EN
ENERO DE 1966, CONCHITA VISITÓ AL PADRE PÍO EN SU CONVENTO DE SAN GIOVANNI
ROTONDO EN EL SUR DE ITALIA.
De aquella
visita al Padre Pío cuenta Conchita en la revista María Mensajera (N. 203 –
Enero 1998. Pág. 11-12):
Recuerdo
que tenía el crucifijo besado por Nuestra Señora, y que dije al Padre Pío: «Esta es la Cruz besada por la Santísima Virgen. ¿Quisiera
besarla?» El Padre Pío tomó entonces el Cristo y lo colocó en la palma
de su mano izquierda, sobre el estigma. Tomó entonces mi mano, que colocó sobre
el crucifijo, cerrando los dedos de esa mano sobre mi mano; con su mano derecha
bendijo mi mano y la cruz. Lo mismo hizo con mi madre cuando ella le dijo que
por favor bendijera su rosario, también besado por la Virgen. Yo estuve de
rodillas durante todo el tiempo que estuve ante él. Me tomó de la mano, con la
cruz, mientras que me hablaba.
Por último, antes de morir Dios
le concedió al Padre Pío ver el futuro Milagro de Garabandal y éste pidió entre
sus últimas voluntades que se entregara a Conchita como recuerdo especial suyo
el velo que cubrió su rostro post-mortem durante el tiempo de velatorio de su
cadáver. Este encargo lo cumplió el 17 de octubre 1968 el Padre Cennamo en
Lourdes, junto con una carta dictada por el Padre Pío.
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