sábado, 20 de enero de 2024

PEDAGOGÍA DE LA FE

El acto de fe es libre, pero indispensable para la salvación.

Por: P. Jorge Loring |

Voy a presentar algunas de las ideas que expone el P. Miguel Nicolau, S.I. en su libro «Psicología y Pedagogía de la fe».

Importancia de la fe.- La fe es necesaria para salvarse. Dice la Biblia que la fe es la raíz de toda justificación 1. La fe es el comienzo, el fundamento y la raíz de toda vida santa. Por eso hay que crecer y madurar en la fe.

Vamos a dar ideas que nos ayuden a tener una fe madura: a madurar en la fe. Empecemos por la naturaleza de la fe.

¿Qué es la fe? La palabra fe tiene dos acepciones.

a) Lo que se cree.
b) El acto de creer.


En el primer sentido podemos hablar de la fe católica, la fe protestante, la fe musulmana, etc. Aquí la fe tiene un sentido objetivo. Se refiere al objeto que se cree. Éste es el sentido que tiene en la «confesión de fe» tridentina que dice: «ésta es la fe católica». Pero también se usa la palabra fe en el otro sentido: el acto de creer. Es un sentido subjetivo. Es el sentido que damos a la frase: «es un hombre de mucha fe».

Prescindimos del sentido que tiene la palabra «creer» cuando queremos expresar nuestro parecer: «creo que...”». O que no estamos ciertos de lo que decimos: que expresamos un juicio probable que no excluye un prudente temor de engañarnos. Sería como decir: «me inclino a pensar así, aunque temo equivocarme».

No es lo mismo asentir una verdad por su evidencia inmediata, como un teorema matemático convenientemente demostrado, que asentir a una verdad, no por su evidencia interna, sino por el testimonio de una persona. Ésta es una certeza de orden moral. Ésta fe en la persona que me habla puede ser humana o divina: si me fío de mi padre, es fe humana. Si me fío de Jesucristo, es fe divina.

La fe teológica es una virtud sobrenatural por la cual creemos ser verdadero lo que Dios ha revelado, no por la verdad intrínseca de las cosas a la luz natural de la razón, sino por la autoridad de Dios que las revela.

Es clásica la frase con la que la Biblia define la fe: “sperandarum substantia rerum, argumentum non apparientium”2 . Que traducido del latín quiere decir: «convicción de las cosas que esperamos y argumento de las cosas que no vemos».

«Substancia» es lo que da base, una realidad subsistente, lo que persuade y convence. Creencia que nos hace ver como cosas reales las cosas sobrenaturales.

«Argumentum» es demostración. No lo vemos, pero estamos seguros que es así, asegurados por la fe.

La fe abarca el entendimiento y la voluntad. Con el entendimiento hacemos un acto de aceptación a Dios de la mente, y con la voluntad un acto de adhesión a Dios. Por lo tanto la fe no es un sentimiento. Sino que es un aceptar a Dios que ha revelado, y adherirnos a su voluntad.

La fe honra a Dios, pues es un acto de reconocimiento y estima hacia su persona. Cuando yo digo a alguien «te creo», estoy indicando que lo valoro como persona. Por eso me fío de él. Lo tengo por bien informado, honrado y veraz. Y por eso lo aprecio. Es más fácil decir «te creo» a un amigo que a un enemigo. Creer a uno implica simpatía, estima y afecto hacia su persona.

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El acto de fe es libre.- Esto es evidente. Pero además lo enseña el Concilio de Trento3. La libertad de la fe es necesaria para que sea meritoria. Si la fe fuera axiomática, no tendría mérito. Aceptar que «el todo es mayor que su parte» es tan evidente que nadie puede opinar lo contrario. Aceptar el axioma no tiene mérito ninguno. Para que la fe sea meritoria tiene que ser libre. Libre, pero obligatoria. Así lo enseña la Sagrada Escritura. La Biblia obliga a la fe bajo pena de condenación. «El que no crea será condenado»4.

Si la fe se manda es porque el acto de fe es libre. No hay que mandar creer en un axioma, porque es evidente. Es decir, la fe es necesaria como obligación moral para salvarse, pero es libre porque el acto de fe hay que hacerlo sin coacción alguna, ni externa, ni interna.

La voluntad del hombre permanece libre para aceptar o rechazar la fe. Por eso la fe es libre. Y prueba de que la fe es libre la tenemos en el comportamiento de los judíos. Ellos conocieron personalmente a Jesús, vieron sus milagros, oyeron su doctrina, y a pesar de todo no creyeron en Él y lo llevaron a la cruz. Es decir, los motivos de credibilidad no destruyen la libertad del hombre para creer o no creer. Y, como decíamos, la fe es meritoria; no sólo porque es un acto libre, sino porque creer en una persona es tomar una actitud respecto a esa persona, lo cual supone estima y reconocimiento de sus valores personales.

Pero el hecho de que la fe sea libre no significa que sea caprichosa. Hay motivos para creer. Si la fe no fuera razonable los creyentes seríamos unos estúpidos. El motivo para creer es doble:

a) Porque me fío de la persona que revela, que es Dios que no puede engañarse ni quiere engañarnos.

b) Porque las verdades de la fe, aunque algunas sean superiores a nuestro entendimiento, no son contradictorias, y podemos encontrar razones que las hacen razonables.

Las leyes matemáticas que rigen el movimiento de las estrellas, formuladas por Newton y Kepler, nos hablan de un Ser Inteligente, Dios, que las ha puesto.

Todo hombre tiene obligación de buscar la Verdad, dice el Concilio Vaticano II. Y añade: y la verdad está en la Iglesia Católica. Tenemos razones para estar ciertos que la Iglesia Católica es la que Cristo fundó en S. Pedro.

También podemos estar ciertos por la historia que Cristo existió; y por la historicidad de los Evangelios que Cristo afirmó que Él era Dios. Y por los mismos Evangelios sabemos que Cristo fundó su Iglesia en S. Pedro; y lo hizo infalible en lo necesario para salvarse, pues mandó obedecerle bajo pena de condenación. Si no fuera infalible en lo necesario para salvarse nos obligaría a equivocarnos obedeciendo al que puede equivocarse.

Hablando de que la fe es razonable, conviene refutar la frase que oímos repetidamente de que «la ciencia contradice a la fe». Esto es imposible pues Ciencia y Fe las dos vienen de Dios.

a) ¿Qué es Ciencia? El estudio de las leyes de la naturaleza que Dios ha hecho. El objeto de la Ciencia es estudiar la naturaleza.

b) ¿Qué es Fe? El estudio de las verdades reveladas por Dios. Pues si Dios es el autor de las leyes de la naturaleza, objeto de la Ciencia, y de las verdades de la Revelación, objeto de la Fe, Dios no puede contradecirse entre lo que nos dice por la naturaleza y lo que nos dice por la revelación.

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Modalidades de la fe. La fe debe ser firme, sin temor a ser engañado. Lo cual no excluye la aparición de alguna duda. Pero que no hace vacilar la firmeza. Lo mismo que una mosca que se cruza no perturba la contemplación de un panorama espléndido que se divisa desde una montaña.

Es el caso de la fe de Abraham, que aceptó firmemente el mandato de inmolar a su hijo, lo cual no evitaría alguna vacilación instintiva en su corazón.

La certeza de la fe no es un fanatismo obcecado, pues se apoya en razones y motivos válidos. El acto de fe es certísimo, con la máxima de las certezas, pues se basa en la autoridad de Dios que revela, lo cual excluye absolutamente todo error.

La fe es luz y resplandor, pero también la luz va rodeada de penumbra. Esta oscuridad no mengua el resplandor ardiente de la fe. Lo mismo que las manchas solares no turban la luminosidad del Sol.

La oscuridad de la fe se da sobre todo en los misterios, porque los misterios son superiores a nuestra inteligencia. Pero aunque no podamos entender bien el misterio, sí podemos saber que no se trata de algo contradictorio, como sería un círculo cuadrado: pues si es círculo no puede ser cuadrado, y viceversa. Como el misterio es superior a la razón, con ella nunca hubiéramos llegado a conocer su existencia. Conocemos los misterios únicamente porque Dios los ha revelado.

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Por otra parte, la fe es un don. Así lo dice S. Pablo en su carta a los Efesios5. Para que el acto de fe sea saludable, en el sentido teológico de la palabra, es decir, para que sea un acto sobrenatural, útil para nuestra salvación, es necesaria la gracia de Dios. Los demonios también creen en Dios, pero este conocimiento, para ellos, no es saludable.

Con el entendimiento humano se puede llegar al conocimiento de Dios. Así lo afirmó el Concilio Vaticano I6. Y San Pablo7 dice que los que conociendo la naturaleza ignoran a Dios no tienen excusa.

La causa es que las leyes que vemos en la naturaleza nos hablan del Ser Inteligente, le llamamos Dios, que ha puesto leyes matemáticas que rigen el movimiento de las estrellas, leyes fisicoquímicas en la función clorofílica de las plantas, y leyes biológicas en la evolución de la vida.

Para este conocimiento, propio de la razón humana, no hace falta la gracia divina. Se podría llamar una fe científica. Pero no sería una fe religiosa. La fe religiosa incluye la voluntad motivada por valores religiosos. Como un hijo recibe un conocimiento de su padre de modo distinto a como pueda recibir ese mismo conocimiento de un extraño.

Yo creo porque lo ha dicho Dios, Verdad Infinita: es el motivo de la fe en orden lógico. Y porque lo ha dicho Dios, Bondad Infinita: es el motivo de la fe en orden afectivo. La gracia nos prepara para el elemento afectivo de la fe. La firmeza de la fe depende de la adhesión de la voluntad a Dios, y eso depende de la gracia. La gracia nos prepara con el afecto de la voluntad, para determinarnos a creer. Por eso debemos pedir a Dios como el padre del endemoniado del Evangelio: «Señor, aumenta mi fe».

La oración es madre de la fe. De ordinario obtenemos la fe sobrenatural mediante la oración. Dios se deja encontrar del que le busca con sinceridad, decimos en el Canon IV de la misa. Él crea en el hombre las disposiciones subjetivas que requiere la fe.

La acción de la gracia se ve clarísimamente en las conversiones repentinas. Son los casos de San Pablo y Andrés Frossard. San Pablo fue derribado al aparecérsele Jesucristo cuando iba camino de Damasco para perseguir a los cristianos. Y de perseguidor se convirtió en apóstol. Andrés Frossard entró ateo en una iglesia, en busca de un amigo, y salió creyente por una gracia tumbativa, a lo San Pablo.

Una palabra sobre los que pierden la fe.

a) Primero: nadie pierde la fe sin su culpa. Dice el Concilio de Trento: «Dios no abandona a nadie si no es Él abandonado primero».

b) Segundo: dice el Concilio Vaticano I: «nadie tiene causa justa para dejar la fe»8. La culpa que lleva a la pérdida de la fe puede ser voluntaria directamente o en causa, es decir, con pecados que llevan a la pérdida de la fe: soberbia, lujuria, curiosidad leyendo libros contrarios a la fe, donde se ridiculiza la religión y se mezcla lo falso con lo irónico. Así la fe se tambalea.

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Obstáculos para la fe.- Como dije antes, la soberbia es un gran obstáculo. Hay personas engreídas que se creen que sólo puede ser verdad lo que ellos entienden. Esto es absurdo. Hay muchas cosas que son verdad y nosotros no las entendemos. Por ejemplo, la naturaleza de la gravedad, los agujeros negros del cosmos, la antimateria, la importancia del ADN, de los genes y de los cromosomas, etc.

Otro obstáculo para creer es la lujuria. Esto lo confirma una larga experiencia. Pero además, ya lo dijo Cristo: «sólo los limpios de corazón verán a Dios».

Digamos algo sobre las dudas de fe: no es dudar el interés por formarse bien y conocer las razones que hay para creer. Esto es bueno. Todos deberíamos tener una cultura religiosa del mismo nivel que nuestra cultura humana. Es frecuente ver personas de gran cultura humana y con una cultura religiosa infantil. Sólo saben de religión lo que aprendieron de niños. No han seguido estudiando religión. Para estas personas son los Catecismos de Adultos. Por ejemplo, mi libro PARA SALVARTE.

Tampoco es dudar darse cuenta de que el misterio es difícil de entender. Lo que no se puede hacer es dudar de que sea verdad lo que Dios ha revelado.

Para creer es muy importante practicar. «Quien no vive como piensa, termina pensando cómo vive». El hombre no puede vivir contradiciendo sus ideas. Si no acomoda su vida a sus ideas, terminará acomodando sus ideas a su vida. El hombre tiene que justificarse a sí mismo.

Tras la apostasía moral vendrá la apostasía ideológica. Acertadamente dice Augusto Nicolás en su libro «El arte de creer» (3º, VI): «practicar todo lo que se cree, para creer todo lo que se debe practicar».

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Resumiendo:
a)
La fe es un acto de la inteligencia que acepta lo que Dios ha dicho por considerarlo sabio y veraz.

b) La fe es un acto de la voluntad que acepta lo que Dios dice, no por la evidencia de la verdad, sino por adhesión a su Persona.

c) Para que la fe sea religiosa, y no meramente científica, además del convencimiento de la inteligencia, hace falta la adhesión de la voluntad. San Pablo, después de ser derribado por la luz de Cristo, exclamó: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Para esto es necesario la gracia de Dios, que la eleva al plano sobrenatural. Y la gracia de Dios se consigue por la oración. Por eso hemos dicho que la oración es la madre de la fe.

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Éstas son algunas de las ideas que el P. Miguel Nicolau, S.I. expone en su libro «Psicología y Pedagogía de la fe», que termina diciendo:

«Si los cruzados de hoy superan las luchas peleando por Jesucristo, para volverle al reinado de la Sociedad: las superan por la fe.

Si los jóvenes y los seglares fervientes conciben alientos de santidad heroica, que emule las proezas de sus mayores: las conciben por la fe.

Si los sacerdotes perseveran en su ministerio de reconciliación y en la caridad sacrificada por sus prójimos: perseveran por la fe.

Si los misioneros acuden a los confines del Oriente y Occidente, para llevar la doctrina de Jesucristo a los pueblos más remotos: les dirige la antorcha de la fe.

Si en los conventos, y también en el fragor del mundo, hay almas que pugnan por elevarse hasta las cimas, y alzarse sobre las bajezas de la vulgaridad moral: las alienta la luz de la fe.

Y si otros mueren por Dios y por la Iglesia, y, como los mártires, han sido semilla de cristianos: son héroes de la fe».

Digamos para terminar: «ÉSTA ES LA VICTORIA QUE VENCE AL MUNDO: NUESTRA FE»9.


1 Carta de Santiago, 2:24
2 Carta a los Hebreos,11:1
3 DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 1789. Ed. Herder. Madrid
4 SAN MARCOS, 16:16
5 SAN PABLO: Carta a los Efesios, 2:8
6 DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 1806. Ed. Herder. Barcelona
7 SAN PABLO: Carta a los Romanos, 2:14s
8 DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 1794. Ed. Herder. Barcelona
9 Primera carta de San Juan: 5:4

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