El ocio digital arrasa con toda tarea educativa,
porque potencia todo lo contrario a la reflexión, al esfuerzo, a la
creatividad, a la creatividad, a la motivación.
No se trata tanto de pensar en el
problema del móvil (un
gran reto) como escudriñar qué pasa detrás de este artilugio digital que
constituye, con muchas más pantallas, un grave problema
planetario para la juventud que
podríamos acotar un poco, de entrada, acuñando este concepto: la industria del ocio digital no es viable socialmente.
EL
SIGNIFICADO DEL OCIO EN LA GRECIA CLÁSICA
Si consultamos el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1991-1997) de Joan
Corominas, la palabra escuela procede del latín schola, y significa lección, escuela. Y este
vocablo schola proviene del
griego σχολή (skholé) que presenta un
campo semántico más amplio: ocio, tiempo libre, estudio y también escuela. La
Grecia clásica se refiere a esta voz como el momento exento de
obligaciones dedicado a actividades placenteras,
pero, como insiste Aristóteles, no en el sentido de juegos y fiestas
hedonistas sino como el cultivo de la reflexión y la contemplación filosóficas.
Para Aristóteles el ocio era una
condición de posibilidad, “trabajamos para tener
ocio” (Ética a Nicómaco), de todo lo valioso que podía alcanzar
el hombre, como ser social, en su camino hacia el florecimiento. Es el
momento oportuno para la búsqueda
de la sabiduría entre la aristocracia culta de la Grecia clásica: los temas son la poesía, la excelencia, el gobierno justo
de la polis (ciudad-estado).
También skholé en
griego significa academia, escuela, en la medida en que es durante este tiempo
de ocio cuando se aprende filosofía y otras disciplinas ligadas al pensamiento,
la literatura, el arte y el perfeccionamiento personal.
Los griegos cultivados y libres empezaron, en su tiempo de ocio, por estudiar y
valorar la literatura, la filosofía y el arte heredados a lo largo de los siglos
(de Homero, Hesíodo, Esquilo, Pitágoras, siglos VIII-V
a.C.) y, progresivamente, consideraron que estas obras y muchas otras
posteriores (Platón, Aristóteles, la retórica)
debían convertirse en parte de las disciplinas que debían ser cultivadas y
aprendidas por los más jóvenes como modelo de vida en la escuela formal: en la
escuela elemental, la de música, en la palestra, luego en la escuela
secundaria, etc. Así se fue definiendo la Paideia. Y, con los siglos, la educación liberal que
llega hasta hoy.
EL
SIGNIFICADO DEL OCIO EN LA ROMA REPUBLICANA E IMPERIAL
En Roma el ocio, ya desde la
República, y de un modo claro en el Imperio, buscaba heredar las señas de
identidad griegas. Entre muchos patricios el ocio estaba destinado a pensar,
estudiar, contemplar y también, en el caso de sus hijos, facilitaba ir a la
escuela y aprender. Sin embargo, progresivamente, el ocio también
se convirtió en un entretenimiento de masas: carreras de carros, peleas de gladiadores en los que
prolifera un exceso de crueldad unido a un ocio más hedonista y menos
multitudinario de bacanales y saturnales plagado de lujuria, alcohol y excesos.
Estamos ante los inicios del panem et
circenses que deleita a las
clases populares en la República y será preponderante durante el Imperio. Las
clases altas se reservan otros lujos más sofisticados, pero igualmente
disipados. Este ocio hedonista es promovido por el estado y
algunos particulares poderosos quizá con vistas a embrutecer al pueblo para
dominarlo mejor, entretenerlo y evitar disensos y revueltas. En el Alto Imperio
tiene uno de sus momentos álgidos y alcanza su apogeo en el Bajo Imperio.
Antes del auge de este ocio
durante el Imperio, ya emerge Cicerón, el gran retórico, filósofo y político del siglo
I antes de Cristo, señalando el descarrío de ciertos entretenimientos romanos y
proponiendo un ocio con dignidad (otium cum
dignitate) en su reflexión sobre el desenfreno de un fiero gusto por
la sangre y por el sexo. Cicerón rechaza la frivolidad y propone la virtud en la línea de
la Paideia griega. Influido por el estoicismo, que anda muy presente en su obra De Officiis, Cicerón señala que el ocio
debe contribuir a la construcción interior del hombre,
debe ser un ocio humanista, y también debe promover, implícitamente, la
estabilidad de la República. Cicerón, podemos deducir, también augura que este
tipo de ocio puede ser destructivo, puede minar la vida cívica, la virtud, y la
sabia participación ciudadana. Pone, en una palabra, en riesgo la
sostenibilidad del estado a largo plazo.
LA
CAÍDA DE ROMA
El poder imperial, a partir del
siglo III, inestable, fragmentado y corrupto, a tenor de los estudios de
algunos historiadores, afectó negativamente a la administración, perjudicó a la
enseñanza elemental, media y superior, decayó la cultura, la literatura, el
número de filósofos-educadores y por consiguiente la alfabetización y la
educación cívica. El cuidado de la ética y la
sabiduría disminuyó entre las clases patricias. En la caída del
Imperio Romano este deterioro de la cultura y la educación podrían constituir
una concausa más, no está claro, entre otras muchas del fin de Roma. Y el ocio
de masas, disoluto, banal, y ciertamente inhumano, quizá era una metáfora
sustantiva del tortuoso y tambaleante camino de Roma. No podemos hablar de una
causa más pero sí de un síntoma de
que los tiempos estaban cambiando. La llegada del cristianismo al
poder fue gradual y su influencia se fue haciendo patente, pero no de un modo
suficiente como para sostener al Imperio.
¿Cuál es la razón
de estas reflexiones sobre el ocio en la Antigüedad grecolatina? Pues partir de una base para pensar el ocio en el presente. No en una
comparación de situaciones histórico-culturales, que creo que no se pueden
plantear, sino para destacar algunas similitudes con prudencia.
EL
MÓVIL Y EL OCIO DE LA EXPANSIVA INDUSTRIA DIGITAL
Hoy el ocio planetario, y nos
centraremos en el móvil omnipresente entre los menores, ha
perdido la grandeza a
la que aspiraban los Aristóteles, Cicerón y el mismo Séneca que en el siglo I después de Cristo,
escribe De Otio. El estoico
Séneca en esta obra, a contracorriente, aboga por la recuperación de un ocio sobrio y templado, contenido y virtuoso.
Creo que se puede afirmar que Séneca sabe que el valor del mejor ocio, del ocio
humanista, es clave para la vida de una sociedad próspera. Hablaba muy claro. ¿Hoy reflexionamos con esa claridad? No: aún estamos
obnubilados por la fascinación ante el móvil y la tecnología que
resulta muy fashion, pero que tiene una parte oscura terrible.
Hay que empezar a elevar la voz
para repensar el ocio digital en general y el ocio procedente del móvil en
la vida de los menores. No es viable. Es un ocio no
solo empequeñecedor sino destructivo. Cuando
nuestros niños y jóvenes están en tiempos de estructurar su personalidad,
apostar por las grandes ideas, el ocio -insisto en
el móvil pues creo que es la punta del iceberg- es castrante, hablando
metafóricamente. Ahoga y hace enmudecer los ideales, las aspiraciones que todo
joven, bien conducido, ha albergado siempre en su alma. La Paideia griega, Cicerón, Séneca hablan desde un
contexto muy distinto, pero nos dotan de categorías para pensar. El ocio es para crecer humanamente, madurar, abrirse
al mundo y a la realidad, contemplarla, y alcanzar la excelencia desde
el estudio, la autorreflexión, la sociabilidad y el conocimiento
UN
OCIO HUMANISTA Y MAGNÁNIMO PARA SOSTENER NUESTRAS SOCIEDADES
No es un tema baladí. ¿A dónde vamos con este ocio digital que arrasa de
Occidente a Oriente la integridad de la vida de los más jóvenes? ¿Este es el
alimento constante para unos menores, unos jóvenes, que nos deben relevar al
frente de los puestos de responsabilidad en el futuro? ¿Este es el ocio
constructivo que les debe abrir perspectivas, sueños, grandes empresas para
repensar el presente y el futuro?
Para entender esta posmodernidad
dislocada hay que leer a Byung-Chul Han. Y este surcoreano
afincado en Alemania, pensador de referencia internacional, señala que con este
ocio digital y estresante estamos sirviendo a los grandes y
perdiendo la contemplación y el silencio. Y arrinconando a los pequeños, añado yo. O dicho
de otra forma: ¿es viable una sociedad
ajena al saber, al conocimiento, al cultivo del alma que no sabe qué es un ocio
inteligente como proponían insistentemente algunos sabios
griegos y romanos? O estamos viviendo tiempos de extrema ignorancia o,
por el contrario de un acusadísimo cinismo complaciente. Occidente actualmente
no está reconociendo que vive un ocio desarraigado, decadente, de violencia, de
pornografía, de vulgaridad, de juego compulsivo que afecta a los más
vulnerables, a los menores en formación. Ese
es el problema: no reconocerlo.
Este nuevo ocio digital no solo
no nos invita a descansar, sino que penaliza la atención, la
curiosidad, el trabajo, la maduración y la quietud reflexiva. Es un ocio online que puede corromper a los menores. La legislación internacional
es muy clara, de un modo distinto en cada país, en la protección a los menores
en estos planos.
Un ocio dañino, que atenta contra
la salud sobre todo de los más frágiles a los que sume en la ansiedad, la depresión y las ideaciones suicidas. Un ocio que desbarata la
tarea fundamental de la escuela y la universidad. Estamos simbólicamente ante
el mito de Sísifo presente en La Odisea de Homero: lo
que construye y eleva la educación en los más jóvenes lo derriba el ocio digital.
Un ocio embrutecedor que acaba minando la nobleza de espíritu y el
florecimiento maduro de tantos niños y adolescentes.
Las respuestas de la
sociedad civil ante la inacción de las administraciones
Es lacerante la inacción de
muchos estados -otros están prohibiendo el móvil en la escuela como mínimo-. La
Unesco, la agencia de educación, ciencia y cultura de las Naciones Unidas, no
ha podido evitar pronunciarse en este tema. Afirma que hay evidencia de
que el uso excesivo de teléfonos móviles está relacionado con un rendimiento educativo reducido y
que los altos niveles de tiempo frente a una pantalla tienen un efecto negativo
en la estabilidad psicológica de los menores. Pero es solo un propuesta. ¿Está sucediendo que los gobiernos temen el poder de
las Big Tech? Aunque tampoco creo en una mecánica
prohibición del móvil. El tema es más complejo: la pregunta es cómo sustituimos
el móvil por un ocio humanista y movilizador. Tema muy complejo.
En esta dirección a mi me
interesan las propuestas privadas y locales: es significativa el abundante
número de iniciativas que parten de la sociedad civil. El caso de Seattle es claro: se denuncia a las Grandes Tecnológicas del daño que están
padeciendo sus estudiantes: pediátrico y educativo. Estas
propuestas, cuyo núcleo es Seattle, se han expandido a 10 estados y 44 distritos escolares en
Estados Unidos.
Las advertencias
de Catherine l'Ecuyer sobre
el daño que hacen las pantallas a los niños.
Y luego llegan las iniciativas
más familiares. ¡Es tan serio el perjuicio de un
móvil omnipresente y omnisciente -me duele utilizar estas metáforas- que
gobierna la vida de los menores que acaba despertando la rebeldía de
municipios, escuelas y familias! La iniciativa irlandesa de Greystones, donde escuelas y familias se oponen al móvil, es
de una ejemplaridad luminosa. En nuestro país también hay muchos colegios
y familias que se organizan (Mataró, provincia
de Barcelona es un ejemplo) para posponer el móvil hasta los 16 años.
También en algunos rincones de
España, desde la pediatría, en la atención
primaria que
atiende a los niños en los primeros años de vida, se está desaconsejando a los
padres el uso de las pantallas a tenor, por ejemplo, de los problemas de un
lenguaje muy limitado de muchos infantes.
El ocio fundamental en la
infancia, en la adolescencia y en la juventud no puede estar al albur del
mercado donde manda sola una divisa: el máximo
negocio a pesar de todas sus consecuencias adversas. El mercado sirve
para muchos fines pero aquí necesita regulación. Sin embargo, insisto, me
interesa la reacción a pie de calle.
EL
OCIO, EL JUEGO, EL TIEMPO LIBRE ES TIEMPO DE FORMACIÓN
El ocio es tiempo de
aspiraciones, de emprendimiento, deporte y cultura. Pero padecemos la lógica del
último capitalismo global y voraz que ha perdido, sobre todo en la cultura, en
el entretenimiento y la diversión (salvo numerosas excepciones), todas sus
referencias humanistas. Daniel Bell, sociólogo
muy activo en la década de los años ’70 y ’80, señaló (en una obra que esta
cobrando una gran actualidad, Las
contradicciones culturales del capitalismo [1976])
como el tecno-capitalismo exige una ética del trabajo ascética, esforzada,
llena de exigencia, y, paralelamente, despliega una oferta en el mundo de la
cultura y del ocio que solo ofrece satisfacción hedonista
diametralmente opuesta a las exigencias éticas del trabajo diario. Sus
análisis son muy pertinentes hoy. ¿Cómo vamos a
educar a los jóvenes y exigir productividad a los mayores si los torpedeamos
para que se abandonen al ocio más feroz? Entonces el trabajo y el
estudio se acaban convirtiendo en una tortura (trepalium, en
latín).
NECESITAMOS
RECUPERAR UN OCIO CON GRANDEZA, INSPIRADOR, SOCIALMENTE SOSTENIBLE
El capitalismo más reciente
presenta unos cuantos límites y el mundo del ocio digital, el móvil, los está
rozando y superando hace algunos años. Personalmente creo que el punto de
partida es el iPhone que nace en 2007. Creo que desde entonces es un tema
planetario que hay que arrostrar. Pero dejo para los políticos, los científicos
y los empresarios humanistas, aquellos que cuentas con una autentica
responsabilidad social corporativa, las mejores soluciones. Por mi parte solo
me veo con ánimos de proponer alguna
idea para que
familias, comunidades, escuelas, municipios emprendan iniciativas ejemplares,
de ideales altos, de grandeza y nobleza para mejorar en el plano de lo concreto
estas derivas indeseadas que provoca el móvil.
El fomento de la
lectura, tanto en el hogar como mediante bibliotecas públicas, es esencial para
fomentar un ocio enriquecedor.
Sólo me ciño a las soluciones que
se pueden realizar mancomunadamente y
comunitariamente poniendo de acuerdo a las familias, a las escuelas, al
municipio de un territorio determinado. A solas, casa por casa, no se logra
nada. Solo se puede sustituir un móvil cuando se tienen alternativas, empuje,
osadía. Una comunidad debe ofrecer un ocio
alternativo con
aspiraciones magnánimas. Entonces se puede prescindir del móvil. ¿Cómo? Arrimando el hombro y construyendo nuevos
espacios donde nadie queda excluido. Recuperando la lectura por placer. Transformando la biblioteca municipal en
un piélago, también, de actividades compartidas como los cuentacuentos para los
pequeños y los clubs de lectura para los menos pequeños o los recitales
poéticos. Un teatro local que organiza concursos musicales o una obra de teatro. Un ayuntamiento que promociona la bicicleta en
competiciones viables para todas las edades. Y también apelo a las empresas
que, en un municipio free-phone, se
pueden ganar la vida ofreciendo negocios plausibles como viajes, excursiones,
visitas culturales. Y luego están los musicales que tanto arrastran a los jóvenes, pero como
protagonistas. Y múltiples negocios inexplorados. O el polideportivo local que
crea una pista de atletismo que sirve para innumerables actividades
deportivas y no deportivas. Por ejemplo: una
convención de iniciativas para sustituir el móvil. Iniciativas altruistas y
negocios razonables.
GRANDEZA
DE ESPÍRITU PARA SUSTITUIR, NO PROHIBIR, EL MÓVIL
Se necesita mucha magnanimidad,
animo grande, audacia. Y sobra la pusilanimidad,
ánimo pequeño y vulgar, pasividad y sobre todo desesperanza. Y falta
creatividad comunitaria, empresarial, cultural. Y mucho cinismo es lo que
también sobra: “Esto es imposible, esto es
demasiado happy flower”. Necesitamos un ocio de relación, de sociabilidad, de encuentro venturoso
más allá de la soledad terrible del móvil. Soledad terrible y enfermiza que nos
daña, paraliza y nos hace pequeños y sobre todo manipulables. Quizá estemos
hablando de un ocio rebelde en el sentido más sereno de la palabra. Quizá la
clave sea un ocio auténticamente altruista donde nos hacemos
cargo del otro, de los otros, donde nos cuidamos los unos a los otros.
Solo un ejemplo: conozco jóvenes que con sus instrumentos van a tocar
canciones a geriátricos y hospitales. Es el voluntariado: otra gran posibilidad. Acabemos con un texto de
Aristóteles procedente de su Ética a
Nicómaco (Libro IV, capítulo
3) donde habla de la magnanimidad: "Pues se
dice que la magnanimidad consiste en aspirar a grandes cosas y en no tener en
menos lo que es grande, así como en no dejarse abatir por
nada."
¿Han perdido
nuestros jóvenes la magnanimidad, la audacia, un espíritu emprendedor que no se
deja abatir? Los padres,
importantísimo, han de ser los primeros y muy
ejemplares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario