GIULIO MEOTTI DENUNCIA SU GUERRA TOTAL A LA NATURALEZA Y A QUIEN SE LE OPONGA
Las 'drag queen' cuentacuentos son en algunos
países uno de los métodos de adoctrinamiento en ideología de género para los
niños de menor edad, bajo capa de 'inclusión' y 'diversidad'.
Hace apenas unos años parecía una
moda extravagante y pasajera. Hoy se impone a través de las leyes y, aún con
mayor virulencia, mediante las campañas de terror mediático, difamación y
cancelación del disidente. Es la ideología de género, a la que el
periodista italiano Giulio
Meotti ha consagrado su último libro, sobre el que
escribe Piero Vietti en el número de diciembre de Tempi.
EL
GÉNERO EXISTE Y LUCHA CONTRA NOSOTROS
Quienes llevan años leyendo sus
libros y sus artículos en Il Foglio saben que Giulio Meotti no
es optimista. Pero intentad serlo vosotros después de leer su última y bien
documentada obra, Género. El sexo de los ángeles y el olvido de Occidente. El libro, publicado en noviembre por
Liberilibri, es un retrato despiadado de cómo esta nueva ideología está hegemonizando la ciencia, la educación, el
entretenimiento, la economía y la cultura occidentales.
No se trata de una fijación de
reaccionarios, ni de una exageración de los veteranos de las "guerras culturales". La ideología de
género -y Meotti lo demuestra con decenas de ejemplos- socava los cimientos de nuestra civilización porque niega una realidad fundamental: una
mujer es una mujer y un hombre es un hombre. Según esta teoría, el sexo biológico
no cuenta, es un accidente que hay que superar, lo que cuenta es el sexo
percibido: uno se convierte en mujer, hombre o
fluido, basta solo con desearlo.
UNA
GUERRA TOTAL A LA NATURALEZA
El intelectual francés Richard Millet escribe
en la introducción que Occidente se enfrenta hoy a un "totalitarismo que
pretende, a través del sexo, remodelar la realidad, convirtiendo las apariencias
o los simulacros en la realidad misma". Si ya no puedo decir que
una mujer es una mujer y un hombre es un hombre, entonces
ya no puedo decir nada.
'Género', una obra de
síntesis en la que Giulio Meotti alerta sobre la ideología de género.
El hecho es que, escribe Meotti, "el debate sobre la ideología de género nunca se
había tomado realmente en serio", se descartó durante mucho tiempo
como una moda pasajera y extravagante, mientras se infiltraba
rápidamente en los círculos
académicos de Estados Unidos para llegar "al
corazón palpitante de nuestra sociedad, con sus símbolos, sus empresas, sus
anuncios". Y hasta los gobiernos y las instituciones, con una agenda que tiene a los menores como principal objetivo: permitir que los
niños consideren que su identidad de género no está relacionada con su sexo
biológico; facilitarles el uso de tratamientos hormonales; hacer más accesibles
las cirugías de cambio de sexo; transmitir la idea de que la disforia de género
está casi siempre detrás del malestar juvenil; insistir en que las mujeres
trans son mujeres y los hombres trans son hombres; dar a los hombres que dicen
ser mujeres acceso a espacios reservados a las mujeres; acusar de transfobia a
quien se oponga a estas medidas, atacándole con leyes ad hoc y
boicoteándole en el trabajo.
Estos son, resumidos por el
autor, los principales objetivos de quienes promueven esta teoría, llevada a
cabo por una sociedad que ha emprendido "una guerra
total contra la naturaleza para
que todo, absolutamente todo, se convierta en un artefacto, un producto, una
cosa, un artificio, una herramienta. La izquierda había prometido cambiar la
sociedad y fracasó; ahora se propone cambiar al hombre" suprimiendo
la diferencia sexual "con el pretexto de que
una diferencia es una desigualdad".
ORÍGENES
FILOSÓFICOS
Meotti esboza los orígenes
filosóficos de esta teoría, que partió de las tesis del profesor John Money, de la Universidad Johns Hopkins, quien en los
años 70 fue el primero en sostener que la identidad
sexual es sociocultural: "No es biológica, sino el resultado de la
formación". Pocos se dieron cuenta de que la bomba estaba a punto
de estallar. Entre ellos el entonces cardenal Joseph Ratzinger,
que en 1984 señaló que "no es casualidad que
entre las batallas de 'liberación' de nuestro tiempo se encuentre la de escapar
a la 'esclavitud de la naturaleza', la de reivindicar el derecho a ser hombre o mujer, según la
propia voluntad o placer [...]. No es casualidad, por otra parte, que
las leyes se hayan adaptado inmediatamente a esta reivindicación. Si todo no es
más que un 'papel' cultural e históricamente condicionado, y no una
especificidad natural inscrita en lo más profundo del ser, incluso la maternidad no es
más que una función accidental".
David Reimer (1965-2004) fue
utilizado por el doctor John Money para demostrar sus tesis sobre el 'género'.
Se suicidó a los 38 años de edad, tras ser 'convertido' en niña mediante mutilaciones
y hormonas y recuperar su identidad masculina en la adolescencia.
Después de Money vino Judith Butler, la
académica de Berkeley que sostiene que "el
género es algo que 'hacemos' todo el tiempo" y que "la identidad de uno no está ligada a su sexo
biológico sino a su género, es decir, al sentimiento que
uno tiene de ser hombre o mujer". La ofensiva ideológica trans
amenaza ante todo a las mujeres biológicas. Si un hombre que se siente mujer
debe ser considerado mujer, ¿qué es entonces una mujer? Una pregunta que hasta hace unos años podía
parecer estúpidamente retórica, ahora resulta chocante.
Money y Butler han ganado,
explica Meotti: hoy hay 499 carreras de estudios de
género en Estados Unidos, y precisamente en las universidades
la teoría de género se ha convertido en una ideología, con el corolario
"soviético" de la imposibilidad de criticarla, so
pena de suspensión, motines de estudiantes "horrorizados y ofendidos"
y carrera truncada.
El libro de Meotti está lleno de
historias de personas que se han opuesto a estas tesis o han criticado la
imposición de terapias hormonales a los niños y que han sido literalmente expulsadas de las
universidades donde enseñaban. No se trataba de reaccionarios intolerantes,
sino a menudo de científicos de izquierdas. O como la escritora J. K.
Rowling, que desde que se atrevió a decir que una mujer
trans no es una mujer ha recibido amenazas de muerte, ha visto censurados sus
libros y ha sido excluida de
algunos proyectos de la saga Harry Potter, de la que es autora.
LA
IMPORTANCIA DE LOS NOMBRES DE LAS COSAS
Profesores, autores, empresas,
gente corriente: nadie se salva
del nuevo totalitarismo que
medra cada vez más en Occidente "destinado a la obsolescencia", dice
Meotti. "La ideología de género, de excentricidad académica, ha pasado a
ser la matriz de todo el sistema mediático y universitario,
de muchos gobiernos y administraciones, de parte de la ciencia",
cambia el lenguaje a golpe de asteriscos, schwa y
pronombres neutros, y en lugar de incluir destruye, es "el individualismo llevado al paroxismo".
Si ya ni siquiera existen los
sexos, todo está permitido, "en el sentido de
que la sociedad, arrancada para siempre de la naturaleza humana, puede ser
objeto de cualquier tipo de manipulación".
Es un Occidente con un destino
tristemente sellado, el que emerge de las páginas de Meotti, al que incluso
habría que dejar morir porque es imposible salvarlo. Pero en un mundo que da
nombres equivocados a las cosas, uno puede seguir
llamándolas por su nombre. Es el principio de la liberación de
las ideologías totalitarias.
Traducción de Verbum
Caro.
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