SE ENCUENTRA EN SILLA DE RUEDAS Y EN OCASIONES NO PUEDE NI REZAR
El padre Aldo Trento ha encontrado en los propios
enfermos a los que atiende la razón de ser de su propia enfermedad.
El sacerdote italiano Aldo
Trento dirige
desde hace un cuarto de siglo la Casa de la Divina Misericordia en Asunción del Paraguay. Allí acogen a
enfermos pobres con cáncer terminal o sida, ancianos o niños
abandonados... En muchos casos, la atención que se les puede prestar es solo paliativa, y ayudarles a morir con el consuelo de
los sacramentos.
Desde hace un tiempo, el propio
Aldo Trento (que vivió una edificante historia de conversión)
es víctima de una grave enfermedad que le produce grandes dolores y le obliga a
desplazarse en silla de ruedas a ver a sus pacientes.
Les ha escogido precisamente a ellos para el tradicional Te Deum de
acción de gracias que la revista Tempi solicita
a sus colaboradores en Navidad, y que publica en el número de diciembre.
Por su elevación espiritual y
como profundas palabras de consuelo a
todos los que sufren, lo publicamos en su integridad:
Te Deum
laudamus: Por mis pacientes, que ahora me enseñan a
purificarme en la enfermedad
Atormentado por el sufrimiento físico de mi enfermedad, como suele ocurrir, no
quería sufrir más. Si no fuera por la fe que me sostiene, habría querido
escapar de esta realidad que me hace sufrir. El dolor de la espondilitis (nombre
de mi enfermedad) me deja a veces inmóvil y sumido solo en mis pensamientos,
que son todos negativos. El sufrimiento físico conlleva inevitablemente
un sufrimiento espiritual. Creo que también es al revés. No hay
sufrimiento espiritual que no conlleve un dolor humano concreto, físico,
tangible.
Aquel día me pregunté a dónde
acudir para encontrar refugio. Ni siquiera quería rezar, en mi estado ni siquiera puedo leer los salmos. Así que pedí que me
llevaran con un enfermo de la clínica, mi amigo Modesto.
Modesto y yo padecemos la misma
enfermedad, así que busqué un cómplice en mi dolor, en
mis pensamientos. Necesitaba a alguien que me dijera lo que yo quería oír,
alguien que conociera mi sufrimiento y pudiera encontrarle una razón.
Cuando llegué a la habitación de
Modesto, lo primero que salió de mi boca fue una queja. Él, en cambio, no quería perder el tiempo en
asuntos pasajeros y me pidió que no le distrajera, porque para él la enfermedad
no puede ser una distracción de lo
único que le interesa, Jesucristo. Entonces empezó a hablarme
del Señor. Me mantuvo escuchándole durante largo rato. Mientras lo hacía, me
sentí avergonzado y,
también, que me habían educado profundamente.
Me preguntaba cómo era posible
que, con tanto dolor, lo importante fuera entregarse a Dios y no quejarse.
Después de aquel día, reanudé mis visitas diarias a todos los pacientes de
la clínica. Es cierto que ahora me tienen que llevar porque dependo de una
silla de ruedas. Lo que sostiene mi vida es la concreción de un "Tú". Ya no quiero vivir sumergido en
mis pensamientos, quiero confirmar cada día que "yo
soy Tú que me haces".
El padre Aldo Trento habla la
importancia de la Casa de la Misericordia en una
entrevista de este año.
Necesito que mis pacientes me purifiquen. Cuando fundé la clínica San
Rafael, en Asunción, no tenía idea de que el Señor me estaba preparando un
lugar para que yo fuera acogido, abrazado, cuidado, sostenido y consolado.
El Señor quería que me implicara
plenamente con Él, con la forma en que Él entró en el mundo con el carácter
definitivo de la Resurrección.
Antes podía rezar, leer el
breviario por mí mismo, para mantener esta memoria de Cristo presente en mi
vida; hoy ni siquiera puedo leer, por lo tanto ni siquiera rezar el
breviario. Dios se ha apiadado de mí y me ha dado un lugar.
La clínica es hoy para mí un lugar de memoria. Cada vez que visito a un enfermo
es como si un salmo del breviario se encarnara. Dolor, arrepentimiento, alegría
y felicidad es lo que saboreo cuando visito a cada uno de estos compañeros de
enfermedad que siempre me recuerdan quién soy y adónde voy.
Traducido por Verbum
Caro.
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