El austero rito del miércoles de ceniza se celebra al menos desde el siglo XI aunque sus orígenes se remontan al Antiguo Testamento
Por: M.A., Madrid | Fuente:
www.abc.es
«Polvo eres y al polvo volverás». Millones de
personas en todo el mundo escucharán hoy estas palabras del libro del Génesis o
la invitación a arrepentirse y creer en el Evangelio, al tiempo que se les
impone una cruz de ceniza en la frente. Atrás queda el carnaval. Ya se ha
enterrado la sardina. El miércoles de ceniza abre el tiempo de reflexión de la
Cuaresma, «un camino de conversión, de lucha contra
el mal, con la fuerza de la oración y de la misericordia», según ha
recordado el Papa Francisco.
Es día de ayuno para los católicos de entre 18 y 59 años y abstinencia de carne
para los mayores de 14 años, en un ejercicio de desprendimiento. «La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos
hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a
otros con nuestra pobreza», señala el Pontífice en su mensaje para la
Cuaresma 2014 en el que añade: «No olvidemos que la
verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión
penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele».
El austero rito del miércoles de ceniza se celebra al menos desde el siglo XI
aunque sus orígenes se remontan al Antiguo Testamento. La ceniza, del latín «cinis», tenía ya un sentido simbólico de muerte y
caducidad, así como de humildad y penitencia. Jonás 3,6 describe la conversión
de los habitantes de Nínive con ceniza. Rociarse la cabeza con cenizas
manifestaba el arrepentimiento y la voluntad de convertirse en la tradición
judía. En muchas ocasiones la ceniza se unía al «polvo» de la tierra. «En verdad soy polvo y ceniza», dice Abraham en
Génesis 18,27.
La Cuaresma comenzaba para la Iglesia primitiva seis semanas antes de la Pascua
de forma que sólo había 36 días de ayuno, ya que los domingos se excluían. Para
imitar el ayuno de Cristo en el desierto se agregaron en el siglo VII cuatro
días antes del primer domingo, hasta el miércoles.
En los primeros siglos de la Iglesia, quienes querían recibir el Sacramento de
la Reconciliación el Jueves Santo eran salpicados de ceniza y se vestían con un
sayal el primer día de Cuaresma mostrando así su voluntad de convertirse.
Debían mantenerse lejos hasta la Semana Santa. Estas prácticas cayeron en
desuso a partir del siglo VIII hasta el X, siendo sustituidas por el símbolo de
la ceniza en las cabezas de todos los cristianos.
«No cabe duda que la costumbre de distribuir las
cenizas a todos los fieles surgió de una imitación devota de la práctica
observada en el caso de los penitentes públicos», señala la Enciclopedia
católica.
Las cenizas resultan de la quema de las palmas del Domingo de Ramos del año
anterior. En la bendición de las cenizas, que se rocían con agua bendita y
luego se sahúman con incienso, se usan cuatro antiguas plegarias. El propio
celebrante de la misa recibe las cenizas de algún otro sacerdote, generalmente
del de mayor dignidad entre los presentes.
En épocas antiguas el rito de la distribución de las cenizas era seguido por
una procesión penitencial, pero ya no está prescrito, recuerda la Enciclopedia
Católica.
Esta tradición ha quedado como un simple servicio en la Iglesia anglicana y la
luterana. La Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra
el Miércoles de Ceniza.
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