HOY, COMO CONSAGRADA, MONSTE PRESUME DE TENER A «LA MEJOR SUEGRA DEL MUNDO»
Monste no había cumplido la
mayoría de edad y ya acumulaba decenas de intervenciones médicas. El mismo día
de nacer, un 6 de julio de 1969, los médicos dijeron que "no daban un duro" por su vida. Al mes, la acababan
de bautizar cuando tuvieron que llevarla de urgencias al hospital Niño Jesús
mientras se ahogaba. Con 9 meses la encontraron morada,
expulsando espuma por
la boca y 42 grados de fiebre, síntomas del mortal sarampión hemorrágico
cerebral. Sobrevivía una de cada cien personas que lo sufren… y ella fue ese "uno". No había cumplido un año y había salvado la
vida en tres ocasiones.
Así comienza a relatar Monste
Ricote a Mater Mundi lo
que fue una vida de enfermedad que, además, la pasó sin Dios por decisión
propia. Al menos, la mayor parte.
Nacida en una familia cristiana y
practicante de Móstoles (Madrid), se define desde bien pequeña como la única atea de su hogar. Tanto que cuando hizo la comunión "no creía en nada" y fue "porque tenía que hacerla", mientras
comenzaba a preguntarse "para qué vivir".
UN
ROSARIO DE OPERACIONES, ENFERMEDADES Y DOLOR
Entre otras afecciones, le
diagnosticaron pies planos desde
que cumplió un año, lo que la obligó a usar dolorosas plantillas
ortopédicas hasta los siete años.
A las enfermedades "normales" de la infancia como la
varicela le acompañaron otras intervenciones urgentes, como fue a los 13 años a
causa de una comunicación interauricular. De no operarse, podría fallecer con 40 años, según la explicación
médica.
Tras un año de recuperación sin
poder salir a la calle, observaron que andaba torcida. Y llegó un nuevo
diagnóstico, una escoliosis simple que se corregiría sin complicación con un
alza en el pie… de no haber sido porque la instalaron en el pie equivocado. De
algo "simple" pasó a algo bastante
más complejo, con dolorosas pruebas en quirófano
y una nueva operación que la
dejo en cama algo menos de dos meses, encorsetada y olvidando a andar.
Como auxiliar de enfermería,
Montse estaba volcada en su profesión, que compaginaba con "las típicas revisiones" asociadas a su
historial… y a otros nuevos diagnósticos. Así ocurrió con una sorpresiva lipotimia en pleno hospital que
finalmente resultó ser causada por un nuevo problema
cardíaco. En este caso, un bigeminismo.
"Yo seguía
preguntándome que para qué tanto sufrir y mi
hermana me insistía en que fuese a la Iglesia. No quiero curas en mi vida,
no los aguanto, me dan alergia, no creo ni creo que haya nada que me pueda
ayudar", respondía ella.
Las complicaciones continuaban,
una tras otra. Al bigeminismo le siguieron unos extraños pinchazos
en las piernas, asociados en esta ocasión a un problema en la
columna.
Entonces, en plena consulta, le
informaron de que su vida laboral había concluido y que tenían que ir por la
opción del tribunal médico, bajo la disyuntiva de "seguir trabajando en
silla de ruedas" o "tener calidad de vida
sin trabajar".
PREPARANDO
EL FIN DE SU VIDA: "DAME UNA SEÑAL"
Montse comenzó a avisar a su
familia. "Hasta aquí he llegado. No
puedo seguir viviendo. No aguanto más. Cualquier día me encontráis
que no podéis hacer nada. Solo quiero terminar mi dolor, y mi dolor es la vida
que llevo", les decía.
Con la incapacidad permanente
absoluta concedida, también eligió el 31 de mayo de 2016, como el día que pondría
fin a su vida.
Poco antes, el 27 de mayo,
recuerda salir de su casa, como una "muerta viviente".
"Era tal la
rabia y el dolor que tenía dentro que, yendo por la calle, levanté
el dedo y dije [a Dios]: `Si es verdad que existes, dame una señal de
que vale la pena seguir viviendo, porque mejor que Tú nadie sabe lo que quiero
hacer", recuerda.
"PARALIZADA"
Y ESCUCHANDO LA VOZ DE DIOS
Siguió andando, como si nada,
hasta que unos metros después vio que no podía caminar. Había quedado
completamente paralizada mientras escuchaba
hasta en tres ocasiones una voz que pedía ir a la Iglesia.
"Me intenté
mover y pensé que o me movía o me quedaba ahí todo el día. Venga, vale", asintió, notando como sus piernas se soltaban y para dirigirse a la
iglesia sin sentir apenas el suelo bajo sus pies.
"A
VER, ¿QUÉ QUIERES?", LE ESPETÓ A DIOS AL
LLEGAR AL TEMPLO.
En su interior se libraba una
pugna entre su acérrimo ateísmo y algo que no podía explicar. El sacerdote le
miraba y sonreía con dulzura mientras todo le invitaba a rezar. Hasta el punto
que se puso "delante del Señor" y
le dijo: "Qué te digo, si no te conozco. No
sé rezar. Solo puedo pedirte, si es verdad que existes, que me ayudes".
La incomprensión de Monste
aumentaba por segundos. A la amabilidad del sacerdote, ella respondía con
comentarios groseros, le decía que le aburría ir a misa y que no le debía
ningún respeto, pero él solo le invitaba a seguir hablando en su despacho.
"¿Qué es lo
que te atormenta?", le preguntó el sacerdote. Ella
fue sincera y confesó que pretendía quitarse la vida. Lo que no esperaba fue la
respuesta: "Mientras yo esté aquí no voy a consentir que
te vayas de este mundo".
Comenzó así una larga
conversación de más de una hora en la que se abrió por completo al sacerdote y
a sus mensajes.
"ENAMORADA
DEL DIOS AL QUE HABÍA ESCUPIDO"
"El Señor
llevó su cruz por nosotros y tú tienes que llevar la tuya", le dijo. Aquel mensaje le hizo reaccionar, hasta el punto de que,
concluida la conversación salió de la Iglesia, extendió los brazos y dijo en
oración: "Haz conmigo lo que quieras. Soy tuya".
Llegó a su casa sin saber
cómo le iba a decir a su familia que se había "enamorado" del Dios "del que había renegado y al que
había escupido y nunca
había querido".
Fue el primer día de un
sinfín de conversaciones con el sacerdote. También de su camino de fe, que
comenzó en un curso básico de Teología y que le llevó a un Cursillo de Cristiandad y,
después, a su confirmación.
En el cursillo, dice, "empezó a nacer el deseo de seguir al Señor no como
laica sino como Virgen consagrada", pero no se confirmó hasta que
acudió a una misa crismal.
"No me
lo puedo creer pero ahí dije: Quiero seguirte´", recuerda.
Los problemas no acabaron.
Primero tuvo una neumonía unilateral y a finales de 2019 vio como se le cerraba
el canal de la médula, con altas
posibilidades de quedar en silla de ruedas de por vida si no se operaba
nuevamente.
Pero esta vez, Montse sabía que
no estaba sola, que Dios la acompañaba.
"Eras
Tú el que iba a entrar conmigo al quirófano, el que me iba a operar", rezaba. La operación no tuvo
contratiempos y conforme se recuperaba ampliaba su formación relativa a la
consagración, para la que ya había fecha: el 27 de mayo de 2022.
"LA
MEJOR SUEGRA DEL MUNDO"
Hoy, como esposa de Cristo y
conversa tras una vida de dolor, sufrimiento y ateísmo, aún se sorprende
al afirmar que tiene a "la mejor
suegra del mundo", en
referencia a la Virgen María, o al "marido más maravilloso".
Quienes la conocen no dan
crédito. "Lo que has sido y lo que eres… estás
loca", le dicen.
Ella sabe que la
consagración es "la mejor decisión" que
ha podido tomar.
"Llevo la
alianza con la palabra Cristo dentro, me une con fuerza a Él. Después de
haber renegado tanto, si esto de verdad sirve para ayudar a más gente, bendito
sea, Señor, lo que me has mandado", concluye.
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