deben
servir la técnica y las referencias.
¿Para qué se representa
a Cristo o, más en general, para qué es el arte? En el mundo contemporáneo se tiende a pesar que el arte se
justifica por las reacciones que provoque, y cuanto más airadas mejor. También, como diría
un publicista, por los impactos que produzca en los medios y en las redes. En
este caso, el cartel está siendo un éxito. Lo estarán pensando muchos de sus
promotores. Que ha puesto la Semana Santa de Sevilla en el centro del debate
nacional. Y tan contentos. El problema es que ese revuelo social se puede
conseguir con instalaciones chocantes o ofendiendo los sentimientos de los
colectivos más pacientes. Así terminamos en Marina Abramovic y en Piero Manzoni y todos esos.
Hay más arte en un icono ante el que un fiel se emociona, reza, se conmueve o, incluso, se
arrodilla. Hay un arte humilde que va por dentro; y es el único. Que sabe
que no va a levantar olas de indignación, porque no busca ofender a nadie, pero
sí va a mejorar a quien lo contemple. Eso debería ser el arte siempre; y más
especialmente un cartel de Semana Santa, al servicio de lo
sacro. Si usted lo piensa como yo, no fomente el escándalo del
cartel, porque eso es lo fundamental de su estrategia. Ignórelo, no lo cuelgue,
no repare en él. Repare en las imágenes de su devoción. Es verdad que al cartel
se le puede criticar más, pero de eso se aprovecha el cartel.
Publicado en Diario de Cádiz.
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