LA DRAMÁTICA CAÍDA EN LA CAPACIDAD LECTORA Y MATEMÁTICA DE ALUMNOS, TODO UN SÍNTOMA
La introducción masiva de los dispositivos móviles
en la educación está perjudicando claramente el proceso de aprendizaje de los
niños y adolescentes. Imagen: captura RTVE.
¿A qué
podemos atribuir el desplome general de los resultados
de PISA que parecen apuntar a un declive de la cultura
occidental? Parece que hay cada vez más
educación en las aulas; sin embargo, parece que hay cada vez menos educación en
los alumnos. La bajada del nivel educativo no es una mera crisis de la educación como
tal, nos hallamos en una crisis mucho más honda de la teoría del
conocimiento. ¿Existe la realidad antes
de ser conocida, o es el alumno el que la ‘construye’ a su antojo?
A nadie se le escapa que, por un
desencanto general hacia la educación conductista-mecanicista (mal llamada ‘tradicional’), la educación española lleva una
década abandonando, poco a poco, el apego al ordeno y mando del profesor, a la
jerarquía como única fuente de conocimiento y a la memorización mecánica. A la
par, la educación española se ha entregado a las doctrinas ‘modernas’ y ‘progresistas’
de la educación nueva y a la teoría educativa que la fundamenta: el constructivismo que deriva de la corriente filosófica
romántico-idealista. Apostó por desterrar los conocimientos,
por profesar su devoción a la innovación, a la educación emocional, a las
competencias, a la tableta y a los métodos constructivistas de aprendizaje
por descubrimiento puro.
LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
EN LA EDUCACIÓN SON EL INSTRUMENTO PREFERIDO DEL CONSTRUCTIVISMO PEDAGÓGICO.
Así, los alumnos pasaron de leer
textos largos a pegar hojas en un mural, a cortar y pegar de Wikipedia o a
inventar ellos mismos la historia de España. Pasaron de recibir clases en un
estilo de instrucción directa a un aprendizaje por descubrimiento puro, en el
que el niño ‘aprende a aprender’.
No faltan los gurús que advierten del peligro
de la clase magistral y, al cabo de dos horas de predicación al respecto, se
aplaude su clase magistral con una ovación. Pero la cuestión de fondo es: ¿puede un aprendiz saber lo que necesita saber, si no
sabe lo que aún no ha aprendido?
Pues no se trata de escoger entre
un error u otro, o de encontrar un medio término entre dos posturas
equivocadas. La crisis educativa actual es una crisis metafísica. La realidad ni se inculca, ni se construye; la realidad se descubre. Se descubre, pues existe antes de ser conocida
por el alumno. No es casualidad que los constructivistas no sean amigos de las
mediciones y de las pruebas, sería reconocer la realidad como vara de medir y
para ellos no lo es. Prefieren hablar de emociones,
valores y competencias, unos conceptos más vivenciales y subjetivos.
La realidad no se inculca (eso ya
lo sabemos), ni se construye (eso ya lo estamos viendo), sino que se transmite y se descubre. Esa es la postura de la filosofía realista que
fundamenta la educación clásica.
Y para descubrir un hecho, y
ubicarlo en el todo de la realidad, necesitamos a un maestro que conoce bien su materia y que sabe
transmitirla con pasión. Ese no es, ni nunca será el papel de Don Google o del
vehículo de predilección del constructivismo (la tableta). No es lo mismo
fascinar que asombrar, ni es lo mismo la apertura ante la realidad que estar al
remolque de estímulos frecuentes e intermitentes que distraen
del aprendizaje. La educación es
un asunto humano, no tecnológico; requiere reflexión y
concentración profunda.
Enseñar y trasmitir cultura es, y siempre será, el papel del maestro culto y
entregado que busca el encuentro con la mirada atenta de cada uno de sus
alumnos. Hay motivos de esperanza: estamos en un punto de inflexión. Aún estamos a tiempo de aspirar a ser guardián de lo mejor de los saberes
heredados en Occidente durante siglos.
Publicado en El Mundo.
Catherine L’Ecuyer
es doctora en Educación y Psicología y fundadora y directora general de
la Fundación CLE.
Po:r Catherine L´Ecuyer
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