¿Se puede mandar la alegría? Quizá podríamos responder que sí, si entendemos por alegría ese gozo de ser cristianos.
Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
Nos dejaría sorprendidos si alguien nos dijese: “te
ordeno que seas alegre”. Porque la alegría no parece que caiga bajo
ningún mandamiento. Porque, según parece, estar alegres, vivir en un gozo
profundo, conseguir un estado de felicidad completa, se colocaría en un nivel
que no depende de nuestras decisiones, propósitos o buenos deseos. Y si no
depende de nuestra voluntad, tampoco podría ser mandado.
Sin embargo, en cierto sentido sí se puede “mandar”
la alegría. San Pablo se atrevió a pedirlo con su pluma limpia, desde su
escucha al Espíritu Santo. “Estad siempre alegres
en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Flp 4,4).
Jesucristo mismo, al final de las bienaventuranzas, nos dijo: “Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en los cielos...” (Mt 5,12). O, como
leemos en otro pasaje: “alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los
cielos” (Lc 10,20).
El mensaje cristiano es un mensaje de alegría. Es “Evangelio”,
que significa “buena noticia” o “noticia alegre”. Es esperanza, es paz,
es consuelo, es gozo profundo. Porque Dios ha entrado en la historia humana.
Porque el demonio ha sido arrojado fuera. Porque la misericordia destruye el
pecado. Porque el Hijo nos muestra el rostro del Padre. Porque la muerte ha
sido derrotada. Porque el Señor tiene preparado un lugar para cada uno en el
Reino de los cielos.
Necesitamos aprender a ver con alegría nuestra fe cristiana. Necesitamos
presentarla con toda su belleza a los hombres. Lo recordaba en una de sus
primeras entrevistas el Papa Benedicto XVI, poco antes de ir a Colonia para
reunirse con los jóvenes de todo el mundo (agosto de 2005). A la pregunta ¿qué querría decir a los jóvenes? el Papa
respondía:
“Quisiera mostrarles lo bonito que es ser
cristianos, ya que existe la idea difundida de que los cristianos deban
observar un inmenso número de mandamientos, prohibiciones, principios, etc., y
que por lo tanto el cristianismo es, según esta idea, algo que cansa y oprime
la vida y que se es más libre sin todos estos lastres. Quisiera en cambio
resaltar que ser sostenidos por un gran Amor y por una revelación no es una
carga, sino que son alas, y que es hermoso ser cristianos. Esta experiencia nos
da amplitud, pero sobre todo nos da comunidad, el saber que, como cristianos,
no estamos jamás solos: en primer lugar encontramos a Dios, que está siempre
con nosotros; y después nosotros, entre nosotros, formamos siempre una gran
comunidad, una comunidad en camino, que tiene un proyecto de futuro: todo esto
hace que vivamos una vida que vale la pena vivir. El gozo de ser cristianos,
que es también bello y justo creer”.
¿Se puede mandar la alegría? Quizá podríamos
responder que sí, si entendemos por alegría ese “gozo
de ser cristianos” que nace del mayor acto de “obediencia”
que los hombres podemos hacer: la obediencia, llena de Amor, que nos
permite acoger libremente al Hijo de Dios hecho Hombre por nosotros.
Acoger su Evangelio de esperanza y de misericordia, sentirlo presente y vivo en
la Iglesia, recordar sus palabras desde la luz interior del Espíritu Santo, ¿no es una fuente de profunda alegría?
Podemos, por lo tanto, vivir alegres, darnos con gozo y sin miedos al
Padre que nos ama, servir con entusiasmo a nuestro hermano. Vale la pena
recordar siempre que “Dios ama al que da con
alegría” (2Co 9,7) y que “hay más alegría en
dar que en recibir” (Hch 20,35).
Entonces, sí se puede mandar la alegría. Porque también Dios nos ha mandado que
le amemos desde su mismo Amor, desde su entrega plena, desde su Encarnación
redentora, desde su Cruz humilde, desde una presencia callada y constante en su
Iglesia. Amados y
amantes, seremos felices, seremos dichosos, seremos perfectos como perfecto es
nuestro Padre de los cielos.
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