Y DEJA EL CORAZÓN ABIERTO A SU RESPUESTA, AÑADE CAROLINA: «CONFÍA EN ÉL, ÉL TE AMA»
Carolina ofrece algunos consejos a quienes se
sienten irritados contra Dios.
Carolina tiene 37
años y vive en Toulouse. Padece una osteogénesis
imperfecta o síndrome de los
huesos de cristal, un trastorno genético que da lugar a fragilidad y
deformación ósea. Por ese motivo estuvo acudiendo desde los tres años a un
centro de rehabilitación. Allí fue haciendo muchos amigos, algunos de
ellos creyentes, “y
principalmente musulmanes”, explica
en Découvrir Dieu: “Como crecí con
ellos, la cuestión de Dios siempre formó parte de mi día a día”.
“Así que”, prosigue, “cuando tenía 10 años, como ellos
rezaban, yo también tenía ganas de rezar y de aprender a rezar.
Pero rezar en mi lengua, el francés”.
Empezó a ir a catecismo y a rezar el Padrenuestro y el Avemaría: “Pero yo tenía muchas cosas que decirle a Dios y eso me
parecía demasiado poco”. Continuó su formación y recibió el bautismo y la Primera Comunión, aunque no perseveró en la fe. Al menos, acudía
a Dios cuando tenía un problema: “Siempre pensé
que me escuchaba”.
LAS
BIENAVENTURANZAS
Carolina sufre problemas de visión que
le dificultan mucho la lectura. A partir de los 27 años, mediante programas de síntesis de voz en
el teléfono móvil, pudo escuchar numerosos libros: “Empecé
a investigar. Muchos de mis amigos parecían felices porque habían encontrado su
lugar, es decir, su Iglesia o su religión, también alguna conversión al islam…
Me dije que a mí también me gustaría encontrar mi lugar, mi Iglesia, mi
Dios… saber dónde está la Verdad. Empecé una búsqueda de la Verdad”.
Su primer paso fue el Corán, que leían sus amigos musulmanes, y a través de ese
libro conoció el Antiguo Testamento.
En él halló el relato de numerosas guerras, y pensando que Dios no podía querer
algo así, le surgió la idea de leer el Nuevo Testamento para conocer la vida de Jesús.
Unas palabras de Jesús le
impactaron: “Cuando ores, entra en tu cuarto,
cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve
en lo secreto, te lo recompensará” (Mt 6, 6). “Era una realidad que yo ya vivía”, comenta
Carolina, “yo rezaba en mi habitación y
hablaba con Dios normalmente, por ejemplo para pedirle ayuda en los
exámenes".
EL TESTIMONIO DE
CAROLINA.
Luego descubrió el Sermón de la
Montaña, "donde Jesús hace una
promesa de felicidad a los pobres, a los tristes… lo que se llaman las Bienaventuranzas”. Le gustó mucho,
lo cual... suponía un problema: “Realmente no
me apetecía ser católica”. Le dijo a Dios: “Vale, si realmente eres Dios, muéstramelo. Quiero
creerlo, pero ¡muéstramelo!”.
LA
CONFIANZA
“Y poco a poco, con
el paso de los meses… ¡me lo mostró!”, continúa:
“No sé exactamente cómo, pero poco a poco aprendí
a tener confianza en Él. A partir de ese momento comencé a ir
a misa y conocí a un sacerdote, también religioso, a quien pregunté: ‘Y vosotros los católicos, ¿en qué creéis?’ Él se
tomó su tiempo y quedamos para explicarme un poco los fundamentos de la fe
católica. Me pareció intelectualmente coherente. Pero quise conocer otros sacerdotes, otros
medios, otras espiritualidades en la Iglesia... pues sentía cierto pánico a
caer en una secta o a que me hiciesen un lavado de cerebro. Así que visité a
muchos sacerdotes distintos, incluso en ciudades distintas, para estar segura de que los fundamentos eran coherentes”.
Cuando estuvo convencida, pidió
la confirmación, que recibió en el año 2014: “Descubrí que Jesús podía ser mi amigo, algo realmente
muy importante para mí porque crecí lejos de mi familia, fundamentalmente rodeada
de amigos. Así que saber que Jesús era un amigo con quien podía hablar
normalmente porque era Dios y hombre me hizo sentirme mucho
menos sola”.
Carolina fue transformada por
estas experiencias: “En la oración, empecé a vivir
algo que me dio la conciencia fortísima de que, a pesar de mi cuerpo diferente,
a pesar de mi discapacidad, Dios me había querido así, que
yo era hermosa a sus ojos, que yo no era un error, que ser
discapacitada no es una cruz, es lo que soy. Y eso me dio una fuerza tremenda
que aún conservo diez años después, aunque la vida de oración es hoy más
complicada, porque… en fin, uno tiene que luchar, como todo el mundo. Pero eso
no me impide reconocer que la percepción de mi dignidad como
mujer y como persona ante los ojos de Dios nació ahí”.
A
QUIENES SE REBELAN CONTRA DIOS
Por eso lanza un mensaje a las
personas “que se rebelan contra Dios”: “No
temas tu cólera. ¡Cuéntasela! Yo, cuando las cosas no van bien,
se lo digo claramente. Pero díselo dejando el corazón abierto, es
decir, dejándole la posibilidad de unirse a ti. Si uno dice que está irritado
pero no quiere escuchar lo que Él tenga que decirnos, Él no va a forzar la
puerta para hacerlo”.
Ofrece un segundo consejo: “Abrid un libro, abrid la Palabra de Dios, id a ver a
algún sacerdote o a otros creyentes para preguntarles. No
dudéis en plantear preguntas. ¡No es un pecado ser inteligente!"
Y, por último, la confianza: "Confiad en Él. Él os ama. Tenéis a sus ojos un valor increíble”.
“Es lo que yo he
vivido verdaderamente”, concluye: “¡Qué
triste está el Señor cuando alguien no se ama a sí mismo, sobre todo en su
cuerpo! Así pues,
¡confianza!”.
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